La Navidad en cinco misterios

Archidiócesis de Sevilla
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1°Misterio: El Niño Jesús perdido y arrumbado en el trastero.

 

Hacía tiempo que lo estábamos demorando, pero esa mañana mi mujer y yo le echamos valor y fuimos a ordenar el trastero.

La labor era ardua porque las cosas se habían ido acumulando sin ton ni son y era como penetrar en una selva.

Así que lo que hicimos primero fue vaciar todas las estanterías e ir dejando en bolsas aquellas cosas que ya no servían, cosas que se habían puesto en el trastero pero que realmente eran inútiles.

Fuimos sacando chismes, papeles, muebles antiguos y muchos trastos para meterlos en cajas y así poderlos tirar.

Y de entre todo este montón de cosas apareció la figura de un niño Jesús de escayola. Esta figura era muy grande para pertenecer al Belén pequeñito que los niños ponían todos los años; tampoco su tamaño era adecuado al misterio que también solemos poner en Navidad.

Realmente no sabíamos de dónde había venido esa imagen. La descubrimos entre libros de texto antiguos y la envolvimos en papel de periódico para que formara parte de nuestro abultado cargamento con destino al “Punto Limpio”.

(Jesús parecía decir: – Gracias por descubrirme entre los trastos)

 

2°Misterio: El Niño Jesús salvado de ser tirado a la basura

 

Al día siguiente, con el maletero del coche lleno hasta arriba, me dirigí a deshacerme de todo lo que habíamos sacado del trastero. Llegué hasta el punto limpio y empecé ordenadamente a tirar los distintos objetos en cada contenedor específico: papel y cartón, plásticos, objetos electrónicos…

En éstas estaba cuando me topé con la figura del Niño Jesús que asomaba su cabeza por entre los papeles que lo envolvían. Lo miré y , al instante, comprobé que no tenía valor para tirar esa imagen. Y no sólo porque ese “objeto” parecía no adaptarse a la clasificación de los contenedores, sino porque me daba mucha pena tirarlo a la basura.

Evidentemente no podía volver al trastero ya ordenado, ni podía ponerla en casa para las próximas fiestas de navidad, porque era demasiado grande y porque “no pegaba” con nada, así que decidí dejarlo oculto en el maletero del coche y sacarlo para mejor ocasión.

(Jesús parecía decir:   – Gracias por no tirarme a la basura)

 

3°Misterio: El Niño Jesús llevado al Cerro de San Juan

Pasaron varias semanas y esa ocasión parecía que no iba a llegar. Cada vez que abría el maletero pensaba cual sería el momento en que la figura del Niño saldría afuera.

Un fin de semana a finales del mes de noviembre estaba apuntado para hacer un cursillo de cristiandad. Mi mujer me llevó al Cerro de los Sagrados Corazones en San Juan de Aznalfarache, a la casa donde se celebraba el cursillo.

Me dejó en la puerta y cogí del maletero del coche no solo el equipaje sino también la imagen del Niño pensando que, quizás en este entorno se darían las circunstancias propicias para que, por fin, tuviera “su oportunidad”.

Eso de subir con el Niño Jesús al cerro, me hizo recordar cómo el propio Jesús había subido al monte en muchas ocasiones de su vida terrena: subió al Monte Tabor donde se transfiguró, subió al monte donde predicó las bienaventuranzas y subió al monte Calvario donde murió.

Por esa afición  a “subir al monte” , no me extrañó que fuera en este monte donde le llegó la oportunidad de una manera muy natural : simplemente colocamos su imagen sobre la mesa de la Sala de Charlas y , de esta manera, mientras el crucifijo “de siempre” presidía la sala colgado en la pared, el niño presidiría la sala colocado sobre la mesa.

El cursillo se iba desarrollando y el último día a alguien se le ocurrió romper un vaso sobre la mesa donde estaba el Niño. Ese vaso roto quería significar que quizás lo único que podíamos ofrecer a Dios eran nuestras vidas tantas veces rotas.

Así que en la misa final del cursillo ofrecimos en una bandejita esos trozos rotos para que Dios los recompusiese a su manera y junto al vaso roto  también ofrecimos la imagen del niño Jesús.

(Jesús parecía decir: – Gracias por subirme al monte)

 

4°Misterio: El Niño Jesús va de casa en casa.

Una vez terminado el cursillo, se nos ocurrió que podría ser buena idea que el ya famoso Niño Jesús de escayola fuese visitando por turnos la casa de cada uno de los participantes.

Y así empezamos a hacer realidad esa peregrinación del Niño que además iba muy bien con la época de Adviento que estábamos empezando.

A la primera persona que se lo llevó a su casa se le ocurrió guardarlo en una caja de madera en cuyo fondo dispuso un lecho de paja que el niño descansara.

De esta forma el Niño peregrino ya tenía un “arca” donde residir para ir de casa en casa.

(Jesús parecía decir: –    Gracias por llevarme a tu casa)

 

5°Misterio: La imagen del Niño Jesús se rompió

Cercana ya la fecha de Navidad, en uno de los traslados, al abrir la caja, el niño se deslizó y cayó al suelo rompiéndose en pedazos.

La persona que lo tenía en su casa me llamó muy apurada. No sabía qué hacer. Me dijo que compraría otra figura similar porque lo importante era que el Niño tenía que seguir yendo de casa en casa.

Me mandó la foto de la figura rota y vi que los trozos, aunque eran muchos, podían volver a unirse.

Entonces pensé en el “vaso roto” y el paralelismo con este otro Jesús roto y le dije que por qué no pegaba esos trozos para que volviera a ser nuestro Niño Jesús restaurado.

(Jesús parecía decir: – Gracias por no tirar mis trozos)

 

Epílogo en el día de Nochebuena

La caja donde había estado al niño ahora estaba vacía. Si alguien hubiera abierto esa caja sólo habría encontrado un poco de paja en el fondo.

Quizás el Niño que iba a nacer necesitaba un pesebre vacío, una caja vacía, una posada con sitio suficiente.

Quizás el silencio de tu corazón pueda ser ese espacio vacío capaz de albergar el nacimiento del Mesías, capaz de acoger al Emmanuel (el Dios con nosotros).

 

(Jesús parecía decir: – Quizás la imagen que tienes de mí, tuvo que romperse para que nazca algo verdaderamente nuevo en ti, para que sea Yo, tu Dios, quien te habite.)

 

Sevilla, Navidad de 2021

Fernando Parra Martín

 

P.S.: Todos los hechos aquí narrados son reales.

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