ENTREVISTA
JOSÉ ÁNGEL MARTÍN, VICARIO EPISCOPAL PARA LA VIDA CONSAGRADA
La solemnidad de la Santísima Trinidad enmarca la celebración de la Jornada Pro Orantibus, un día que la Iglesia dedica a “los que rezan”, como se les menciona al comienzo del mensaje de este año de los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. Hablamos de la vida contemplativa, una realidad que cuenta con una importante implantación en la Archidiócesis de Sevilla. El sacerdote encargado de atender a estas comunidades desde la curia diocesana es José Ángel Martín.
¿Cuántas personas conforman este sector orante de la Iglesia en Sevilla?
La verdad es que hay un gran número de mujeres que rezan día y noche por nosotros. En torno a quinientas personas.
En Sevilla ya no tenemos comunidades masculinas…
No, desde que se cerró el convento de San Isidoro, en Santiponce.
No resulta extraño encontrar a mujeres procedentes de otros continentes en nuestras comunidades de vida contemplativa ¿Qué aportan a la Iglesia en este Occidente posiblemente cada día más necesitado de aires nuevos?
La universalidad, la catolicidad de la Iglesia. Vemos que en un convento hay varias nacionalidades, mujeres que han sido llamadas para rezar continuamente y alabar al Señor.
Los obispos se refieren a estas religiosas como “faros” que iluminan el camino de los hombres y mujeres de nuestro tiempo ¿Qué lecciones podemos sacar de su testimonio?
Son vidas consagradas. Como dice san Pablo, son vidas escondidas en Cristo. Estas hermanas lo dejan todo y se van a un convento de vida monástica, para rezar, para estar con el Señor. Si el Santísimo es el faro en la Iglesia, ellas están totalmente unidas a ese faro, es algo que da sentido a su vida religiosa.
¿Somos realmente conscientes del poder de la oración?
Creo que ahora mismo sí. Van muchas personas a los conventos de clausura pidiendo oraciones por enfermos, por necesidades de todo tipo. Incluso vemos cómo los que se van a casar siguen llevando huevos a los conventos de las clarisas para que les haga buen tiempo.
El Papa acaba de advertir del riesgo de privatizar la fe. Concretamente habla de los “falsos apoyos” que sólo nos alejan más de Dios ¿Un remedio podría pasar por emular el estilo de vida orante de las monjas de clausura? ¿Es posible en un contexto alejado del silencio de los monasterios?
El silencio, si es trascendente. No es un silencio por el silencio, sino que está para que el Señor nos hable. No es para calmar nuestra mente, nuestro corazón o alcanzar otra cosa. Así lo hacen las monjas contemplativas.
Quizás tenemos una imagen distorsionada de las monjas de clausura ¿Tan apartadas están del mundo como para no saber lo que pasa en la calle?
Ellas saben qué pasa en el mundo. No están insertadas en mundo del “ya”, de las tecnologías de los medios de comunicación, pero sí saben cuáles son los grandes problemas que hay en el mundo. Conocen las realidades sociales y eclesiales en las que estamos viviendo.
¿El hecho de que cada comunidad dependa de su superiora de congregación, qué margen de maniobra deja a las diócesis a la hora de colaborar con ellas?
Es verdad que son conventos autónomos, la superiora, abadesa o priora es la que tiene la última palabra. El señor arzobispo acompaña en todas las necesidades a las monjas, y para eso me ha puesto como vicario episcopal. Pero en temas de gobierno, en llevar la casa, en el día a día, ella, junto con el consejo, es soberana, y el señor arzobispo no puede entrar a no ser que haya un grave escándalo.
¿Cómo se encara la celebración de esta Jornada Pro Orantibus dentro del contexto jubilar?
Este año lo viviremos como siempre, en los conventos de clausura, ya que todas las hermanas de vida contemplativa salen para la celebración del Día de la Vida Consagrada, el 2 de febrero. Esta la viviremos en los conventos, y se organizarán cosas especiales para ellas: vigilias de oración, visitas a los que tienen museos, exposiciones del Santísimo, Eucaristías, etc.
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