Ya lo dijo San Agustín y nadie ha podido llevarle la contraria. La música y el canto son esenciales en las celebraciones litúrgicas, no son un mero adorno, sino que se trata de la oración hecha música, de la palabra cantada. Pero no vale cualquier canto para cada celebración o para cada tiempo litúrgico.
En la misa y en los demás sacramentos, cada canto tiene su sentido y su lugar. Y en Pascua estos cantos deben destacar la victoria de Jesucristo sobre la muerte. Se trata, en su mayoría, de composiciones medievales, cuya autoría es anónima, perteneciente al repertorio gregoriano.
El Cantoral Litúrgico Nacional ofrece un amplio repertorio de cantos pascuales que, desgraciadamente, son poco conocidos y que deberían difundirse para no minimizar la celebración de la resurrección.
¡Aleluya!
Es el canto pascual por excelencia. Aleluya significa ‘Alaben a Yahvé’, y en la historia del cristianismo ha sido una aclamación pascual: ‘¡Alaben a Yahvé porque Jesucristo ha resucitado!’. Esta aclamación antes del Evangelio prepara a la escucha de la Palabra. Durante la Cuaresma no se canta, sino que se retoma en la Vigilia pascual y se prolonga en la Octava de Pascua y todo el tiempo pascual, pasando por la fiesta de la Ascensión del Señor, hasta la fiesta de Pentecostés. Durante toda la Pascua deben cantarse cantos de resurrección y en la Ascensión y Pentecostés se agregan cantos propios al Espíritu Santo.
Otros cantos pascuales
Destaca el Salmo 117 en el que se repite una estrofa que oímos durante la Semana de Pascua: “La piedra que desecharon los arquitectos; es ahora la piedra angular”. Igualmente es interesante el canto ‘Ofrezcan los cristianos’, que se canta en la secuencia de la misa del domingo de Pascua. Por último, las apelaciones a la Virgen también cambian, siendo la Salve sustituida por el Regina Caeli.
