Con las víctimas del terrorismo

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

Intervención del Vicario General y Deán del Cabildo, Francisco Ortiz, en el acto religioso celebrado el miércoles en la Capilla Real, dentro de las IV Jornadas nacionales de universitarios con las víctimas del terrorismo, que han tenido lugar en el campus universitario de San Pablo CEU.

La Santísima Virgen de los Reyes es contemplada hoy como Reina de la paz y consuelo de las familias y victimas del terrorismo.

La Palabra de Dios, “alumbra nuestros pasos por el camino de la paz; “el pueblo que caminaba en tinieblas –nos recuerda el profeta Isaías- encuentra la luz (…) de la justicia y de la paz”. Lo que para nosotros parece imposible, “es posible para Dios”, hemos  proclamado en el Evangelio.

¿Para qué? ¿Por qué? ¿Con que derecho gente extraña decide arruinar la vida? No hay respuesta para esta sin razón.
 
Lamentable son las secuelas del profundo sufrimiento de la violencia sembrada en nuestra sociedad. La violenta y el crimen nunca son caminos de liberación. La violencia es fuente de más y mayores violencias. Cuando una ideología recurre a la violencia manifiesta su incapacidad para construir la convivencia. El uso de la violencia y el terror, efecto de una cultura de muerte, no están justificados ni por nada, ni por nadie.

El recuerdo permanente de las victimas del terrorismo, nos ayuda a descubrir los falsos argumentos de quienes se apoyan en la violencia para aterrorizar a la sociedad, para imponer por la fuerza y el terror las propias ideas.

 Desde el punto de vista de la conciencia moral, es claro que todo lo que sea agresión a los derechos de las personas tiene que ser rechazado sin paliativos. No es lícito recurrir a las amenazas, ni a las extorsiones, ni a los secuestros, ni mucho meno a los asesinatos como medio de presión o de estrategia política. Jamás justificaremos un atentado contra la vida humana porque la vida es don de Dios.

La sangre de las victimas son las nuevas semillas para la paz. Más que palabras, son momentos de actitudes, gestos y compromisos para abrir caminos a la auténtica paz.

Entre todos, paz para todos. La paz y sus ingredientes (reconciliación, justicia…) son un fruto delicado que brota y prospera mediante cuidados y esfuerzos serenos, valientes, continuados y lúcidos.Un camino que comienza por el respeto a la verdad. “Busca la paz y corre tras ella” (Salmo 34,15) La paz es don de Dios y tarea de los hombres. Estamos llamados a construirla y hay que educar para ella.

Querer la paz es no querer difundir teorías que enfrenten a las personas. Estos hechos no son solamente delitos, sino que son, más profundamente, pecados contra la ley santa de Dios. Agresiones contra el respeto que merecen las personas en cualquier circunstancia.

Ante la paz no hay que ser neutrales. Los cristianos tenemos que decir con toda claridad que las ideas políticas no justifican el ejercicio de la violencia de ninguna manera. No se puede matar para imponer las propias opiniones. Como cristianos tenemos que ir más allá. No es lícito colaborar con  ejercen o justifican la violencia.

Todas las personas de buena voluntad tienen que ponerse  de acuerdo para excluir la violencia de la vida social y política. Ninguna sociedad puede subsistir ni actuar con firmeza si no mantiene con claridad las fronteras entre el bien y el mal. Quienes pretenden justificar la muerte de un inocente pervierten las bases de la convivencia. Con estilo pacifico y pacificador y fieles al Evangelio de la paz; anunciadores de la buena noticia de la paz;”calzados con el Evangelio de la paz” Ef. 5,15.

Nosotros creemos en la fuerza pacificadora de la verdad. El Señor proclama felices a los que trabajan por la paz. Algunos nos preguntan qué paz queremos. La respuesta no es fácil, queremos una paz fundada sobre la verdad.

En el recuerdo siempre emocionado hacia las victimas del terrorismo, recordamos que hacen falta caminos para la paz en las familias, en los escuelas, en la vida y en las instituciones públicas. La paz sólida y verdadera tiene que nacer de las mentes y de los corazones, hay que prepararla por el camino de la educación clara, sincera y directa

Proclamamos al Dios que nos da su paz. Ofrecemos estas flores a María, Reina de la Paz. Estamos contra toda violencia, y estamos por la paz con todas sus consecuencias.

Ya veis que no es inútil recurrir a Dios, en la presencia de María, por ella reinan los reyes que construyen el Reino de la paz y la justicia. La paz es obra de los hombres justos. Y sólo Dios puede darnos el don de un corazón justo, sensato y decidido. El nos tiene que iluminar y fortalecer con su gracia a la hora de buscar caminos que nos ayuden a eliminar la violencia en todas sus manifestaciones.

Que el Señor “guíe nuestros pasos por el camino de la paz”, que su bondad ilumine nuestras mentes, purifique nuestros corazones, que conceda la paz eterna a los que murieron victimas del terrorismo, y a nosotros, que vivimos y luchamos, nos conceda el reto de ser constructores de la paz en la verdad alejados de toda violencia y terror.

No hay derecho a esa gente vil que arruina la vida; pero sí hay respuesta en la medida que nos unamos en la fe “por la vida y por la paz” con María la Madre del Señor, Nuestra Señora de los Reyes, en esta Pascua de Resurrección.

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