El Arzobispo de Sevilla aboga por un acompañamiento personalizado a los jóvenes y presentarles la fe sin complejos

Archidiócesis de Sevilla
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El Arzobispo de Sevilla inauguró el pasado viernes el III Encuentro Nacional de Jóvenes Cofrades que ha tenido lugar este fin de semana en la capital andaluza, con una ponencia titulada ‘¿Qué pastoral juvenil queremos en nuestras hermandades?’.

Mons. Asenjo Pelegrina ha desarrollado su ponencia tomando como referencia «observaciones personales, reflexiones, lecturas, datos estadísticos, diálogos y cambios de impresiones con mis vicarios, con mis sacerdotes y con mis hermanos obispos en la Conferencia Episcopal», y ha partido de una evidencia: «las hermandades tienen juventud y debo reconocer que mientras muchas parroquias apenas la tienen y, en consecuencia, tampoco tienen una pastoral juvenil organizada, la mayor parte de las hermandades tienen jóvenes». En este sentido ha destacado que «son muchas las que los cuidan y procuran formarlos, tienen catecumenados de confirmación y sesiones serias de estudio y formación, siendo muy conscientes de que el acompañamiento de los jóvenes es la mejor inversión, pues son el futuro de la hermandad y de la Iglesia».

A continuación ha lamentado la existencia de corporaciones que apenas se preocupan de formar a sus jóvenes «y que en el mejor de los casos se limitan a instruirlos en la liturgia cofrade, en las tradiciones y costumbres de la hermandad, descuidando la formación doctrinal y espiritual». Al respecto ha recordado que durante varias décadas se ha practicado «una pastoral juvenil débil y poco consistente, a veces reducida a actividades de ocio y tiempo libre». Una pastoral que «ha olvidado la propuesta explícita de seguimiento de Jesucristo y la formación espiritual y doctrinal y de los jóvenes». Ha añadido que de ahí han surgido voluntarios, «a veces con una escasa identidad eclesial, pero no cristianos y discípulos de Jesús».

«Propuestas radicales presentadas sin complejos»

El Arzobispo se ha felicitado por el cambio experimentado en las últimas décadas, una renovación propiciada en parte por las Jornadas Mundiales de la Juventud y el estilo de los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco en sus contactos con los jóvenes, concretamente por «sus propuestas radicales presentadas sin complejos». Al respecto ha subrayado cómo la respuesta de los jóvenes hace tiempo que ha hecho reflexionar a muchos responsables de este sector pastoral, hasta el punto que hoy hay más sacerdotes dispuestos a asumir esta pastoral «difícil y a veces ingrata». «Sin procesos serios de iniciación cristiana, que lleven al encuentro personal con Jesucristo, y desde el cual se articulen compromisos de servicio, voluntariado, etc., estamos perdiendo el tiempo», ha añadido.

Las «seducciones» de los jóvenes de hoy

A continuación ha reflexionado acerca de la situación religiosa de la juventud. Por un lado ha constatado la opinión de sociólogos y pastoralistas que afirman que hay muchos jóvenes «hechizados por ofertas engañosas, por mitos efímeros y falsos maestros», que son hoy víctimas de múltiples seducciones. El Arzobispo ha enumerado estas seducciones: la seducción de la noche, de lo material, de lo inmediato, la seducción por lo gregario –»por estar juntos, por hacer lo que hacen los demás, y que en muchas ocasiones conduce a la despersonalización alienante»-, y la tendencia a rechazar lo institucional, «por ejemplo la Iglesia, y todo aquello que nos liga y compromete, con la casi única excepción de la familia, con tal de que tolere el estilo de vida de los jóvenes de hoy y les garantice un cierto confort y seguridad material». Ha aludido también a pronunciamientos de sociólogos que advierten del interés reciente de los jóvenes por las llamadas «religiones civiles» -la ecología, el deporte, el culto al cuerpo, etc.-, «que son para muchos como un sustitutivo de Dios», ha añadido.

«Una pastoral juvenil light, fragmentaria y reduccionista»

Posteriormente, el Arzobispo ha abordado la situación de los jóvenes que participan en grupos de fe. Partiendo del reconocimiento de que hay grupos de jóvenes «magníficos, bien orientados, piadosos, conscientes de lo que significa ser cristiano hoy», lamenta que haya «grupos mal orientados por una pastoral juvenil light, fragmentaria y reduccionista, grupos con escasa formación y práctica cristiana, con una identificación eclesial muy tenue». En este sentido ha apuntado que estaríamos ante «la secularización interna de la Iglesia, que afecta también a la pastoral juvenil», algo que se materializa en el plano eclesial con grupos que funcionan con esquemas asamblearios, «con una marcada tendencia a ser ellos quienes definen los contenidos de la fe y de la moral». Ha ilustrado sus afirmaciones con datos relativos a afirmaciones que hacen alumnos que cursan Religión en Bachillerato, y ha reiterado la necesidad de una formación en la fe «seria, que estructure cristianamente la personalidad de los jóvenes», y que parte de «una fuerte experiencia de Iglesia». «Hoy, más que nunca, es preciso regenerar el humus cristiano de los jóvenes y ayudarles para que asimilen los valores y contenidos esenciales del Evangelio, sin los cuales no es posible tener una personalidad cristianamente estructurada y, mucho menos, comprometerse en el seguimiento del Señor y en el apostolado», ha afirmado.

Entre las carencias del actual sistema educativo en materia religiosa, ha advertido del déficit de catequización y de una seria iniciación cristiana, «porque en muchos casos no la han recibido en la familia y la preparación para la primera comunión e, incluso, para la confirmación, ha sido muy light».

Hablar a los jóvenes de Dios

El Arzobispo ha propuesto remedios para esta situación. En primer lugar ha afirmado que los jóvenes necesitan «que les hablemos del Dios vivo y verdadero, que nos ama y a quien hay que amar sobre todas las cosas como valor supremo, buscando su voluntad y entregando la vida en su servicio. Hemos de hablarles –ha añadido- de un Dios personal, en lugar del concepto teísta o panteísta que no es infrecuente en la juventud». En suma, se ha decantado por mostrar «un Dios al que no podemos manipular, que no es el abuelito consentidor de nuestros caprichos, sino el padre que me hace crecer en responsabilidad y que espera mi respuesta».

En segundo lugar, ha subrayado la necesidad de hablar a los jóvenes de Jesucristo, «al que es preciso anunciar con obras y palabras». A su juicio, la presentación en la catequesis o en la pastoral de un Cristo como mero modelo ético –»luchador por la justicia, solidario, comprometido e incorruptible al servicio de la verdad»- no conmueve el corazón «por más que sea modelo admirable de conducta y compromiso».

En tercer lugar, ha apuntado la conveniencia de hablar también a los jóvenes del Espíritu Santo: «Sólo aquel que se va adentrando en los caminos del Espíritu es capaz de abrirse a sus inspiraciones y vivir comprometidamente su vocación cristiana».

Iniciar a los jóvenes en el amor a la Iglesia

Por último ha destacado la necesidad de hablar a los jóvenes de la Iglesia, «como realización verdadera, aunque incompleta, del Reino de Dios». En este apartado ha subrayado que el sentido de pertenencia eclesial ha de ser «efectivo y afectivo»: «Hemos de iniciar a los jóvenes en el amor a la Iglesia. De ahí surgirá la búsqueda de su puesto en la Iglesia, y la alegría de servir a los demás en ella y desde ella».

Mons. Asenjo se ha detenido en este último apunte, y ha hecho hincapié en la imagen de la Iglesia que muchos jóvenes reciben de los medios de comunicación social, «muy fragmentaria, negativa, sesgada y desfigurada, pues a veces la presentan como una institución perniciosa, enemiga del progreso y de la libertad individual, imagen que no se corresponde con la percepción que tenemos los que vivimos en ella y desde ella». En este sentido ha abogado por desmontar prejuicios y mostrar el verdadero rostro de la Iglesia, así como por la conveniencia de insistir en «la objetividad de su fachada externa», que ha calificado como «mucho menos repulsiva y mucho más amable que lo que nos muestran los medios, que normalmente sólo destacan los aspectos más periféricos y escandalosos».

En su ponencia ha señalado también que a los jóvenes hay que hablarles de la vida eterna, hay que «insistir y predicar» sobre la conversión, la realidad del pecado, la lucha contra el pecado, la ascesis, la formación de la conciencia, «y otros valores tan poco cotizados como la educación para la castidad, la austeridad, el valor del sacrificio, de la mortificación y de la cruz». Ha dedicado otro capítulo de su ponencia a la iniciación a los jóvenes en la vida sacramental, en la confesión frecuente, en la experiencia de oración, ayudarles «a gustar la Santa Misa, a participar fructuosamente en ella», y «a saborear el culto eucarístico fuera de la Misa, la visita al Santísimo, la adoración eucarística».

Ha concluido sus recomendaciones a los jóvenes con una invitación a formarse en la Doctrina Social de la Iglesia y a asumir «las actitudes básicas cristianas». En este sentido ha apuntado la importancia de «iniciar a los jóvenes en la experiencia de la generosidad y el servicio gratuito, en las visitas a enfermos y ancianos y en la atención a los marginados, tanto durante el curso, como especialmente en el verano en los campamentos o campos de trabajo. De este modo, el ejercicio de la caridad cristiana desarrolla en ellos su capacidad de generosidad y es un ámbito privilegiado para entusiasmarse en el seguimiento de Cristo».

«Es preciso que nuestros jóvenes se impliquen en la construcción de la nueva civilización del amor a la búsqueda de una sociedad más humana, justa y fraterna, tal y como Dios la soñó. Creo que incluso no sería un despropósito formar a nuestros jóvenes para que asuman un compromiso en la política a la búsqueda del bien común desde una perspectiva humanista y cristiano», ha añadido.

Otro campo de actuación para los jóvenes de hoy es, a su juicio, el compromiso apostólico y su implicación en la evangelización: «La Nueva Evangelización no se podrá hacer sin los laicos; no se podrá hacer, sobre todo, sin los jóvenes, llamados a enseñar lo que a ellos les ha acontecido en su encuentro con Jesús, que en Él han encontrado la luz, el sentido de la vida y la esperanza, la esperanza que nuestros jóvenes deben transmitir a tantos hermanos nuestros, que viven anclados en la angustia, la frustración y la desesperanza, llenos de heridas tan diversas y tan dolientes».

El papel de los responsables de pastoral juvenil

En la parte final de su ponencia ha abordado el papel que corresponde a los responsables de la pastoral juvenil: «lo primero que tenemos que hacer es acercarnos a los jóvenes y sembrar la semilla, sembrar generosamente y por doquier, aprovechando todas las circunstancias, oportuna e inoportunamente, para sembrar, con un estilo incisivo, sin demasiado pudor o vergüenza». Ha advertido de la influencia negativa del ambiente y ha apostado por el acompañamiento personalizado, por la fuerza del testimonio, ya que el joven necesita «apoyos favorables, que contrarresten las influencias negativas del ambiente o la falta de generosidad». Aquí ha subrayado la implicación del sacerdote así como de los laicos, y ha puesto el ejemplo de los diputados de juventud de las hermandades.

Finalmente, ha invitado a los jóvenes a vivir su fe en el seno de una comunidad: «Se vive en la Iglesia, desde la iglesia y con el arropamiento de la Iglesia, algo absolutamente necesario en nuestra sociedad secularizada, en la que es difícil perseverar sin el apoyo y el abrigo de la Iglesia».

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