El día 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, tuvo lugar la coronación canónica de la venerada imagen de la Virgen de la Piedad de la Hermandad del Baratillo. Con tal gozoso motivo nos unimos a este acontecimiento presentando este interesante grupo escultórico del siglo XX que aúna la fuerza de Ortega Bru y la dulzura de Fernández-Andes.
Esta Hermandad tiene su origen en una cruz de hierro que se encontraba en el Baratillo, donde se habían enterrado parte de las numerosas bajas ocasionadas por la peste de 1649. Un grupo de vecinos que se reúnen en torno a dicha cruz para orar por los difuntos se constituyen en Hermandad, siendo aprobadas sus reglas en 1693. Un año después comienzan la construcción de la Capilla en la que se encuentran las imágenes de esta popular corporación.
De gran unción y belleza, el conjunto formado por el Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de la Piedad es obra de dos de los artistas más destacados de la imaginería andaluza del pasado siglo. Así, el Señor es obra de Luis Ortega Bru (1916-1982) con la policromía de Guillermo Bonilla, bendecido el 29 de enero de 1951, mientras que la Virgen es anterior, bendecida el 4 de febrero de 1945, siendo obra de José Rodríguez Fernández-Andes (1908-1950), quien había realizado en 1931 la talla de la Virgen de la Caridad para esta misma Hermandad.
A pesar de la diversa autoría de las imágenes de Cristo y de María, es evidente la unidad y armonía que se ha conseguido, aunando la fuerza del Cristo muerto, de cuidado modelado y perfecta anatomía, con la dulzura y rasgos aniñados de la Virgen en el momento de su sexta angustia, uniéndose visualmente de una manera poderosa gracias a la diagonal que dibuja el cuerpo del Redentor en el regazo de su Madre, y que se complementa con la diagonal que forma la mirada que la Piedad, cuyo bello rostro muestra un dolor profundo e introspectivo, dirige a la cabeza de su Hijo.
La Madre recibe con sus brazos abiertos a su Hijo, en un gesto de ofrenda paralelo al que la Virgen había realizado en Belén, convirtiéndose así María en ara. Así, el sudario que cubre las rodillas de la Virgen alude al corporal en el que se deposita el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía.
Efectivamente, iconográficamente el conjunto de la Piedad al pie de la cruz sosteniendo en su regazo a Cristo evoca el momento del nacimiento del Hijo de Dios en la cueva de Belén. Así, San Bernardino de Siena, franciscano italiano del siglo XIV, escribía contemplando esta escena de María con su Hijo muerto: “La Virgen creyó que habían retornado los días de Belén; se imaginó que Jesús estaba adormecido y lo acunó en su regazo; y el sudario en que lo envolvió le recordó los pañales”.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
Fotos: Daniel Villalba
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