La Pastoral Obrera se une este 28 de abril a la celebración mundial del Día de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, proclamado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esta celebración pretende promover el trabajo seguro, saludable y digno. Además, se rinde homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales.
En esta línea, “la Iglesia quiere manifestar también su preocupación por los accidentes y las enfermedades laborales, físicas y psíquicas”, ha referido Diego Márquez, delegado diocesano de Pastoral Obrera.
Al respecto, Márquez ha informado que “la siniestralidad laboral mortal aumentó un 29,3% en el primer trimestre de 2020 con 181 muertes en el trabajo, 41 más que en el mismo periodo de 2019, (un 8% en el acumulado de enero a agosto de 2020) este aumento de la siniestralidad mortal se da a pesar del estado de alarma y el confinamiento que han afectado a gran parte de la economía española desde mediados de marzo de 2020”.
Denuncia, por tanto, “la conformidad y el silencio social con que se asume el trágico rosario de víctimas. La conciencia colectiva de nuestra sociedad es prácticamente inexistente. Cuando un trabajador joven muere, morimos todos nosotros; nadie ve su muerte como fruto de la injusticia de un sistema que no protege la vida de los que asumen más riesgos”.
Es por ello que desde la Pastoral Obrera instan a “incidir en las causas estructurales de este problema, siendo uno de ellos la falta de visibilidad social de las víctimas de siniestros laborales. Sobre todo, en comparación con otras víctimas”.
“Para ello es necesario combatir la resignación, crear conciencia de la gravedad del problema, combatir la precarización del trabajo, fomentar la cultura preventiva de la salud laboral, promover la solidaridad ante el sufrimiento ajeno, promover la universalidad del derecho a la salud, promover los esfuerzos de las organizaciones sociales y sindicales para hacerlo posible”.
Defensa de la vida
En el año 2000 – explica Diego Márquez- la Plenaria de la Conferencia Episcopal hacia pública una nota en la que afirmaban que “todos los cristianos debemos implicarnos en la defensa de la vida en el trabajo, porque el compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente eclesial que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana”.
De allí que “la situación de la salud laboral urge a los cristianos a comprometernos activamente por un trabajo sin víctimas, en defensa de la vida, colaborando según las posibilidades de cada uno a formar, en nuestra sociedad, la conciencia de la gravedad de la situación y sus causas. Igualmente debemos ejercer la caridad cristiana acompañando y ayudando a las familias de los accidentados”, refiere.
“Para ello es necesario combatir la resignación, crear conciencia de la gravedad del problema, combatir la precarización del trabajo, fomentar la cultura preventiva de la salud laboral, promover la solidaridad ante el sufrimiento ajeno, promover la universalidad del derecho a la salud, promover los esfuerzos de las organizaciones sociales y sindicales para hacerlo posible”.