La imagen internacional de Venezuela, uno de los países históricamente más ricos y con mayores posibilidades naturales del continente americano, se ha instalado durante los últimos años en unos parámetros de crisis social cuya solución, si acaso, se atisba lejana. Al igual que sucedió en otros países de su entorno, la Iglesia Católica se ha ofrecido en reiteradas ocasiones como mediador entre los distintos actores de un conflicto político que tiene sus consecuencias más visibles en forma de represión, violencia callejera, hambre, desabastecimiento, carencia de medicamentos y un exilio imparable. Desgraciadamente, este ofrecimiento no ha encontrado el menor eco en instancias gubernamentales. Uno de los miembros del episcopado venezolano es monseñor Reinaldo del Prette, Arzobispo de Valencia, que ha pasado estos días por Sevilla, y que nos ha ofrecido sus valoraciones acerca de una problemática que amenaza con derivar inevitablemente en conflicto civil.
Raro es el día que no tenemos noticias de Venezuela. Informaciones que hablan de enfrentamientos en las calles, de hambre, escasez… ¿Es certero el análisis que sitúa a Venezuela al borde del conflicto social?
No hay ningún análisis que soporte la situación que estamos viviendo. Es una situación realmente dramática, de tragedia. Hambre, muchas muertes y falta de los insumos necesarios desde el punto de vista de la medicina. Hay un dato: jamás en mi vida, en 66 años de vida, nunca vi hurgar en la basura para poder comer algo. Eso nunca lo he visto yo en mi país, jamás.
En este clima social se ha hecho sentir la voz de la Iglesia. El último comunicado del Episcopado venezolano ha sido muy categórico.
Los obispos venezolanos hemos mantenido siempre una línea de crítica. Lógico, no entendemos por qué se ha caminado por un derrotero que a todas luces siempre ha evidenciado un sistema fracasado en todas partes del mundo donde se ha querido implantar.
¿Qué alternativa propone la Iglesia para sacar al país de esta situación?
Si la soberanía de un pueblo reside en un pueblo, y el pueblo es soberano, consúltese al pueblo si quiere mantener este camino o quiere cambiar. Una consulta, un referéndum consultivo. Más nada, no hay otra pregunta: ¿usted piensa que debemos seguir o debemos cambiar este camino?
De la lectura de los últimos comunicados de la Iglesia en Venezuela se desprende, de momento, que no tienen miedo a posibles represalias.
La verdad es la verdad, en este campo no podemos transigir. Cubrir la verdad… No, no… Lo que es evidente es que este régimen no es democrático, juega con la democracia a su conveniencia. No es democrático. Ya el presidente, el 14 de enero, habló de nuestros obispos, que estuvieron fuertes… Pero es la verdad.
¿De alguna forma se diluye la posibilidad de que la Iglesia desempeñe un papel mediador entre las distintas fuerzas políticas?
Siempre lo hemos hecho, pero no hemos tenido confianza de parte del gobierno nacional, ni del presidente Chaves ni del presidente Maduro.
¿Cuál ha sido la respuesta gubernamental ante esos ofrecimientos?
Ambos gobiernos, tanto el anterior como el actual, nos han tildado de que deberíamos convertirnos en un partido político, que deberíamos pertenecer a la derecha venezolana, que deberíamos inscribirnos como partido de la Conferencia Episcopal dentro de la MUD -la Mesa de la Unidad Democrática-. Son cosas para nosotros medio folclóricas, no tienen razón de ser ese tipo de expresiones. A la larga sentimos que el actual gobierno no nos siente como la posibilidad, aún remota, de ser como intermediarios.
El panorama no es muy alentador
No se siguen las reglas del juego de la democracia, que es la Constitución. La Constitución se juega como ellos quieren, y eso siempre va a encontrar a la Iglesia en contra.
¿Este enfrentamiento obstaculiza de alguna manera la labor de la Iglesia a favor de la gente que peor lo está pasando en Venezuela?
Cáritas nacional, Cáritas diocesana y Cáritas parroquiales, todas las Cáritas internacionales, están pendientes de que abran el canal humanitario, para llover, usando una expresión quizás exagerada, la ayuda internacional. Pues eso no se le puede tocar al presidente. Se lo tocaron la última vez, hace un mes en una entrevista, y dijo: Cáritas de la Iglesia Católica está sesgada, los números que da Cáritas, sobre todo en el problema de la infancia, de desnutrición altísima que tienen nuestros niños venezolanos, no es una opción, y ni siquiera se debe escuchar a Cáritas.