En el contexto del Jubileo de la Esperanza, celebramos el próximo martes la solemnidad de la Anunciación del Señor, que como nos indica el Papa Francisco, “marca el momento concreto en que la esperanza entró en el mundo”, ya que “el nacimiento de Jesús nos trae una esperanza segura que tiene su fundamento en Dios mismo”. Este momento en que es anunciada a María la Encarnación del Hijo de Dios es representado magistralmente en este relieve perteneciente al retablo mayor de la Prioral de Santa María de la Asunción de Carmona.
El retablo mayor de la Prioral se inicia hacia la mitad del siglo XVI, como señala el profesor Jesús Porres Benavides, quien indica que en 1559 se encarga al escultor Nufro de Ortega la obra, hasta el año 1563 en que se hace cargo Juan Bautista Vázquez el Viejo. Al primer artista se le deben los Padres de la Iglesia Occidental que aparecen en el banco, mientras que al segundo, el resto de las imágenes y relieves, entre los que se encuentra el correspondiente a la Anunciación.
Éste presenta una original composición que nos muestra a María y a Gabriel formando dos líneas paralelas. El arcángel, que porta una filacteria con las palabras AVE MARIA GRATIA PLENA, aparece de pie ante la Virgen, pero presenta un acusado contrapposto al volverse hacia atrás para mirar y señalar a Dios Padre quien, enviando con sus dos manos al Espíritu Santo en forma de paloma, aparece en una ventana situada en la parte superior del conjunto. María, por su parte, se muestra arrodillada ante un reclinatorio en el cual descansa sus manos unidas en gesto de oración sobre un libro, que alude a las profecías del Antiguo Testamento que anuncian la venida del Mesías. La Virgen, como Gabriel, también se vuelve hacia atrás para mirar al Padre Eterno.
Como señala Antonio García Baeza, esta obra expresa el mensaje de esperanza del Evangelio a partir de la interpretación cristiana del mito platónico de la caverna: la luz, esto es Dios, está detrás de ambos personajes, para significar que el mundo le ha dado la espalda al Creador, pero al volver María su cabeza reconoce a Dios, permitiendo así traer la salvación al mundo.
La escena se desarrolla en una estancia, en la que podemos distinguir la cama con dosel, ante la que se dispone una jarra con azucenas, alusivas a la pureza de María. La inclusión de la cama en las escenas de la Anunciación no es simplemente un detalle anecdótico, ya que la cama o tálamo, para los Padres latinos y orientales desde el siglo III, es una metáfora del vientre de María, donde tiene lugar la Encarnación del Hijo de Dios, así como una referencia a la unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo, la divina y la humana, que igualmente tiene lugar en el seno de la Virgen.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
Foto: Rafael Morales
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