Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses en la ordenación presbiteral de Fernando Martín, Andrés Rodríguez, Camilo Castillo y Moisés Benavides
Catedral de Sevilla, 15 de junio de 2024.
Lecturas: Is 61, 1-3a; Sal 22; II Cor 5, 14-20; Jn 20, 19-23.
- Hoy es un día de júbilo inmenso para nuestra Iglesia diocesana porque conferiré el Orden del Presbiterado a cuatro jóvenes diáconos, que escucharon y respondieron a la llamada del Señor para trabajar en su viña como colaboradores del Obispo y como pastores de las comunidades a las que serán enviados. Configurado con Jesucristo Buen Pastor, el sacerdote vive sus actitudes y actualiza el ofrecimiento de su vida para que los fieles lleguen al conocimiento de la verdad, para que tengan vida abundante. No se trata sólo de una dedicación a favor del prójimo, o de un compromiso generoso para la construcción del Reino, se trata de una nueva forma de vida, de una auténtica configuración con Cristo sacerdote que impregna toda la existencia.
- Queridos hermanos y hermanas que participáis en esta celebración: Obispos Auxiliares, Consejo Episcopal, Cabildo de la Catedral, Rectores y formadores de nuestros Seminarios, presbíteros, diáconos, seminaristas, miembros de la vida consagrada, miembros del laicado, hermanos todos en el Señor. Queridos Andrés, Camilo, Fernando y Moisés, que seréis ordenados presbíteros. Saludo a vuestras familias, que os acompañan en un día tan señalado, las aquí presentes y las que siguen la celebración a través de los medios de comunicación.
- Seréis ungidos y enviados para anunciar la buena nueva a los pobres, para curar los corazones desgarrados, para proclamar la libertad a los prisioneros, para consolar a los afligidos (cf. Is 61, 1-2), porque Dios mismo ha reconciliado al mundo consigo en Cristo, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación (cf. II Cor 5, 19), que restablece la comunión con Dios y la comunión entre las personas, a partir de la experiencia del amor de Dios. Un amor que cambia la vida desde el encuentro con Cristo, como le sucedió a san Pablo, y que adquiere un único sentido: seguir a Cristo con decisión y generosidad. Desde entonces las ambigüedades, las mediocridades, las rutinas, no tienen cabida en la vida del Apóstol. Como san Pablo, también nosotros experimentamos y proclamamos que no hay nada comparable al conocimiento de Cristo Jesús; no hay nada comparable a la llamada para estar con él y ser enviado a predicar. El Señor Jesús llamó a los doce, llamó a Pablo, y os ha llamado también a vosotros.
- Hoy manifestaréis ante el pueblo cristiano vuestro deseo de ejercer el ministerio de la Palabra preparando la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y sabiduría. La predicación será una tarea permanente en vuestro ministerio sacerdotal que requiere lectura, estudio, meditación asidua de las Sagradas Escrituras para que transformen vuestra vida y para que vuestra predicación sea coherente y creíble. Asimismo, declararéis el deseo de uniros cada día más a Cristo y ofreceros con Él por la salvación del mundo, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano según la tradición de la Iglesia. En la oración de consagración pediré al Padre Todopoderoso que renueve en vuestro corazón el Espíritu de santidad.
- Una santidad que el presbítero va alcanzando desde la configuración con Cristo sacerdote, edificando su cuerpo que es la Iglesia, cooperando con el Orden episcopal (cf. PO 12), y a través del ejercicio de la triple función de enseñar, regir y santificar. Enseñando como ministro de la Palabra; rigiendo y pastoreando al pueblo de Dios, es decir, sirviendo y dando la vida por las ovejas; y desde el ejercicio de su función sacerdotal, a través de la recitación del Oficio Divino, de la administración de los sacramentos, y especialmente representando a Cristo en el sacrificio de la Misa.
- La Eucaristía debe ser el centro de vuestra vida. La Eucaristía es centro y cumbre de la vida de la Iglesia y del ministerio sacerdotal. El contexto social y cultural que nos toca vivir es complejo y sujeto a una evolución continua. Por otra parte, las actividades pastorales son múltiples, y casi todas se presentan como urgentes. Es necesario entregarse hasta el extremo, dar la vida como el Señor; sin embargo, hay que saber priorizar, buscando siempre la voluntad de Dios, y no descuidando la oración ni la formación permanente. El Concilio Vaticano II ha señalado la caridad pastoral como el vínculo que da unidad a la vida del presbítero y a sus actividades, y la caridad pastoral brota sobre todo del sacrificio eucarístico que, por eso, es el centro y la raíz de nuestra vida. Por eso es la celebración de la Eucaristía la que dará unidad a nuestra vida y a nuestra acción pastoral. Una celebración que es a su vez descanso, reparación de las fuerzas y, sobre todo, nuevo impulso (cf. San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 31).
- En el evangelio que hemos escuchado, san Juan relata el encuentro de Jesús con los Apóstoles la tarde de Pascua; sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 23). El Papa Francisco subraya que el perdón «es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado» (Audiencia general, 19.II.2014). El pasado lunes pude dialogar con cada uno de vosotros, y al preguntaros por los aspectos que más os impresionaban del futuro ministerio, os referisteis a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la Reconciliación. El Santo Padre Benedicto XVI, en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis nos recuerda la relación intrínseca entre la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación (cf. nn. 20-21). El amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación. Y debido a esta relación entre ambos sacramentos, una auténtica catequesis sobre el sentido de la Eucaristía no puede separarse de la propuesta de un camino penitencial.
- La cultura dominante en nuestra sociedad tiende a borrar el sentido del pecado, a justificar lo injustificable, a trivializar los actos humanos y a favorecer una actitud relativista que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la comunión sacramental. Es deber nuestro promover una firme recuperación de la pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía, y fomentar entre los fieles la confesión frecuente. Los sacerdotes deben dedicarse con generosidad y competencia a la administración del sacramento de la Reconciliación.
- A pesar de las dificultades del momento presente, como sacerdotes debemos ejercitar el ministerio de la formación de la conciencia, del perdón y de la paz. Con los mismos sentimientos de Cristo, con sus mismas actitudes, inclinándonos con misericordia sobre los hombres y mujeres de nuestro tiempo que necesitan el perdón regenerador de Dios, la expresión de su amor misericordioso, al igual que nosotros mismos también lo necesitamos (cf. Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros n. 51).
- El Señor bendice a nuestra familia diocesana con cuatro nuevos presbíteros. Pedimos a Nuestra Señora de los Reyes, Madre y modelo de todo sacerdote, Mujer eucarística y Madre de reconciliación, que os acompañe y proteja en vuestro ministerio sacerdotal. Queridos Moisés, Fernando, Camilo, y Andrés, acogedla en vuestra casa, en vuestro corazón, como hizo Juan, el discípulo más joven. Que como ella podáis cantar las maravillas que hace el Señor en vuestra vida y a través de vuestro ministerio. Así sea.