El pasado 29 de diciembre se inauguró el Jubileo en nuestra Archidiócesis con una procesión que partió de la Parroquia del Sagrario y entró en la Catedral por la Puerta de la Asunción, con la imagen del Cristo Crucificado que se venera en la Capilla de los Dolores y que presidirá todos los actos jubilares en el Altar Mayor.
“Hermanos y hermanas, miremos el Crucificado. ¿Y qué vemos? Vemos a Jesús desnudo, Jesús despojado, Jesús herido. ¿Es el final de todo? No, ahí está nuestra esperanza”. Verdaderamente estas palabras del papa Francisco se nos hacen realidad ante esta hermosa imagen de Cristo Crucificado, que puede fecharse en el tercer cuarto del siglo XVI, pudiéndose adscribir, según Hernández Díaz, al círculo o taller de Juan Bautista Vázquez el Viejo. Realizada en madera policromada, presenta una gran unción y belleza, haciéndonos visible el amor de Dios que se ha encarnado en Cristo, el cual, ha dado su vida en la cruz por amor a todos nosotros. De gran contención formal y sobre una cruz plana ribeteada de oro, la imagen muestra la cabeza inclinada hacia el lado derecho (cf. Jn 19, 30), con los ojos entreabiertos, al igual que la boca, dejando ver su lengua. De la herida abierta en el costado derecho mana un reguero de sangre, que hacen visibles las palabras del papa Francisco en su bula de convocatoria del Jubileo: “La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz”.
Aunque durante todo el Jubileo permanecerá en el Altar Mayor de la Catedral como signo de la esperanza que Cristo nos trae, habitualmente se venera en la Capilla de los Dolores de la Catedral hispalense, procedente de la sacristía de la Antigua, en un retablo de estípites fechable en torno a finales del siglo XVIII y principios del XIX, a cuyos pies se encuentra la Virgen de los Dolores, interesante imagen de vestir atribuida a Pedro de Mena y que se puede datar hacia 1680, que presenta las manos unidas en oración ante el pecho. Destaca el bello rostro lleno de dolor y patetismo. En esta capilla se encuentra igualmente el sepulcro del beato Marcelo Spínola, del que hoy celebramos su memoria, obra del escultor Joaquín Bilbao de 1912, que presenta la estatua del cardenal arrodillado en oración, ante un fondo de relieve con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Ante la contemplación de esta bella imagen de Cristo Crucificado, recordamos las palabras de nuestro arzobispo, don José Ángel Saiz Meneses, en la homilía de la Eucaristía de inicio del Año Jubilar en nuestra Archidiócesis: “Nuestra esperanza se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, nuestra esperanza está en Jesucristo. Por eso cada uno de nosotros, y todo el Pueblo de Dios, hemos de acoger, con plena participación y compromiso, tanto el anuncio de esperanza de la gracia de Dios como los signos que atestiguan su presencia y eficacia”.
Antonio Rodríguez Babío
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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