La Iglesia en Sevilla se suma un año más a la celebración de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que tiene lugar el 2 de febrero bajo el lema ‘La Vida Consagrada, caminando juntos’.
Si bien, la Archidiócesis hispalense ha adelantado esta celebración al próximo domingo, 30 de enero, con una Misa en la Catedral de Sevilla, presidida por el Arzobispo monseñor José Ángel Saiz. Con esta Eucaristía, señala el delegado episcopal para la Vida Consagrada, José Ángel Martín, “damos gracias a Dios por todas las personas consagradas desde las diversas vocaciones” presentes en la Archidiócesis.
Para presentar la Jornada, Martín ha escrito una carta en la que explica que con este día el papa Francisco “emplaza a todo el pueblo de Dios a situarse en modo sinodal, que no es otra cosa que caminar juntos”. Y para la vida consagrada esta invitación “se tiene que realizar desde las dimensiones fundamentales: consagración, escucha, comunión y misión”.
Asimismo, en su misiva cita al papa emérito Benedicto XVI cuando describe a los consagrados como “buscadores y testigos apasionados de Dios en el camino de la historia y en la entraña de la humanidad”.
Caminando juntos
Como es habitual en estas jornadas, la Conferencia Episcopal Española ha elaborado una serie de materiales que ayuden a las diócesis y comunidades de consagrados a vivir con mayor hondura este día.
Entre estos materiales se incluyen subsidios litúrgicos, testimonios de distintas formas de vida consagrada, textos para la oración y la reflexión y una presentación de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada.
Esta última comienza con una cita de la exhortación apostólica postsinodal de Juan Pablo II, Vita consecrata: “La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia”. Este texto ha marcado “el camino de todos los consagrados en los últimos veinticinco años”.
La presentación continúa explicando el sentido de la sinodalidad en las comunidades de vida consagrada: “Caminar juntos es un ejercicio de necesidad y una experiencia de belleza. La necesidad nace de la exigencia de la Iglesia de fortalecer las sinergias en todos los ámbitos de misión. La belleza brota al contemplar el testimonio de quienes son llamados por la misma vocación a vivir en fraternidad y dar la vida por el reino al servicio de los hermanos”.
Por otra parte, exponen cómo caminar juntos –en referencia al lema de este año- en las diferentes dimensiones propias de la vida consagrada.
Por un lado, en la consagración, que “significa ser conscientes de la llamada recibida, la vocación compartida y la vida entregada. En el fondo, supone darse cuenta de que a Dios solo se le encuentra caminando”. Además, aseguran que “cuando las personas llamadas a una especial consagración son capaces de desplegar esta confianza plena en Dios, entonces es posible que sean una voz y una interpelación para despertar al mundo”.
En segundo lugar, animan a caminar juntos “en la escucha de la Palabra de Dios”. Para ello, recomiendan “agudizar el oído para escuchar al Espíritu, a los hermanos con los que se comparte la vida y a la humanidad herida con sus gozos y tristezas”. Ésta –apuntan- es la “mejor garantía para caminar juntos por las sendas de la fidelidad a la propia vocación”. Por tanto, “es tiempo de intensificar la oración” y de practicar una verdadera escucha que, según la Comisión Episcopal, requiere de tres condiciones: reciprocidad, respeto y compasión.
La tercera dimensión de la que habla el mensaje es la comunión. Al respecto, afirman que “los consagrados están llamados a ser en la Iglesia y en el mundo ‘expertos en comunión’, testigos y artífices de aquel ‘proyecto de comunión’ que constituye la cima de la historia del hombre según Dios”. Una comunión que debe empezar con Dios, continuar con los hermanos con los que se comparte la vida y culminar con toda la humanidad. “Por eso, caminar juntos en unidad y armonía invita a los consagrados a fortalecer la comunión dentro de las mismas familias carismáticas; con otros institutos favoreciendo la intercongregacionalidad; y, sobre todo, en la Iglesia local, intensificando la implicación y la participación en la vida diocesana”.
Finalmente, desde la Conferencia Episcopal Española instan a las comunidades de vida consagrada a caminar juntas en la misión, lo que implica “descubrir ‘la dulce y confortadora alegría de evangelizar’ y experimentar simultáneamente la alegría de creer y el gozo de comunicar el Evangelio”, así como “reforzar la corresponsabilidad y el compromiso en la misión de la Iglesia local aportando sus dones carismáticos sin perder nunca de vista la disponibilidad a la Iglesia universal”.