‘Somos una gran familia contigo’. Este es el lema que la Conferencia Episcopal ha elegido para la campaña de este año del Día de la Iglesia Diocesana. Una jornada que incide sobre varios aspectos de la pertenencia a la Iglesia, de la condición de católicos y de la vinculación con una realidad más cercana: la Iglesia particular o Archidiócesis.
El cartel anunciador del Día de la Iglesia Diocesana –una diversidad de stands relativos a los servicios que se ofrecen en una parroquia- ilustra la incidencia de la Iglesia en la vida no solo de los bautizados, de los creyentes, sino de todas las personas que, de una u otra forma, en algún momento de sus vidas, precisan los servicios y la atención pastoral que dispensa la Iglesia. Pastoral de la Salud, Cáritas, grupos familiares, jóvenes, equipos de espiritualidad, hermandades y cofradías… No son pocos los momentos de la vida de una persona en los que la Iglesia se manifiesta de forma destacada, familiar, como “la mesa familiar en la que restauramos las fuerzas desgastadas”, según subraya en su carta con este motivo el Arzobispo de Sevilla.
Los números de una comunidad viva
Las cifras de la actividad sacramental del último año revelan una comunidad viva: 13.533 bautizos, 16.058 primeras comuniones, 23.178 confirmaciones, 3.416 matrimonios o 14.029 exequias. La Iglesia sigue estando presente en los momentos más trascendentales de las vidas de los sevillanos. Y para ello dispone de una red pastoral, litúrgica y social cercana y disponible, que sería inviable sin la dedicación y el compromiso vital de 388 presbíteros, 60 diáconos permanentes, 225 sacerdotes religiosos y de sociedades de vida apostólica, 64 extradiocesanos, 400 religiosos, unas 1.500 religiosas de vida activa, 37 comunidades de vida contemplativa, 1.500 profesores de Religión, más de medio centenar de seminaristas, miles de voluntarios de las Cáritas parroquiales, catequistas, etc. Un tejido social muy diverso que llega a todos los rincones de la Archidiócesis, que testimonia el compromiso de la Iglesia con la sociedad y que resulta necesario para, en palabras de monseñor Asenjo, “llevar a cabo la misión salvadora de la Iglesia”.
Mantener esta estructura comporta un coste elevado, un esfuerzo importante para una institución que trabaja con el horizonte de la autofinanciación. Ya se han dado pasos muy destacados en esta línea, y un ejemplo de ello es el sistema de ingresos a través del IRPF (la casilla destinada a la Iglesia Católica), que significa el 14,73% de los ingresos de la Archidiócesis. Con todo, el balance consolidado de la Iglesia en Sevilla sobrepasó en 2016 los 43 millones de euros, y una de las partidas de ingresos más elevadas se corresponde con las aportaciones voluntarias de los fieles, concretamente el 30,08%. Un dato que habla, y bien, de una comunidad que va tomando conciencia de su papel en el sostenimiento de la Iglesia a la que pertenece, de la forma parte activa.
Un porcentaje de este contingente sale de la colecta que se hace durante el fin de semana de la Iglesia Diocesana en todos los templos. La cantidad recaudada el pasado año superó los 106.000 euros –unos seis mil más que en la colecta de 2015-, y para esta edición el arzobispo de Sevilla invita a los fieles a vivir su pertenencia a la Iglesia con responsabilidad, “de manera que lo que la Iglesia es para nosotros lo sea también a través nuestro”.
Fórmulas para facilitar la colaboración económica
En esta línea se suceden las informaciones desde la Iglesia con diversas fórmulas para concretar esta colaboración económica más allá de la referida colecta anual. Una de ellas es la invitación a suscribir donativos periódicos a favor de la diócesis o la parroquia, lo que permite una mejor y más eficaz administración. Esta fórmula trae aparejada unas ventajas fiscales para el donante, que se traducen en desgravaciones de hasta el 75% (si se trata de personas físicas) o el 40% (para empresas o asociaciones) de la cantidad donada. Por otro lado, la Conferencia Episcopal ha dispuesto una aplicación disponible en la página web donoamiiglesia.es, a través de la cual se posibilita la colaboración económica a las instituciones eclesiales de una forma más rápida y directa.
Estas iniciativas tienen una finalidad única: colaborar y sostener toda la labor de la Iglesia. Un objetivo que tendría que derivarse, de forma natural, de un sentimiento de pertenencia inequívoco y responsable, acorde con una comunidad que siente como propio el devenir de la tarea que la Iglesia tiene encomendada.