Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses en la Coronación Canónica de Nuestra Señora y Madre de la Soledad. Parroquia de san Juan Bautista, de Marchena, 28 de septiembre de 2024.
Lecturas Domingo XXVI T.O.: Números 11, 25-29; Salmo 18; Santiago 5,1-6; Marcos 9, 37-42.44.46-47.
Antigua, Real e Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora y Madre de la Soledad y Triunfo de la Santa Cruz.
1. Saludos: Queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración: Sr. Párroco, Director Espiritual, Vicario Episcopal, Delegados Episcopales, sacerdotes concelebrantes, diácono; Antigua, Real e Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora y Madre de la Soledad y Triunfo de la Santa Cruz; representaciones de Hermandades; autoridades civiles y militares; hermanos y hermanas presentes en este día de la Coronación Canónica de Nuestra Señora y Madre de la Soledad, un día tan grande de fiesta para todos nosotros. Demos gracias a Dios y a María Santísima, por nuestra historia y tradición, por todos los marcheneros que nos han precedido en el camino, y nos han transmitido la fe en la Hermandad, en la parroquia y en la Villa de Marchena.
2. Coronamos hoy a Nuestra Señora y Madre de la Soledad. Una de las imágenes de Dolorosa de mayor relevancia histórica y artística de la Archidiócesis de Sevilla, obra de Gaspar del Águila, fechada en 1574, que procesiona en Semana Santa con sus manos entrecruzadas, orlada con su característica ráfaga en su paso de palio decimonónico y en medio de un conjunto de tradiciones peculiares de enorme valor devocional. La Virgen de la Soledad es todo un símbolo de unión para Marchena, y su coronación vendrá a reforzar este sentimiento de unidad, y quedará como un hito histórico en la vida de la Hermandad, que hunde sus raíces en el siglo XVI, y de la Villa ducal.
3. Qué podemos explicar a los marcheneros de la Virgen de la Soledad, gran referente devocional para Marchena, rodeada de tradiciones peculiares de enorme valor costumbrista y devocional, como las “moleeras”. Esta costumbre, según cuenta la tradición, va tomando cuerpo a lo largo de los años debido a que la imagen de la Virgen de la Soledad se guardaba en la Iglesia de Santa María de la Mota, dentro del recinto del Palacio Ducal, de modo que el pueblo apenas podía disfrutar de la imagen de la Virgen a lo largo del año. De ahí que su regreso al templo, durante la procesión de Semana Santa, lo alargaban todo lo posible. Actualmente el pueblo se sigue agolpando ante el paso de la Virgen y se le cantan saetas y se le recitan poesías hasta que el pueblo quiera.
4. Ella es verdaderamente Reina, por ser Madre de Dios, y porque fue asociada a su Hijo de un modo único, tanto en la vida terrena como en la gloria del cielo, por eso la coronamos. Esta tarde vamos a expresar de una manera especial nuestro amor de hijos y vamos a renovar nuestro compromiso de fidelidad en todas las circunstancias de la vida, porque sabemos que ella siempre nos acompaña con su protección. Hoy renovamos nuestro compromiso de “cernicaleros”, porque somos conscientes de que Nuestra Señora y Madre de la Soledad nos alienta en la fe que hemos recibido de nuestros padres, y nos impulsa para vivirla en el momento presente, a pesar de las dificultades, y para transmitirla a los demás, especialmente a los niños y a los jóvenes, algo tan importante para el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad.
5. Celebramos el Domingo XXVI del tiempo ordinario. El Evangelio que hemos escuchado contiene un significado profundo. Sucede que alguien, que no era de los seguidores más cercanos de Jesús, había expulsado demonios en su nombre. El apóstol Juan, joven y celoso como era, quería impedirlo, pero Jesús le responde: “No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. De este modo enseña a los discípulos que se puede colaborar con la causa del reino de Dios de diversos modos, y que Dios puede obrar cosas buenas y hasta milagrosas fuera de su círculo de apóstoles. Del mismo modo, los miembros de la Iglesia no debemos caer en los recelos, ni querer monopolizar la obra de Dios, y nos debemos alegrar si alguien externo a la comunidad obra el bien en nombre de Cristo, siempre que lo haga con respeto y con recta intención.
6. Incluso en el seno de la Iglesia misma, puede suceder que nos cueste valorar y apreciar las obras buenas realizadas por las diversas realidades eclesiales, cuando no son de los “nuestros”. Al contrario, todos y siempre debemos ser capaces de apreciarnos y estimarnos recíprocamente, alabando al Señor por el amor infinito que derrama sobre la Iglesia y el mundo. La imagen paulina del cuerpo expresa la solidaridad entre los miembros de la Iglesia, la necesidad de que cada miembro cumpla su misión específica, la cooperación imprescindible dentro de la unidad del conjunto buscando el bien común. La diversidad de los miembros y la variedad de las funciones no van en perjuicio de la unidad, como tampoco la unidad anula la variedad y multiplicidad de los miembros y de sus funciones.
7. En la segunda lectura escuchábamos la diatriba del apóstol Santiago contra los ricos deshonestos, que ponen su seguridad en las riquezas acumuladas a fuerza de abusos. El peligro de la riqueza consiste en que genera mecanismos de seguridad y de egoísmo. Las palabras del apóstol Santiago, a la vez que alertan del vano afán de los bienes materiales, constituyen una fuerte llamada a usarlos desde la perspectiva del bien común y la solidaridad, obrando siempre con equidad y moralidad, en todos los ámbitos y circunstancias.
8. Coronamos hoy a Nuestra Señora y Madre de la Soledad. Ella colaboró con su Hijo en la obra de la redención desde el principio hasta el final; ella cumplió la misión que Dios le había encomendado; una misión no exenta de dificultades y de sufrimiento. Nosotros también hemos recibido una llamada, y tenemos una misión en la vida, en el mundo, en la Iglesia, y la madre nos ayuda a cumplirla con fidelidad. Hoy, con la Coronación Canónica, nos comprometemos a que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestra Hermandad, en la villa de Marchena; y le pedimos que nos enseñe a responder con generosidad a la llamada de Dios, a caminar en la fe y la esperanza, a mostrar su piedad y misericordia especialmente a los pobres, a los que sufren, a los indefensos, a los más necesitados.
9. Queridos hermanos: hoy ofrecemos una corona para la Madre que tanto amamos, bajo cuya protección y amparo nos acogemos. Ahora bien, junto a la corona material, os propongo que le ofrezcamos una corona espiritual: la corona de nuestra conversión personal, de una vida de oración seria y continua, de la humildad en nuestras relaciones, de la actitud de servicio; la corona de la evangelización, de una sólida formación, de la defensa de la fe, del testimonio valiente de palabra y de una vida ejemplar; la corona del compartir, de la solidaridad, de contemplar a Cristo en el hermano necesitado y poner remedio a sus males. Así lo habéis llevado a cabo a través de la construcción de la “Casa de la Iglesia”, con una gran reforma y adaptación de locales para uso tanto de Caritas como de la catequesis de las parroquias de San Sebastián y San Juan.
10. Aprendamos a vivir como Nuestra Señora y Madre de la Soledad, Reina del cielo cercana a Dios, pero también madre cercana a cada uno de nosotros, especialmente a los más pequeños de sus hijos; una madre que nos ama y nos escucha, que nos guía y nos consuela. Le pedimos que sepamos acompañarla en sus dolores, imitar sus virtudes y vivir siempre cercanos a ella y a los hermanos que sufren. Así sea.
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