Con motivo de la bendición de la iglesia de Santa Clara el 10 de febrero tras su restauración, comenzamos un ciclo dedicado a este importante e histórico templo perteneciente al convento que las clarisas habitaron durante más de siete siglos.
El convento de Santa Clara se fundó, según la tradición, en 1249 tras la entrada de san Fernando en la ciudad, estando aún en vida la santa de Asís que murió en 1253, ubicándose en las inmediaciones del convento casa grande de san Francisco. En 1260 Alfonso X otorga un privilegio para que se trasladaran las monjas a unas casas y huertas almohades que eran propiedad del infante don Fadrique, lo que se llevó a cabo tras la muerte de este en 1277. A partir de 1284 el rey Sancho IV concede el permiso para que se pueda construir el monasterio en estas casas. Se comienza entonces a edificar este convento que fue modificando la estructura original hasta convertirse en el siglo XVII en el monumental complejo que hoy conocemos, al cual se accede por la calle Santa Clara por una portada del primer tercio del XVII que da acceso a un compás lleno de naranjos en el cual encontramos el pórtico de la iglesia, que presenta un atrio diseñado por Juan de Oviedo y Miguel de Zumárraga y realizado por el maestro Diego de Quesada en 1622. Sobre el escudo franciscano que corona la puerta de entrada se sitúa una imagen de la santa titular en piedra que la muestra con el hábito inmaculista de color celeste.
La iglesia, que comienza a construirse en las primeras décadas del siglo XIV, presenta planta de cajón o de salón, con una sola nave con cabecera poligonal como es común en la arquitectura conventual femenina sevillana.
El presbiterio se cubre mediante una bóveda ojival de nervadura gótica de crucería estrellada decorada con pinturas de principios del XVIII y con macollas de madera dorada, mientras que la nave del templo se cubre con un magnífico artesonado que se prolonga sobre el coro alto, de lacería mudéjar en blanco y oro que data del siglo XV.
Las paredes están decoradas con yeserías manieristas diseñadas en 1620 por los ya citados Juan de Oviedo y Miguel de Zumárraga, así como por una magnífica colección de azulejos de 1622 de Hernando de Valladares, autor igualmente de los que se encuentran en el banco del altar mayor, mientras que los que aparecen en el presbiterio datan de 1575, obra de Alonso García.
En los pies de la iglesia, a ambos lados de la reja del coro, encontramos dos puertas de Juan de Vandelvira fechables entre 1590 y 1600; la correspondiente al lado del Evangelio corresponde al comulgatorio y está decorado por un relieve de la Última Cena, mientras que la del lado de la Epístola, que da acceso al coro, presenta un relieve que representa el traslado del racimo de Canáan (Num 13,23).