Dos presos sevillanos ganan la indulgencia plenaria en el Jubileo de los encarcelados en Roma

Archidiócesis de Sevilla
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En torno a unas mil personas privadas de libertad, provenientes de las cárceles de una docena de países, se concentraron el pasado día 6 de noviembre, en el Vaticano, para celebrar el Jubileo de la Misericordia. Junto a ellos, le acompañaban miles de miembros de la Pastoral Penitenciaria de los países participantes, así como funcionarios y personal colaborador.

El encuentro jubilar fue en la Basílica de San Pedro, donde el papa Francisco presidió una Eucaristía en la que participaron más de cuatro mil personas y en la que concelebraron unos doscientos sacerdotes, estando presentes una docena de Obispos.

Un evento en el que también participó la Delegación diocesana de Pastoral Penitenciaria, que acompañó a dos presos al jubileo – uno de Sevilla I y el otro del CIS-, no sin atravesar ciertas dificultades provenientes de Instituciones Penitenciarias. “Hay que agradecer la labor realizada desde Madrid por parte de Florencio Roselló, Director del Departamento Nacional de Pastoral Penitenciaria de la CEE, de la Subdirección de Tratamiento del C.P. de Sevilla I, así como de la Dirección del CIS que hicieron posible que estos dos internos pudieran asistir a este encuentro con el papa Francisco”, asegura Pedro Fernández Alejo, delegado diocesano de esta Pastoral. Además, también participaron una funcionaria del CIS y otro funcionario de Sevilla I, así como por tres voluntarios de la Capellanía.

El sábado, 5 de noviembre, la Delegación española, con más de ciento cincuenta participantes, junto a la Delegación portuguesa, se concentró en la Iglesia Jubilar de San Juan Bautista dei Fiorentini. Allí hubo momentos de oración, con exposición del Santísimo y celebración del Sacramento del Perdón. Posteriormente, la comitiva partió en peregrinación hasta la Puerta Santa, guiados por la Cruz del Peregrino, entre cantos y oraciones.

Ya el domingo, tuvo lugar una presentación de testimonios de presos, funcionarios y policía nacional, manifestando sus sentimientos, sus vivencias y sus experiencias de fe en situación de privación de libertad. Posteriormente, tuvo lugar la Eucaristía presidida por el pontífice que “fue vivida con intensidad –confiesa Fernández Alejo- y, más aún, la expectación que suponía escuchar las palabras del Papa en la homilía”. “Ha sido una experiencia inolvidable –continúa-. El grupo estuvo muy bien cohesionado y en armonía total, con un espíritu de unidad y sintiendo la gran satisfacción y alegría por haber compartido juntos una experiencia humana y de fe tan maravillosa”.

“Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente la misericordia del Padre”

Por su parte, en la homilía Francisco reflexionó sobre el Dios de la esperanza, “quien no abandona a nadie, ni siquiera cuando se ha infringido la ley y es condenado a pagar un alto precio que afecta a su dignidad más profunda”. También aseguró que “no existe lugar en nuestro corazón que no pueda ser alcanzado por el amor de Dios. Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación, paz”. Una esperanza que abre caminos de libertad desde procesos de reinserción personal, pero siempre apoyados en la fe y en el perdón, ya que “donde se responde a la violencia con el perdón, allí también el amor que derrota toda forma de mal puede conquistar el corazón de quien se ha equivocado. Y así, entre las víctimas y entre los culpables, Dios suscita auténticos testimonios y obreros de la misericordia”. Al respecto, Fernández Alejo mantiene que “es una exigencia a vivir la esperanza, pero especialmente aquellos que la han perdido o están a punto de hacerlo debido a su situación dramática sin libertad, sin dignidad, sin derechos”.

El pontífice también denunció la hipocresía de la sociedad, donde muchos se creen mejores que los presos, negando toda posibilidad de reinserción social. Matizaba el Obispo de Roma que “cuando se permanece encerrados en los propios prejuicios, o se es esclavo de los ídolos de un falso bienestar, cuando uno se mueve dentro de esquemas ideológicos o absolutiza leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad no se hace otra cosa que estar entre las estrechas paredes de la celda del individualismo y de la auto-suficiencia, privados de la verdad que genera la libertad. Y señalar con el dedo a quien se ha equivocado no puede ser una excusa para esconder las propias contradicciones”.

Más tarde, el Papa reiteró estas ideas en su intervención tras el rezo del Angelus, donde animó a toda la Iglesia a acoger a los presos y cautivos de hoy y a luchar por sus derechos y su dignidad. Especialmente, destacó tres consideraciones que benefician a este colectivo: mejorar de las condiciones de vida en las prisiones de todo el mundo; reflexionar sobre la necesidad de una justicia penal que no sea exclusivamente punitiva, sino que esté abierta a la esperanza y la prospectiva de insertar al encarcelado en la sociedad; y, quizás lo más llamativo, instó a las autoridades civiles de cada país a considerar la posibilidad de hacer, en este Año de la Misericordia, un acto de clemencia a favor de los presos que consideren idóneos para que se beneficien de tal disposición.

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