Hablamos de ecumenismo con Manuel Portillo

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

El ecumenismo es un empeño de toda la Iglesia que se concreta en pasos que abundan en la superación del recelo inicial entre las iglesias. Manuel Portillo es el delegado diocesano de Ecumenismo, Relaciones Interconfesionales y Relaciones con Iglesias Católicas Orientales. Gran conocedor y con mucha experiencia en el trabajo ecuménico, habla con entusiasmo y esperanza de lo que considera su pasión.

Después del Concilio Vaticano II la unión de las Iglesias cristianas ha adquirido una importancia relevante. ¿Qué es el movimiento ecuménico?

La palabra ‘ecumenismo’ viene del griego ecúmene. En el principio se refería a toda la tierra habitada. También se ha llamado ‘concilio ecuménico’ a todos aquellos concilios universales que ha tenido la Iglesia hasta el Vaticano II. Y existe otra significación a partir de 1910 que es el ‘movimiento ecuménico’, así llaman desde entonces a todos aquellos actos de tipo pastoral, espiritual, litúrgico, incluso doctrinal o teológico en los que participan todos los cristianos. ¿Qué persiguen? Persiguen la unidad plena y visible de la Iglesia; esa es la meta. El movimiento ecuménico incluye, primero, aspectos de conocimiento mutuo y encuentros mutuos; segundo, el plano doctrinal, convergencia en la doctrina. Existen multitud de documentos que reflejan estas reuniones entre Iglesias cristianas, grupos de teólogos católicos y protestantes, obispos ortodoxos, obispos católicos. Antes había diálogos de controversia. Cada grupo cristiano hacía su apología y resaltaba los puntos que nos desunían. Ahora hay una postura de diálogo, de conocimiento del otro y de intentar ver todas las posibilidades doctrinales que hay en común.

¿Cómo se formó?

Reunión de Edimburgo, 1910. Ese fue el comienzo oficial del Ecumenismo. En aquellos tiempos se habían extendido mucho las distintas Iglesias por todo el mundo. En los países de misión, en una misma calle había Iglesias de varias confesiones. Iban a evangelizar, pero cada uno para su Iglesia. En Edimburgo se levantó un joven asiático –no se sabe su nombre-, quizás de Corea, y dijo: «estamos agradecidos a los misioneros porque nos han predicado a Jesucristo, pero al mismo tiempo nos han predicado sus ‘ismos’: el protestantismo, el anglicanismo, el metodismo, el catolicismo… Por favor, pónganse de acuerdo en la Unidad; predicadnos a Jesucristo pero no a vuestros ‘ismos’ «.

Eso lo suscitó el Espíritu Santo. Fue un impacto para todos; eran misioneros, personas buenas que buscaban lo mejor para todos. La sociología ayudó a la teología. Ahí comenzó el movimiento ecuménico. Primero se formaron tres ramas: Consejo de Misiones, Consejo de Vida y Acción y Consejo de Fe y Constitución. Los tres nacieron allí porque se trataba de cómo arreglar lo que se había suscitado en la reunión; y propusieron cada uno de los Consejos como el mejor modo. El de Vida y Acción nació en Upsala. Nathan Söderblom, obispo protestante, decía: «la acción nos une, la doctrina nos divide; unámonos por lo social, porque el mundo lo necesita». El de Fe y Constitución fue constituido por el obispo anglicano Charles H. Brent, que era misionero en Filipinas; ése era más religioso e insistía en que había que hablar de la doctrina y de lo que nos une, para dar un testimonio unido. Y en 1948 nació el Consejo Ecuménico de las Iglesias formado por tres departamentos que eran los tres Consejos antiguos. Pertenecen a él más de 350 Iglesias cristianas. La Iglesia Católica entra en el ecumenismo a partir de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. No pertenece al Consejo Ecuménico de las Iglesias, pero colabora con él en el departamento de Fe y Constitución.

¿Podría decirnos algo significativo de los últimos Papas sobre el Ecumenismo?

De Juan XXIII…

Cuando estuvo de nuncio en Bulgaria y Grecia conoció de cerca a los orientales, esto le llevó espiritualmente a una sensación del diálogo con los hermanos cristianos. En 1959 anuncia el Vaticano II para acercar la doctrina al mundo de hoy y por la unión de los cristianos. Incluso hay una frase cuando muere que dice: «ofrezco mi vida por la Iglesia, por la unidad de los cristianos». Era para él un sentimiento de mucha cercanía. Este Papa, cuando comenzó el Vaticano II, reunió observadores de otras Iglesias, y eso fue maravilloso porque les daban todos los documentos, estaban presentes en todas las reuniones ecuménicas, estaban con los demás obispos. En uno de aquellos días Juan XXIII se reunió con todos los observadores cristianos. Lo hizo al mismo nivel, sentado en una silla como ellos, sin sobresalir en nada, y les dijo: «Yo soy José, vuestro hermano» (Gén.45, 4). Esa reunión ha continuado en el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio y ahora se les llama «delegados fraternos».

Hay un progreso incluso en el vocabulario. El vocabulario ecuménico ha enriquecido la vida de la Iglesia. No sólo hay doctrina, sino hechos. Hay unas palabras de Juan XXIII: «Es más lo que nos une que lo que nos separa» y hoy esa frase, esa doctrina, ha sido aplicada en las Iglesias cristianas, incluso los políticos la utilizan. La Iglesia ha sido maestra en una actitud de diálogo. También hubo una frase muy importante del Patriarca Atenágoras. Cuando Juan XXIII en una actitud abierta hacia los Hermanos dijo «no miremos quién tiene razón, sino que mutuamente nos unamos y seamos una Iglesia unida para dar al mundo un anuncio de Jesucristo», el Patriarca Atenágoras exclamó: «Hay un nuevo Papa, pues yo aplico al nuevo Papa estas palabras del Prólogo del evangelio de San Juan: Surgió un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan» (Jn.1, 6).

¿Una frase de Pablo VI que resuma su carisma ecuménico?

«Pido perdón por las ofensas mutuas que nos hemos hecho los cristianos a través de los siglos y también ofrezco mi perdón por las ofensas que hayamos recibido». Esto tiene una repercusión mundial, porque antes pensábamos que la Iglesia Católica no tenía que pedir perdón. El Concilio Vaticano II incluyó la frase del Papa (UR 7). En un encuentro ecuménico que tuvimos en Alemania estaba presente el presidente de la Iglesia Luterana, presidente de 70 millones de personas que se confiesan Iglesia Evangélica Luterana. Yo le pregunté: «¿Qué es lo que más le ha llamado la atención del Concilio Vaticano II?» Dijo: «las palabras de perdón que pidió el Papa Pablo VI por las dificultades que hemos tenido entre nosotros los cristianos y por los pecados de -en momentos de controversia- no escuchar al otro con paciencia, sino golpeándole, no físicamente, sino discutiendo con las palabras».

Y ¿qué diríamos del Papa Juan Pablo II?

Toda su vida fue una llamada a la unidad. Hay muchísimos discursos. En la Encíclica «Ut unum sint» (Para que todos sean uno) de 1999, el Papa dice todos los acontecimientos que ha habido en el proceso de la Unidad. En los cincuenta últimos años de la Iglesia hemos tenido más encuentros y se ha hecho más por la unidad que en mil años de separación. La frase de Juan Pablo II fue muy importante: «Yo pido que me digan cómo debo realizar el servicio Petrino para que sea aceptado por todos los cristianos». Fue un momento luminoso porque el Papa sabe que un impedimento del diálogo con los ortodoxos y los protestantes es el servicio Petrino, el primado de Pedro. Es como decirles que el primado de Pedro es un don que la Iglesia ha recibido, pero les preguntaba cómo realizarlo para que siga siendo un servicio aceptable para los demás hermanos cristianos. Y esto ha hecho mella. Hubo en Ravenna (Italia) un encuentro de ortodoxos y católicos y, por vez primera, dijeron lo mismo: Que si en una diócesis o eparquia hay un obispo que sirve a la comunidad, y lo mismo que hay un metropolita para un territorio que incluye varias diócesis, y lo mismo que hay un patriarca que reúne a un territorio determinado, debe haber también un servicio que unifique, que reúna a todos.

¿Y Benedicto XVI?

Sus libros sobre la vida de Cristo son un patrimonio, no solamente católico, sino ecuménico. Es un don de Dios, porque la cristología es el punto clave de la Iglesia y todo lo que él ha escrito lo aceptan los ortodoxos y los protestantes con alegría, porque en definitiva es lo que une al mundo: Jesucristo. En una ocasión tuve un encuentro con el Papa Benedicto XVI y me preguntó cuál era mi ministerio; le dije que trabajaba en ecumenismo y diálogo interreligioso. Me contestó: «Padre, eso es primordial».

Respecto al papa Francisco, comentar que ya ha recibido a todos los Patriarcas Ortodoxos en Roma: al Patriarca ecuménico Bartolomeos, al Patriarca Apostólico Armeno Karekin II, al Patriarca copto-ortodoxo Twadros II, al Patriarca griego de Alejandría Teodoro II, al Metropolita Hilarión representante del Patriarca Ruso Kiril, al Arzobispo de Canterbury Justin Welby, Primado Anglicano. Cuando le preguntan al papa Francisco sobre el ecumenismo responde: llevo nueve meses y he recibido… (y va nombrando a todos). Decía del patriarca Twadros II, copto-ortodoxo, que era muy místico porque, cuando llegaban a la iglesia para orar juntos, se descalzaba y allí se reconocían hermanos, se bendecían mutuamente y oraban en común. El Papa en «Evangelii gaudium» tiene párrafos maravillosos del diálogo interconfesional e interreligioso.

¿Hemos superado el recelo entre las Iglesias? ¿En qué hemos avanzado?

Antes era una desunión, incluso en los libros teológicos. Cuando se estudiaba en los seminarios y en las universidades hasta después del concilio, en los libros de teología que publicaba la BAC había tesis que no admitían los otros, como la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y se ponía la palabra «Adversario». Era una palabra de confrontación. Algunas Iglesias no tenían clara la doctrina cristológica. Hubo un acuerdo entre Juan Pablo II y el Patriarca copto-ortodoxo Shenouda III en 1973: «Os anunciamos con alegría que después de 15 siglos de divergencias tenemos la misma doctrina cristológica sobre Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre». Creerlo y haberlo firmado, recordando con dolor el pasado, pero viendo con alegría este reconocimiento, es un nuevo gran paso. Todo esto viéndolo las Iglesias…incluso las que creíamos que tocaban la herejía. Esto sirvió para que no les llamemos Iglesias no nestorianas o Iglesias monofisitas, sino Antiguas Iglesias Ortodoxas, que tienen la verdadera doctrina cristológica. Un patriarca copto-ortodoxo, tuvo también otra afirmación de que Jesucristo era verdadero Dios y verdadero hombre. La doctrina que une a los cristianos cara al mundo ganó una gran fuerza evangelizadora porque, dice el Concilio que la división entre los cristianos no es solamente un pecado, sino que es un obstáculo para la evangelización del mundo (UR 1).

[Declaración conjunta de Pablo VI y el Patriarca copto-ortodoxo Shenuda III sobre Cristología en 1973 y de Juan Pablo II y Mar Dinka IV, Patriarca Asirio de Bagdag, en 1994.]

¿Cuándo se comenzó a orar en común por la unión de los cristianos?

Las primeras jornadas de oración por la unidad tuvieron lugar desde 1910 a 1936. Entonces lo que se pedía era el «retorno»; estábamos unidos en la oración pero cada uno pidiendo cosas diferentes: los protestantes pidiendo que los católicos volviéramos a ellos, los ortodoxos que protestantes y católicos volviéramos a ellos y los católicos que todos volvieran a nosotros. El padre dominico P. Congar fue un pionero en ecumenismo. Dijo que más que doctrinas teológica lo que nos separaban eran culturas, años sin hablarnos, distanciamientos durante siglos; y el P. Couturier, francés de Lyon muerto en 1953, dijo: «debemos pedir la unidad como Cristo quiere y con los medios que El quiere». Antes pedíamos la santificación de los ortodoxos. Ya no se emplea la palabra RETORNO, ahora se emplea la «unidad de los cristianos».

Ha habido un encuentro en un monasterio del Líbano en el que se dijo que ahora era el acercamiento de las Iglesias. Con los anglicanos empezaron unas reuniones en 1925; fueron las reuniones de Malinas en las que estuvieron presentes los católicos y el cardenal Mercier y se decía que la unión no era absorción de Iglesias sino el camino de la unidad, reconociéndonos mutuamente en lo fundamental y aceptando las expresiones de esas Iglesias, como su forma de orar, y las convergencias en la doctrina. Los Ordinariatos han sido un ejemplo maravilloso de la Iglesia anglicana y la Iglesia católica.

¿Qué son los Ordinariatos?

Muchos anglicanos, con obispos incluidos, se han unido a la Iglesia católica. Forman un Ordinariato, que es como una diócesis no territorial sino personal. Existen en Inglaterra, en Australia, en Estados Unidos… Los que han venido conservan su riqueza espiritual, su historia, todo lo que es válido y puede ser aceptado. No se busca la uniformidad, sino la unidad en el pluralismo. Esto ha sido modélico, un paso grandísimo en el ecumenismo gracias a las reuniones de Malinas. Se dijo que para la unidad hay que perdonar y tener paciencia. A los obispos que han vuelto a la Iglesia católica no se les reconocía la validez de su ordenación desde León XIII. Este Papa formó un comité para que estudiara la situación y concluyeron que no eran válidas las ordenaciones anglicanas. Entonces, con gran dolor, los tenían que volver a ordenar sacerdotes y, si eran célibes, obispos, porque en la Iglesia católica y ortodoxa el obispo tiene que ser célibe. Sin embargo el obispo católico les dijo en su ordenación que «el tiempo que pasaron de sacerdotes anglicanos y como obispos, no fue un punto cero, fue una alabanza a Dios, una donación a Cristo que ellos habían hecho para el servicio de la comunidad». Esto como seguridad en lo teológico. Luego se puso de rodillas delante de los nuevos sacerdotes para que le dieran la bendición. El ecumenismo tiene que ser en la verdad y la caridad, no irenismo: nos unimos, estamos juntos y ya está. Tiene que ser un paso sereno, donde nos escuchemos serenamente. El P. Couturier, gran pionero también del ecumenismo, decía: «el ecumenismo no es un problema, es un misterio y hay que entrar en él de rodillas y con la oración», porque todo ayuda: encuentros, reuniones, oración, diálogo teológico, pero el principal agente del ecumenismo es el Espíritu Santo, dice el Vaticano II.

¿Los libros de texto actuales tratan el tema del ecumenismo?

Estamos viviendo un desarrollo espectacular. Tenemos aquí protestantes, han venido, del este, ortodoxos, la gente se equivoca en la nomenclatura… Hay que distinguir entre diálogo interconfesional y diálogo interreligioso. ¿Quiénes son interconfesionales? Las confesiones cristianas. En la universidad, en la facultad de Medios de Comunicación Social de la Universidad de Sevilla, fui invitado durante diez años a dar charlas, y una de las preguntas que hacían era: ¿Es lo mismo el diálogo con los protestantes y los ortodoxos que con los musulmanes y los budistas?. Los profesores, en su formación, ven el gran avance que ha habido, el desarrollo tan grande del ecumenismo pero van entrando progresivamente y profundizando en el convencimiento. Todo es mejorable aún.

¿Existen en Sevilla actividades ecuménicas?

En la Iglesia de Sevilla ha habido encuentros importantes, por ejemplo un encuentro de imanes, rabinos y católicos, en el cual estuve presente junto al Arzobispo D. Juan José y tres cardenales: Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos, Cardenal Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el patriarca latino de Jerusalén Fouad Twal, de Diálogo Interno. Un encuentro muy positivo donde estuvimos tres días reunidos. Un encuentro para disfrutar. Al final, nos reunimos en una mesa redonda al mismo nivel los judíos, musulmanes y católicos, en una actitud dialogante, benevolente, escuchándonos mutuamente. Durante la comida pusieron Kosher, plato típico judío. Tenemos también los encuentros en Enero durante la Semana de la Unidad y en Pentecostés. La semana de la Unidad es más universal, son más días y se reúnen todo tipo de personas. Este año, en el seminario tuvimos un encuentro con el arzobispo Mons. Asenjo,en el que participó la Iglesia ortodoxa-rumana, ortodoxa-armenia (o apostólica-armenia), ortodoxa-rusa, los anglicanos, y la Iglesia Evangélica Española. Hay unas 40 Iglesias protestantes y evangélicas en Sevilla. Procuramos que en la Semana de la Unidad haya representación de parroquias, como Santa Clara y San Agustín, el colegio del Santo Ángel, monasterios de clausura como el de El Espíritu Santo y el de Santa Paula, donde tenemos la divina Liturgia Siro-Malabar. Así están presentes distintos sectores de la ciudad. Procuramos que los encuentros de la Semana de la Unidad estén repartidos por las diferentes barriadas de Sevilla.

¿Tenemos en nuestra ciudad grupos católicos con espíritu ecuménico, laicos que se impliquen?

Creo que los laicos pueden colaborar mucho. Contamos también con el grupo de los Focolares que tienen ese sentido de búsqueda de la unidad y ellos colaboran. También el grupo de los neocatecumenales, porque tienen esa sensibilidad por la Biblia, por la liturgia. Todas las parroquias, comunidades religiosas, hermandades, colegios, asociaciones… celebran la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

Además de los encuentros programados ¿hay buena relación con estos hermanos?

Con motivo de la Pascua he ido a visitar a diferentes comunidades de cristianos de otras confesiones y judíos en nombre del arzobispo de Sevilla para transmitirles el saludo y mejores deseos en la Pascua cristiana. Con los judíos, en la sinagoga, hemos tenido un encuentro; les llevé una fotografía del Papa Francisco con un grupo de 20 judíos comiendo el plato típico con él; venían de Israel, Argentina, Estados Unidos, y han estado en Roma con motivo de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Esa foto del papa la han puesto en la cartelera de saludo que ellos tienen en su Sinagoga de Sevilla.

El Papa Francisco también ha escrito un libro con un rabino de Argentina. La actitud amistosa, yo diría que fraternal, es un avance grandioso. Antes decir a uno «judío» era la mayor ofensa; el Papa Juan XXIII fue el que suprimió la palabra «pérfido judío», y Juan Pablo II en la Liturgia del Viernes Santo dijo que los judíos son nuestros hermanos mayores,»porque fueron los de la Primera Alianza, los que han conservado todo el Antiguo Testamento». Hay un judío que me dice siempre que le gusta el salmo 22, y le digo: «lo reza usted en hebreo y yo en castellano, y lo oramos juntos». Los salmos se los debemos al pueblo de Israel que los ha conservado durante tantos siglos.

¿Colaboran en la pastoral diocesana las Iglesias Orientales Católicas?

Todo comenzó cuando Atenágoras mandó a Juan XXIII una cesta de dulces de Turquía, y el Papa le correspondió. El P. Portal, misionero Paul, se encontró en un balneario con el Lord anglicano Halifax, y los dos comenzaron un diálogo. Las Iglesias orientales llevan poco tiempo en Sevill. Hay católicos de rito bizantino, de Ucrania. Hace 11 años prediqué la Semana de Oración por la Unidad; entonces una señora se acercó y me dijo: soy católica de rito bizantino de Ucrania.

Me gustaría destacar la Semana mariológica ecuménica e interreligiosa que organizan los Carmelitas Descalzos. Allí participan ortodoxos, bizantinos, caldeos, luteranos y católicos. Además, reuní a los católicos de rito bizantino y celebramos la Liturgia en la iglesia de las Agustinas. Yo celebraba el rito latino pero las lecturas y los cantos eran de rito bizantino ucraniano. Para ellos fue una alegría porque podían vivir su fe plenamente. Y es que con ellos tenemos todo en común, incluso con los ortodoxos tenemos todo en común, tanto, que una vez, después de eso, tanto en Pascua como en Navidad, celebramos la liturgia latina con los cantos en su lengua y rito. En todo este tiempo de Pascua se saludan y yo me saludo con ellos: ¡Cristo ha resucitado! Y el otro responde: ¡verdaderamente ha resucitado!

¿La Archidiócesis facilita a otras confesiones cristianas medios o lugares para que puedan realizar sus cultos?

La Iglesia de la Misericordia, cerca de la Plaza de la Encarnación, una iglesia preciosa con cinco altares barrocos, se les ha cedido a los rumanos y ellos la disfrutan «ad usum». Tienen su culto el domingo a las once de la mañana. La Iglesia sigue siendo iglesia católica, incluso hay una hermandad.

Los armenios ortodoxos vienen cada tres meses y celebran en la parroquia de San Vicente porque allí está sepultado un obispo armenio católico. También celebran en las carmelitas de la C/ Santa Teresa.

¿Religiones no cristianas, como la comunidad judía, se pueden integrar en el movimiento ecuménico?

Cuando me uno a ellos en la oración del Sabbat, todo puede ser participado porque son oraciones bíblicas, son los salmos. Si rezamos la noche de Pascua, el libro del Éxodo y los Profetas son los libros que ellos leen y proclaman. Ellos son de la Primera Alianza, que no se ha roto, sigue válida, y nosotros somos de la Nueva Alianza. Dios sigue siendo fiel a lo que les prometió y sigue siendo un pueblo cercano a Dios. Cuando ellos dicen: «Escucha Israel el Señor es nuestro Dios…» Y se ponen la mano en el rostro, en los ojos, para que la palabra entre dentro de ellos profundamente, lo está creyendo el corazón y profesándolo los labios.

Juan XXIII fundó el Secretariado para la Unión de los Cristianos, que ahora se llama Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. También está el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. ¿Dónde están los judíos? En el primero, dentro de un apartado que dice: «para el diálogo con el Pueblo Judío». Es una deferencia que se tiene con el Pueblo Judío. La Iglesia tiene riquezas que muchos no conocen.

Yo di una vez una charla aquí, en el Palacio Arzobispal, a los capellanes de Hospital, y les comuniqué algunas experiencias en el hospital, gestos que se pueden tener: podemos leer con el protestante un pasaje del Evangelio, con respeto; si encuentran un judío, un salmo. Un día se puso enfermo un Imán musulmán de la mezquita; entonces fui a verle al hospital. Él oraba, siempre con sumisión a Alá; nosotros los cristianos tenemos más el sentido filial. Nos hicimos muy amigos. Yo suelo ir con clergyman y otro enfermo que estaba al lado advirtió que éramos amigos. Más adelante, este imán participa en encuentros interreligiosos.

Autora: Loli Ramírez

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