Del 26 al 28 de septiembre, Utrera acogió el II Congreso Nacional de Hermandades de los Gitanos. La misa inaugural, celebrada en la Plaza de Abastos de la localidad, fue presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses y concelebrada por sacerdotes vinculados a la Pastoral Gitana de la Archidiócesis.
“Qué signo tan extraordinario: celebrar juntos, en este espacio público, frente a la ciudad, nuestra fe y nuestra esperanza”, dijo el arzobispo al inicio de su homilía. “Este año, además, conmemoramos un aniversario cargado de historia y de significado: los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España. En 1425 comenzó en esta tierra un camino que ha sido, muchas veces, difícil, pero también fecundo en testimonio cristiano”. Monseñor Saiz Meneses animó a los miembros de las hermandades gitanas de España congregados en Utrera el pasado fin de semana a pedir al Señor “que nos enseñe a reconocer su presencia en nuestra historia y nos impulse a caminar juntos, sin exclusión, como Iglesia que abraza a todos sus hijos”.
Ante la imagen de la Esperanza, de la Hermandad de los Gitanos de Utrera, don José Ángel añadió que, para el pueblo gitano, “que ha transitado a menudo por caminos de itinerancia, esta sabiduría divina es consuelo y fortaleza: no se trata de adquirir un privilegio, sino de dejarse transformar por el Espíritu para ser signos de nueva humanidad, de comunión fraterna, de reconciliación”. Así, “María, como madre de la santa esperanza, fue modelo de esa sabiduría vivida. Ella acogió la Palabra y la conservó en su corazón; caminó siempre confiada, también ante lo desconocido. Ella es madre del creyente que busca sabiduría”.
Propuso a la comunidad gitana presente en Sevilla “que caminéis unidos en la Iglesia diocesana, que trabajéis en la formación en la fe y en la cultura, que sanéis vuestras heridas, que promováis vuestras expresiones culturales evangelizadoras, que estéis atentos a los más pequeños y vulnerables, que cultivéis la esperanza en las pequeñas cosas de lo cotidiano”.
El arzobispo de Sevilla destacó durante la celebración eucarística las figuras del beato Ceferino Giménez Malla, ‘El Pele’, y Emilia Fernández Rodríguez, ‘la Canastera’. “Son los primeros gitanos beatificados, mártires de la fe. Se dice que Ceferino murió con el rosario en la mano, mientras gritaba su fe: “¡Viva Cristo Rey!”, ante un sacerdote que era arrastrado por las calles, dijo: “¡Madre de Dios! ¡Tantos hombres contra uno y además inocente!”. Fue acusado injustamente, llevado a prisión, pero nunca renunció a su fe. Las vidas de Ceferino y Emilia nos enseñan a ser cristianos coherentes: orantes, participantes en los sacramentos, comprometidos con la justicia y la fraternidad. La Iglesia los propone como modelo de santidad. El mensaje de salvación no conoce fronteras de raza o cultura, porque Jesucristo es el Redentor de los hombres de toda tribu, estirpe, pueblo y nación”.
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