Al término del primer encuentro diocesano de la acción conjunta contra el paro, se ha emitido el siguiente comunicado:
En la mañana de hoy, 29 de noviembre, se ha celebrado el primer Encuentro Diocesano, en el marco de la Acción Conjunta contra el paro, bajo el lema «Interpelados por la nueva realidad del trabajo humano» , cuya apertura ha estado a cargo de nuestro Arzobispo, Juan José Asenjo. A él hemos asistido alrededor de 200 personas de parroquias y movimientos de nuestra diócesis.
Hemos escuchado el testimonio de Marcelo Villarreal, miembro del Movimiento de Trabajadores Excluidos de Argentina, Delegado de la Federación de Cartoneros y Recicladores, y secretario de Deportes de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.
Igualmente hemos compartido experiencias e iniciativas que desarrollan en nuestra diócesis Cáritas Diocesana, el Movimiento Cultural Cristiano y la Fundación Cardenal Spínola de lucha contra el paro.
Como Iglesia de Sevilla queremos manifestar:
La forma en la que hoy se entiende y organiza el trabajo humano en el mundo no tiene como centro a la persona. El desempleo, el trabajo precario, los salarios que no permiten superar el umbral de la pobreza, la pérdida de derechos laborales y el incremento de las desigualdades sociales son realidades cada vez más cotidianas, que tienen su origen en un sistema económico al servicio del dinero y el poder de unos pocos. Como nos recuerda el Papa Francisco: Así como el mandamiento de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata (E.G. 53).
Cuando la vida social –también el trabajo- pone en el centro al dinero, y no a la persona, negamos la primacía del ser humano sobre las cosas, negamos la primacía de Dios. La manera de concebir hoy el trabajo humano genera pobreza y exclusión y deshumaniza a los trabajadores.
Por eso, cualquier ataque a la dignidad del trabajo humano es, intrínsecamente, un ataque a la dignidad de los hombres y mujeres que lo realizan, y por ello una negación de Dios.
Como creyentes en el Dios de la Vida no podemos permanecer impasibles ante ese sufrimiento humano. Estamos llamados a trabajar por la humanización de nuestro mundo, en caminos de justicia y solidaridad que construyan el bien común, pues como nos ha recordado el Papa Francisco, hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto. Ya San Juan Pablo II nos hizo caer en la cuenta de que en la mayoría de los casos «los pobres aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo —es decir por la plaga del desempleo—, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia»
Nos sentimos, por ello, llamados a una profunda conversión personal, a preguntarnos qué debe cambiar en nuestra vida, cómo dejarnos iluminar por el Espíritu y reorientar nuestras opciones de vida desde la comunión, la austeridad y el compartir, desde el respeto por la creación, y la opción por los más pobres.
Nos sentimos convocados por el mismo Jesús de Nazaret a discernir nuestra aportación como comunidad cristiana para superar esta situación de injusticia: en el apoyo y acompañamiento de aquellos a los que se niega el derecho a obtener su sustento y el de sus familias.
Nuestra misma fe nos urge a denunciar un sistema que condena a las personas a la exclusión y que como dijo San Juan Pablo II es una «estructura de pecado».
Nos comprometemos igualmente a implicarnos en la búsqueda de soluciones, que deben encaminarse tanto a evitar la pérdida de puestos de trabajo, como a desarrollar y apoyar activamente iniciativas creativas y alternativas que sean semillas de Evangelio y signos del Reino que Dios quiere. Muchas de ellas están brotando en nuestra diócesis de Sevilla y en todos los rincones del mundo como frutos del amor y semillas de justicia. Dios hace crecer esas semillas. Solos nada podemos, con Él lo podemos todo, y en El reposa toda nuestra confianza y esperanza.
Sevilla, 29 de noviembre de 2014