Día del amor fraterno: “Haced vosotros lo mismo”

Archidiócesis de Sevilla
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Día del amor fraterno: “Haced vosotros lo mismo”

La Semana Santa nos ayuda cada año a comprender el verdadero significado del Amor que Dios nos tiene. Celebrar y traer de nuevo aquellos últimos días de Jesús nos invita a mirar cada año al corazón y preguntarnos si nosotros también queremos formar parte del proyecto de vida que Dios nos mostró a través de su único Hijo. Una vida entregada por completo a la voluntad del Padre, sin restricciones, sin límites, amando hasta el extremo… hasta dar su propia vida por todas y cada una de las personas a las que amaba, incluidas aquellas que lo iban a abandonar o traicionar. Confiando hasta el final.

En estos días vamos a tener de nuevo la oportunidad de contemplar, de muchas maneras, el plan que Dios tenía pensado para hacernos ver, definitivamente, su amor incondicional hacia todos nosotros. Un plan que pasaba por hacerse hombre y caminar junto a nosotros para explicarnos en qué consiste eso del amor, esa fuente de la vida que es capaz de vencer a la propia muerte. El amor que no entendemos y que por ello tantas veces nos cuesta dar. El amor, que aparentemente a todos nos falta y nunca es suficiente. Ese amor, el amor de Dios, es el que todo lo cambia y todo lo renueva.

«Señor ¿lavarme los pies a mí?»

El Triduo Pascual, en el que seguiremos a Jesús hasta la Cruz, y viviremos la gloria de su Resurrección, nos invita a cada uno de nosotros a compartir la mesa con Él, a beber de su cuerpo y su sangre y a celebrar constantemente este gesto de entrega para no olvidar aquello a lo que estamos llamados los cristianos.

Sin embargo, Jesús, durante la cena, se levanta, se despoja de su majestuosidad quitándose el manto, se prepara ciñéndose una toalla y lava los pies a sus discípulos. Jesús se arrodilla, se abaja, no necesita mantenerse por encima de nadie. El Hijo de Dios es capaz de bajar y lavar los pies de las personas a las que ama. De contemplar su dolor, sus sufrimientos, sus pecados, aquello que ensombrece sus corazones… y él se arrodilla, junto a ellos, y los purifica…

Pedro, que aún no entiende el orden en el que Dios comprende el mundo, se rebela, pero la respuesta es clara: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza», contesta Pedro. El gesto que Jesús hace en el lavatorio de pies es clave en toda esta gran Historia de Salvación de Dios con su pueblo. Nadie puede estar en Dios, con Dios, si no está dispuesto a despojarse de sí mismo, a abajarse, a arrodillarse junto a su hermano y lavarle los pies… Y el cuerpo si hiciera falta.

“El amor de Dios derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5)

El Jueves Santo es el Día del Amor Fraterno. Una nueva llamada a dejarnos mirar por Jesús, de rodillas ante nosotros, para lavarnos los pies y acercarnos a compartir la mesa junto a Él. Y una llamada también a hacer nosotros lo mismo. Miremos como mira Jesús, y contemplemos en el hermano que sufre la necesidad de ser también para él, instrumento de ese amor capaz de acompañar, arrodillarse y dar la vida. En quienes viven la soledad no deseada, quienes han tenido que huir de sus hogares buscando una oportunidad de vida, quienes no llegan a final de mes y no sabe qué darles de comer a sus hijos e hijas, quienes no encuentran trabajo y oportunidades de desarrollo, aquellos que sufren la violencia, la guerra, la injusticia… Muchos de ellos pueden ser nuestros propios vecinos, hermanos, familiares… Otros se encuentran lejos pero no por ello su dolor es menor. Necesitan que estemos y les amemos como Jesús amó.

Dios nos ha revelado la verdad, y ha derramado su amor en nuestros corazones. Cada uno de nosotros, amigos de Jesús, seguidores de su Palabra, hijos de Dios, tenemos mucho que ver en esto de servir, de dar la vida por nuestros hermanos, especialmente por aquellos que más necesitan contemplar el amor incondicional que Dios les tiene.

Hagamos nosotros lo mismo.

Ainhoa Ulla

Responsable de comunicación de Cáritas Diocesana

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