Decía el papa Francisco que los pastores se convirtieron en los primeros testigos de lo esencial: la salvación que Cristo viene a ofrecer y así, “son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la Encarnación”. Esto nos muestra la bella obra que hoy traemos.
Sólo el evangelista Lucas (2, 8-20) narra la escena de la adoración de los pastores, que fueron los primeros a los que se anunció la gran noticia del nacimiento del Hijo de Dios. San Efrén de Siria (307-373) añadirá algunos datos anecdóticos que tendrán mucha relevancia en la iconografía de este tema, como los regalos que los pastores ofrecieron: leche, carne y alabanzas, que servirán de inspiración para los artistas que representarán pastores llevando también algún corderillo, quesos, así como otros tocando instrumentos, que representarían las alabanzas al Niño. Este cordero que ofrece algún pastor será entendido posteriormente como una imagen del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (cf. Jn 19, 29), Jesús, el Niño que ha nacido, asociando así el momento del Nacimiento del Hijo de Dios con la entrega de su vida por la salvación de la humanidad.
Sin embargo, a pesar de la importancia y belleza de este episodio, no será frecuente su representación en el arte hasta la Baja Edad Media por influjo de las nuevas órdenes, especialmente los franciscanos, que defendían la pobreza como único medio de llegar hasta Dios. Así los humildes pastores de Belén se convertirán en modelo de cómo acoger a Cristo.
La Adoración de los Pastores que hoy presentamos forma parte del renacentista retablo mayor de la Parroquia de Señora Santa Ana de Triana, y es obra de Pedro de Campaña, quien entre 1550 y 1556 realiza las quince tablas que lo componen.
Toda la composición gira en torno al Niño Jesús, que aparece acostado en el suelo, recurso iconográfico que simboliza su humildad basado en las visiones de Santa Brígida de Suecia. Alrededor del Mesías se disponen las demás figuras: María y José, en gesto de adoración; los pastores que aparecen escalonadamente, formando una línea curva que se dirige al Niño; la mula y el buey, cuya presencia se basa en el apócrifo del PseudoMateo, siguiendo a Isaías (1,3); y los ángeles, quienes en originales y atrevidas posturas parecen precipitarse hacia Jesús, a la vez que confieren dinamismo al conjunto. A la derecha, como un cuadro dentro de otro, el autor presenta la escena del anuncio del ángel a los pastores (Lc 2, 8-14), disponiendo un bello paisaje en el que destaca el tratamiento del cielo.
En todo el conjunto sobresalen la belleza de la Virgen, las expresiones de los pastores y de los ángeles, así como el detalle de la pandereta que uno de los pastores ha dejado en el suelo a modo de ofrenda.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
Foto: FONDO GRÁFICO IAPH
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