«Una experiencia diferente, única y preciosa». Estas son las palabras de Irene, una universitaria que ha decidido invertir cinco días de su verano en rehabilitar un convento del siglo XV, en plena Sierra Norte de Sevilla. Y es que Irene ha participado en el I Encuentro de Jóvenes Universitarios de Verano, organizado por el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS) en colaboración con el Movimiento Cultural Cristiano.
El Encuentro ha tenido lugar del 10 al 15 de julio, en el convento del Espíritu Santo, de Guadalcanal. En él, jóvenes de entre 20 y 25 años han ayudado en la reconstrucción y rehabilitación del recinto, en labores como la pintura de puertas y ventanas, la limpieza del huerto o la recuperación de la pared original de uno de los salones del convento.
La casa, que actualmente pertenece al Movimiento Cultural Cristiano, será inaugurada por el Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo, el próximo 4 de septiembre.
Los asistentes han podido disfrutar de una amplia oferta formativa, con varias ponencias a lo largo del encuentro:
El sábado disfrutaron de una conferencia acerca del papel de la religión cristiana en los orígenes del movimiento obrero. También recibieron una charla sobre la iglesia posconcilial.
El lunes, Ramón Valdivia, director del Centro de Estudios Teológicos (CET), impartió una clase magistral sobre la dimensión religiosa de la libertad en Bartolomé de las Casas.
Por último, el martes, el delegado diocesano de la Pastoral Universitaria y director del SARUS, Álvaro Pereira, participó en el plan formativo, aportando algunos apuntes sobre las Sagradas Escrituras.
También hubo tiempo para el ocio; Los universitarios realizaron diversas actividades en la naturaleza, como pasear por la sierra de Guadalcanal hasta llegar a La Capitana (un mirador que se sitúa en el punto más alto de la provincia), o una jornada en las cataratas y otra en la playa artificial del pueblo vecino, San Nicolás del Puerto, donde además, Álvaro Pereira ofició una misa en el entorno natural.
Los jóvenes tuvieron igualmente momentos de recogimiento, oración y ejercicios espirituales; todas las noches podían acercarse a Dios con diversas actividades, como la reproducción de la lectura de El Buen Samaritano o una vigilia de oración, en el último día del encuentro.
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