«Hay que vivir cada día con el gozo y la responsabilidad de la fe»

Archidiócesis de Sevilla
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Entrevista a Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.

Casi seis meses después de la clausura del Año de la Fe, monseñor Rino Fisichella (Codogno, Italia, 1951) desgrana en esta entrevista algunos recuerdos de un evento cuyo desarrollo se vio mediatizado por la renuncia de un Papa y la elección de su sucesor. Un acontecimiento que cogió a todos por sorpresa pero que, al mismo tiempo, el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización interpreta en clave de continuidad en la misión la Iglesia.

¿El Año de la Fe ha dado los frutos esperados?

A mí me parece que sí. La foto resultante tenía que ser de una vivacidad, una dinámica, una experiencia de fe… Y creo que por la experiencia que tenemos, por la relación de las diócesis que vienen aquí, nos dicen que ha sido una experiencia muy, muy positiva. Fue una necesidad de la Iglesia, de participar en una experiencia común y universal sobre un tema como la fe que es el tema de nuestro día.

¿Ha aumentado el número de peregrinos durante el Año de la Fe?

Si, han sido más de los ocho millones de peregrinos que han venido a Roma, al sepulcro de San Pedro. Es la respuesta más clara y evidente de la positividad de la experiencia.

Lumen Fidei, una encíclica en el Año de la fe ¿Con qué nos debemos quedar de este documento?

Como se sabe es una encíclica a cuatro manos, es decir, el Papa Benedicto la empezó y el Papa Francisco la acabó. Tiene una novedad muy importarte, evidencia la complementariedad entre Benedicto y Francisco. El núcleo fundamental de la encíclica dice que la fe viene del amor, aquí tenemos una originalidad teológica pero también una originalidad pastoral. Es decir, la fe viene del amor y el amor tiene la prioridad en la vida del creyente. De esta manera se puede comprender la continuidad del Papa Francisco sobre el tema del amor, y también la capacidad de la Iglesia en el mundo de hoy de hablar de una manera nueva, es decir, con el testigo del amor.

El Año de la Fe será recordado entre muchas cosas por la transición de un Papa a otro con una renuncia por medio ¿Qué efecto ha podido tener esto en su desarrollo?

Verdaderamente es muy difícil la respuesta. Ahora tenemos una experiencia intensa, dinámica con el pontificado del Papa Francisco, que ha hecho que el dolor de la renuncia, después de dos semanas se haya modificado en el gozo de la nueva elección. Piense en la reciente canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, ha sido una experiencia de continuidad de la iglesia ante el mundo.

Ha hecho referencia a las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II. Éste último un pontífice central en su vida.

Yo conocí a Juan Pablo II antes de venir de obispo porque trabajé en muchísimas ocasiones con él. Los encuentros con el Santo Padre fueron siempre una experiencia de fe, en el que comprobamos que por nosotros pasaba el tiempo pero por él no. Recuerdo que después de mi consagración episcopal como auxiliar de Roma, yo continué dando clases en la Gregoriana, donde llevaba veinte años enseñando. En un primer encuentro, junto al cardenal vicario, el Santo Padre me miró a la vez que hablaba con el cardenal y le decía: «Eminencia, monseñor Fisichella es el único obispo que continúa enseñando en la universidad». Yo escuchaba sin decir una palabra. Después de dos semanas se produjo otro encuentro y el Papa volvió a decirle al cardenal: «Eminencia, monseñor Fisichella es el único obispo que continúa enseñando» ¡Yo no sabía que pensar!, ¡no podía estar en silencio! Así que en un tercer encuentro, cuando el Papa repitió la pregunta le dije: «Santo Padre ¿no puedo continuar enseñando?» En ese momento, el Papa me miró a los ojos con un gesto muy amable, un gesto muy suyo, y me dijo «Si, monseñor Fisichella». Creo que el Papa quería decir que podía continuar enseñando pero que tenía que ser más obispo que profesor, y que tenía su permiso.

Háblenos de su primer encuentro con Papa Francisco ¿Qué mensaje le transmitió?

Fue un encuentro muy, muy interesante. La experiencia del Papa Francisco sobre la nueva evangelización es primaria en su vida. Él es el redactor del documento de Aparecida en el que habla de la nueva evangelización. En América Latina les gusta hablar de la misión continental, pero el contenido es el mismo, y en el vocabulario del Papa Francisco la expresión que más le gusta es ‘nueva etapa de la nueva evangelización’. El discurso con el Papa Francisco en la primera audiencia fue sobre la actividad del nuevo dicasterio y, después, sobre todo sobre el Año de la Fe.

El Papa recomienda que nunca nos abandone la fe y la alegría ¿Una receta para conseguirlo?

Hay que vivir cada día con el gozo y la responsabilidad de la fe. El gozo porque es un encuentro con Jesucristo, que es una persona viva con la que te puedes encontrar cada día no solo en la oración, en la liturgia y en la vida sacramental, sino también visiblemente en las personas con las que nos encontramos a diario. A mi parece que en una ciudad como Sevilla o Roma, en grandes ciudades de hoy, el hombre quiere un sentido de vida y si nuestro estilo de vida es coherente, es un testimonio del encuentro con Jesucristo.

Conoce el peso que tiene la piedad popular entre los fieles de Sevilla ¿Cómo valora esta realidad?

Este es un momento especial para la evangelización, como dice el Papa en su carta apostólica en la que habla dos veces de una manera muy profunda sobre la piedad popular como una expresión de la fe que se trasmite de generación en generación. Una tradición que permanece en la vida de una comunidad cristiana, en la que se puede ver la cultura de un pueblo y la unidad con la fe. Es una vía de catequesis, una vía de anuncio y una vía de evangelización que tiene que ser muy respetada, porque es la vida cotidiana, la cultura de un pueblo.

¿Con qué imagen del Año de la Fe se queda?

Mira (señala una de las librerías de su despacho). Con esa botella. Tiene en el interior el logo del Año de la Fe, y fue realizada por un prisionero en Manila que me la envió. Para mí esto resume el significado mayor del Año de la Fe, un sentido de libertad, de muchísima gente que tiene la libertad pero no sabe qué es la libertad, la verdadera libertad. Gente que no tiene la libertad pero quiere la misericordia, quiere el amor. A mí me parece que este es el signo de un mensaje de Manila, de una prisión de Filipinas, que llegó a Roma de una manera inesperada pero con el sentimiento de hacer de la fe un patrimonio de vida llamada a una verdadera libertad.

Autora: Ana Capote

Entrevista publicada en el nº 110 de Archisevilla Digital, del viernes 9 de mayo de 2014.

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