Encuentro del Arzobispo con Vida Ascendente

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

El Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, tiene previsto un encuentro con el movimiento Vida Ascendente el próximo 29 de septiembre, a las doce del mediodía, en la iglesia Santa María la Blanca.

El Movimiento eclesial para jubilados y mayores Vida Ascendente forma y orienta a sus miembros en una dirección plenamente evangélica. En los grupos, presentes en 25 parroquias de nuestra Archidiócesis, se profundiza en el conocimiento de Cristo y del Evangelio, se cuida y fortalece la amistad, y siempre se tiene en cuenta el anuncio del Evangelio con la palabra y, sobre todo, con el testimonio de vida.

A continuación, reproducimos una reflexión del consiliario del movimiento, Manuel Mateo Fraile:

ATENCIÓN A LOS MAYORES

La pastoral que nuestra Iglesia lleva a cabo no puede ser otra que una pastoral inspirada en el evangelio. Nuestra fe nace del Evangelio y se alimenta de él. Lo cristiano es lo más profundamente humano, porque Jesús fue hombre y vivió nuestra vida humana y de él aprendemos cómo vivirla. El Evangelio es como la savia de todas las actividades de la vida cristiana, todas parten de él y todas vuelven a él.

Para la Iglesia, lo verdaderamente importante es el anuncio del Evangelio de Jesús. Un anuncio que se puede hacer de mil formas distintas y tiene que ir dirigido a niños, jóvenes, adultos y mayores. En el proyecto de Jesús, nada ni nadie queda fuera de su inspiración y en todo debe hacerse patente su espíritu de justicia, fraternidad, misericordia y amor.

Es evidente que la inmensa mayoría de las personas con la que nos encontramos en la eucaristía dominical y diaria y en los actos de culto en nuestras parroquias, son personas mayores. Mujeres y hombres de fe recibida desde el seno de sus madres. Hombres y mujeres, muchos de ellos viudas y viudos, necesitados de afecto, amistad, compañía, cercanía, cariño.

Nuestra Iglesia recibe mucho de estas personas mayores. ¿Qué sería de muchas de nuestras parroquias sin estas personas mayores? Ellos son testigos del pasado, inspiradores de sabiduría para el presente y el futuro. Sin estas personas mayores le falta algo fundamental a nuestra sociedad y a nuestra Iglesia.

En no pocas familias, los mayores son tomados como una carga y una fuente de sufrimientos por sus debilidades, sus enfermedades, sus achaques…, pero son unos verdaderos tesoros. Ellos y ellas ejercen una función fundamental en las familias de hoy. Abuelos y abuelas ejercen de auténticos catequistas de sus nietos, transmisores de la fe y del amor en sus familias.

Se dice que los niños y los ancianos construyen el futuro de la humanidad. Los unos se enriquecen con los otros: los niños dan esperanza y futuro; los ancianos dan experiencia y serenidad, contagian confianza, dando aquello que después de tantos años acumulados han visto que es lo más fundamental. Cuando no se da importancia a unos y a otros al mismo tiempo, el futuro está comprometido. “Los mayores son el tesoro más grande, el patrimonio de la humanidad más bello y el que mejor garantiza el crecimiento y desarrollo de la persona humana desde su niñez hasta su muerte”. La Iglesia nunca debe descuidar a los mayores, porque ellos siguen siendo hijos e hijas de Dios y hoy pueden ser los mejores educadores de la fe de sus nietos.

Dice el Papa Francisco que nuestra Iglesia debe ser un hospital de campaña donde se curen las heridas y los sufrimientos de tanta gente. Nuestros mayores, mejor que nadie, saben acariciar y curar las heridas que encuentran en los que les rodean.

Debemos hacer lo posible porque estén a nuestro lado, no los retiremos tan fácilmente a las residencias. Es necesario y hasta urgente tener especialistas en acariciar y curar las heridas profundas del hombre. Los mayores son especialistas en esta tarea, pues ellos son testigos del pasado y maestros de sabiduría para el presente, cimientos fuertes del futuro y nos ayudan a clarificar la escala de valores humanos. Nos hacen ver la continuidad de las generaciones y crean puentes rompiendo barreras entre las generaciones. Regalan cariño, comprensión, amor con sus ojos, palabras y caricias.

Manuel Mateo Fraile

Consiliario de Vida Ascendente

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