Avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, secundando la llamada del Papa Francisco, es el objetivo que resume las Orientaciones Pastorales Diocesanas. El documento será promulgado el próximo domingo, en el curso de la Eucaristía de clausura del Año de la Misericordia que se celebrará en la Catedral, y ha sido presentado esta mañana a los medios de comunicación en un acto que ha contado con las intervenciones del Arzobispo y el Obispo auxiliar de Sevilla.
Monseñor Asenjo Pelegrina ha informado que el lema del documento, ‘Siempre adelante’, está extraído de san Junípero Serra, apóstol de California. El documento quiere integrar en un proyecto común las tres redes que constituyen la Iglesia diocesana: la red que forman las parroquias, vertebrando todo el territorio de la Archidiócesis, la red de la vida consagrada, amplia y variada; y la red de los nuevos movimientos y de las múltiples asociaciones de fieles. No se pretende programar la vida de todos, sino ofrecer orientaciones para un trabajo misionero realizado en comunión.
Una mirada realista al entorno social y cultural sevillano
Monseñor Gómez Sierra ha detallado los objetivos y las líneas de acción que se ofrecen en el documento presentado esta mañana. La primera parte de las Orientaciones consiste en una presentación de la realidad sevillana. Destacan las nuevas manifestaciones de la nueva cultura urbana, que ha cambiado los modos de vida de las personas, la familia, la vecindad y la organización del trabajo. En este apartado se llama la atención sobre la periferia de la pobreza en nuestra ciudad, haciendo notar que tres de los cuatro barrios más pobres de España se encuentren en la capital andaluza.
También se hace referencia a la crisis económica con la triste consecuencia del paro de larga duración y la grave dificultad de muchos jóvenes para acceder al mundo laboral y poder trazar un proyecto de vida personal y familiar. Otro de los rasgos señalados en el contexto socio-cultural es una secularización creciente, frecuentemente laicista, muchas veces descaradamente agresiva con la iglesia y con la cultura católica. Sin embargo, persiste una cultural católica, cuyos testimonios artísticos, literarios, solidarios y de piedad popular son innegables. El documento constata que en este contexto socio-cultural muchos bautizados ni creen del todo, ni han dejado de creer del todo, viven confusos, inseguros, llenos de dudas, “creen saber qué es el cristianismo, pero en realidad no lo conocen”.
Este proyecto pastoral quiere despertar un movimiento misionero en el mundo que nos ha tocado vivir, la cultura secularizada, las nuevas generaciones, la construcción de una sociedad más justa y solidaria; evangelizando siempre en un contexto de libertad, de respeto por las diferencias y por los ritmos reales de las personas.
Objetivo general: “una conversión pastoral y misionera”
En la segunda parte del documento se presenta el objetivo general: “Avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera”. “Una Iglesia misionera no se limita a esperar que la gente acuda a ella, sino que sale al encuentro de las personas…pasar de la espera a la búsqueda de los que están lejos.” En este apartado se destaca una cita del Papa Francisco –“la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”- “La evangelización no es cruzada, ni marketing, ni proselitismo. Sencillamente surge de la atracción del amor de Dios que hemos conocido en Jesucristo”, se añade a modo de resumen.
Cinco líneas de trabajo
Las cinco líneas de trabajo pastoral se detallan en la tercera parte de las Orientaciones Pastorales Diocesanas, la más extensa de este documento programático: fortalecer el tejido comunitario de la Iglesia; desarrollar la iniciación cristiana y la catequesis; potenciar el servicio evangelizador de la piedad popular; cuidar la dimensión social de la evangelización y la opción por los pobres; y avanzar en la conversión misionera de los evangelizadores y en la reforma de las estructuras eclesiales.
Los fieles tienen necesidad de comunidades cristianas que los acojan
Sufriendo las inclemencias de una cultura secularizada, los cristianos necesitan un microclima en el que la experiencia cristiana pueda ser vivida y comunicada con normalidad. El documento apunta a mantener y crear en las parroquias y en otros ámbitos eclesiales comunidades reales donde los creyentes puedan compartir y celebrar la fe. Reconoce a la parroquia como la casa de todos los cristianos, pero hace una llamada a flexibilidad de esta institución para reconocer y respetar los arraigos personales y afectivos que llevan a muchos fieles a “trascender los límites territoriales y volver a sus comunidades de origen para rezar, casarse o bautizar a sus hijos”. La parroquia se transformará en una “comunidad de comunidades y movimientos”, y las casas de las familias podrán constituirse en sedes de catequesis y grupos de matrimonios, de jóvenes y mayores. Además, se van a crear grupos de visitadores misioneros y proseguirá la implantación de la Acción Católica general en los ámbitos parroquiales.
Anunciar de forma clara e inequívoca a Jesús de Nazaret Hijo de Dios
“La Iglesia no puede limitarse a anunciar unos cuantos valores abstractos más o menos culturalmente compartidos, sino que debe sentirse impelida a proclamar un nombre y un rostro: Jesús de Nazaret, Hijo de Dios.” La segunda línea de trabajo se hace cargo de que las vías de transmisión de la fe y los lugares de aprendizaje de la vida cristiana, la familia, la parroquia y la escuela, se debilitan progresivamente. En la situación actual se tiene “la convicción de que en cada generación es necesario volver a aprender de raíz los rudimentos de la fe y de la vida de la Iglesia.” La clave inicial es que la fe ya no puede darse por supuesta, y en el documento se subraya que no podemos seguir considerando la catequesis como “un periodo de preparación para recibir un determinado sacramento”, sino como “un camino de verdadera iniciación intelectual y existencial a la vida cristiana”. En esta línea, lo más decisivo es la implantación del Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana, que señala el camino para la iniciación cristiana. También, se ofrecen otras acciones posibles, entre ellas la oferta de “formas abreviadas e intensas de una catequesis kerigmática”, entre las que se cita a los Cursillos de Cristiandad o los Ejercicios Espirituales, proseguir el camino emprendido con las misiones populares parroquiales o intensificar la presencia en los medios de comunicación.
Ante la piedad popular
Otra de las líneas de trabajo hace hincapié en una realidad propia de la Iglesia en el Sur de España: la piedad popular. Algo que se debe acoger “sin restricciones mentales”, y cuya atención pastoral se debe potenciar “para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda para las personas, la Iglesia y la sociedad”. En las Orientaciones se destacan varios aspectos que hacen de la piedad popular un factor de identidad colectiva y cohesión social, si bien se advierten una serie de situaciones que desvirtúan su razón de ser, y que se derivan de la ruptura en la transmisión generacional de la fe en las últimas décadas.
Entre las medidas concretas relacionadas con este campo pastoral se establece que las hermandades fomenten entre sus miembros la creación de grupos de vida para la maduración creciente de la fe, haciendo de la casa de hermandad “un lugar de encuentro y convivencia cristiana”. Además, las hermandades que tengan asumidas competencias en la iniciación cristiana deben dejarla en manos de las parroquias, y se hará más diferenciado el repertorio de celebraciones litúrgicas, de suerte que no todas las celebraciones sean misas. Se aborda la acogida a los pobres, avanzando en la colaboración con otras realidades eclesiales –sobre todo con la Cáritas parroquial-, suscitando un movimiento de acogida hacia “los alejados” y, finalmente, revisando las actitudes de sectores eclesiales hacia la religiosidad popular.
La dimensión social de la evangelización y la opción por los pobres
En cuanto a la dimensión social de la evangelización, este documento reitera la urgencia de una presencia activa de los laicos en instituciones públicas, “tratando de llevar a la práctica la influencia de la fe cristiana a favor del bien común material y moral de las personas”. La Iglesia no puede circunscribir el mensaje evangélico al ámbito privado de los creyentes y de las sacristías. Tiene una palabra que decir en la vida pública y muchos brazos dispuestos a trabajar con otros para la edificación de un mundo más digno del hombre.
En esta línea, se busca que la comunidad cristiana genere un estilo de vida en el que tenga protagonismo la opción preferente por los pobres. Para ello, se pide que las comunidades ofrezcan a los pobres una acogida fraterna y solidaria, y que se participe de forma activa en las múltiples iniciativas eclesiales ya activas en este campo. Una de ellas es el Centro Diocesano de Empleo, recientemente inaugurado, y que ha sido la respuesta concreta al llamamiento del papa Francisco con motivo del Año de la Misericordia.
La voz del Papa se hace sentir a lo largo de este documento, y un ejemplo de ellos es la necesidad de estar presentes en “las periferias de la pobreza”: “Cáritas Diocesana debe conocer esos nichos concretos de pobreza y considerarlos como zonas privilegiadas de sus proyectos”. En este punto se cita expresamente la conveniencia de educar para la sobriedad y el respeto a la naturaleza, levantar la voz contra lo que se define como “cultura de la muerte” (asesinatos, genocidios, aborto, eutanasia, abusos sexuales, esclavitud, xenofobia, etc) o dar a conocer a fondo la Doctrina Social de la Iglesia.
La conversión de los evangelizadores y las reformas de las estructuras
La última línea de trabajo comienza dirigiendo a los agentes pastorales una pregunta desafiante: “Existe entre nosotros pasión misionera, esto es, voluntad de crecer en vez de disminuir?”. Se reclama una actitud constante de “salida misionera”, y se aboga por unas estructuras eclesiales más misioneras. En las Orientaciones Pastorales Diocesanas se advierte que esto no podrá ser realidad si nuestras comunidades parroquiales y religiosas no salen “del conformismo y la espiritualidad de mínimos”. Se insiste en que la conversión pastoral “se alimenta de la espiritualidad de comunión”, una unidad que no obsta para que se reconozca y valore mejor la diversidad y riqueza de la Iglesia. El documento dedica varios apartados a la conversión de los pastores y se ofrece un decálogo de las actitudes que deben tener en cuenta, “dispuestos a entregar la vida día a día, como el Buen Pastor, sin mermas ni recortes, sin reloj, de sol a sol, al servicio de los fieles…” Los obispos subrayan que “sin sacerdotes íntegros y virtuosos no cabe hacerse ilusiones”, y les recomiendan que estén “en medio de su feligresía”, con un estilo de vida austero y que fomenten algún modo de vida común fraterna entre los presbíteros.
También hay referencias para los religiosos y religiosas, a quienes se pide una mayor integración en esta dinámica diocesana, y los nuevos movimientos eclesiales, que deben “salir de sus microclimas favorables para integrarse más en la Iglesia local”. La posible remodelación de las estructuras pastorales –para lo que se abre un periodo de reflexión- también está contemplada en este documento programático. En esta línea destacan otras posibles acciones, entre ellas la conversión de los arciprestazgos en ámbitos de discernimiento comunitario y coordinación pastoral; el trabajo conjunto entre parroquia, colegios católicos y profesores de Religión; o al conveniencia de repensar la asistencia pastoral en los tanatorios y las oportunidades de los columbarios, aspecto éste que ha sido convenientemente regulado en la reciente instrucción hecha pública por la Santa Sede.
En definitiva, tenemos por delante cinco años en los que la Iglesia local se debe situar en misión permanente, propiciando espacios parta el encuentro personal con Cristo y evidenciando una comunión real. La pastoral ‘puerta a puerta’, y la reprogramación de las parroquias como comunidades más abiertas y flexibles, son algunos de los aspectos más llamativos de unas Orientaciones que son el resultado de una reflexión a varios niveles, conscientes de que la Iglesia debe ofrecerse a la sociedad sevillana actual, con argumentos realistas y fiel al mandato evangélico de “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
Día de la Iglesia diocesana
El Arzobispo ha aprovechado esta cita con los medios de comunicación para subrayar la importancia del Día de la Iglesia Diocesana, jornada que se celebrará el próximo domingo. “Nuestra diócesis tiene detrás una historia gloriosa, brillante, de muchísimos frutos”, ha afirmado. Monseñor Asenjo ha recordado la necesidad de que los fieles tomen conciencia de la responsabilidad que se deriva de la pertenencia a la Iglesia. En esta línea ha apuntado que la diócesis de Sevilla “es muy rica en un patrimonio que no podemos dejar que se pierda”.
Cuatro mil fieles el domingo en la Catedral
Al término de la rueda de prensa ha intervenido el prefecto de Liturgia de la Catedral de Sevilla, Luis Rueda, que ha informado del dispositivo que el cabildo ha montado para atender a los cuatro mil fieles que podrán participar en la misa del próximo domingo a las cinco, en la que se clausurará el Año de la Misericordia, se celebrará el Día de la Iglesia Diocesana y se entregarán las orientaciones Pastorales Diocesanas.