La Parroquia del Santísimo Redentor de Sevilla está de celebración porque su proyecto Pedro Donders de atención a las personas sin hogar cumple este mes de diciembre un año.
El beato Donders fue un sacerdote redentorista conocido por su labor de evangelización a los esclavos y leprosos de Surinam. Esta comunidad parroquial de Nervión quiso inspirarse en su ejemplo y salió a la calle a buscar a los más vulnerables de nuestra sociedad. “La Cáritas parroquial ya asistía razonablemente bien a familias del barrio con diversas necesidades, pero no había ningún voluntariado expresamente dirigido a este colectivo. Se inició así el tercer proyecto parroquial de estas características en la Archidiócesis.
El proyecto se estructura en tres partes: las rutas, “tres voluntarios salen cuatro –próximamente cinco- noches a la semana y hacen un primer contacto con la persona que vive en la calle”, aunque el responsable reconoce que “a veces no siempre es fructuosa”. También señala que no se trata de un proyecto asistencialista, sino que busca de servir de “vehículo o instrumento para que acudan a instituciones que puedan ayudarles”, tales como Cáritas Diocesana o los Servicios Sociales. “Somos los enlaces y acompañantes entre ellos y las instituciones”. El segundo momento es la acogida en la Cáritas parroquial: “suelen acudir los jueves por la mañana y una docena de voluntarios los escuchan personalmente donde exponen sus necesidades y se establecen objetivos personalizados”. Para ello cuentan con un trabajador social del Centro Amigo de Cáritas Diocesana. A partir de esas reuniones semanales surge la tercera “pata” que consiste en acompañar a estas personas en aquellos trámites que la pueda requerir, “por ejemplo, empadronamiento, citas médicas, etc. Siempre tratamos de darles independencia, pero no dejamos de estar pendiente. Incluso al final de muchos procesos de reinserción simplemente estamos ahí, para tomar un café si sólo quieren eso”.
En este proyecto destaca la cantidad de voluntarios que participan: casi 90. “Tenemos personas desde los 17 a los 80 años. Todos son bienvenidos, porque todos podemos aportar nuestras habilidades”. Pero, indica, es obligatoria una formación previa que consiste en tres sesiones que imparten desde Cáritas Diocesana. Igualmente, apunta Quesada, “nos sumamos a otros cursos y talleres a lo largo del año que nos ayude a mejorar en el trato con las personas sin hogar, por ejemplo, con las personas con adicciones cuyo acercamiento y acompañamiento es diferente”. Una vez pasada esta formación, el iniciado acompaña a un “veterano” y de ahí, “a volar”, ríe el responsable del proyecto. “Es más sencillo de lo que parece, porque las personas sin hogar son como nosotros. De hecho, nunca hemos tenido ningún conflicto importante”.
Para José Manuel no es fácil explicar qué aportan los que viven en la calle a la parroquia y a la sociedad en general. “Fundamentalmente te hacen salir de ti mismo, relativizar los grandes problemas que decimos tener todos en nuestro día a día y nos ayuda a fijarnos en las cosas sencillas e importantes. Nos hacen valorar más lo que tenemos, no sólo un techo, una manta y calefacción -que también-, sino sobre todo una familia y amigos. Hay personas sin hogar que quizás tengan un techo alguna noche a la semana, pero no tienen el hogar que hacen las personas”.
Ahora que se acerca la Navidad, Quesada anima a poner la mirada sobre estas personas que a veces “parecen invisibles” en nuestras calles, y simplemente saludarlas cuando vayamos caminando. Esto, asegura, “hace mucho más bien de lo que podamos pensar”.
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