Una arquitectura financiera audaz y creativa

En Sevilla ha tenido lugar esta semana la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo. Un evento en el que han participado líderes de gobiernos, organizaciones internacionales, instituciones financieras, empresas, sociedad civil y el sistema de las Naciones Unidas. En estos días hemos contribuido con aportaciones eclesiales a este evento haciendo memoria de la Doctrina Social de la Iglesia en diversos foros.

El papa Francisco en la Bula de Convocación del Jubileo 2025, reanudó la tradición jubilar de la remisión de las deudas, instando a la condonación de las deudas a los países más desfavorecidos. En este contexto jubilar, como nos recordaba san Juan Pablo II en la encíclica Centessimus Annus (1991), los cristianos hemos de ser la “voz de todos los pobres del mundo” reclamando una reforma urgente y nueva arquitectura del sistema financiero internacional que incluso, como ha recordado recientemente el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, reconozca el crédito ecológico en los países en vía de desarrollo.

El Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral Gaudium et Spes ya advertía que el orden económico debía estar al servicio del hombre y no al contrario: el orden económico debe estar subordinado al orden moral (cf. GS 64). En esta línea, san Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio (1967), denuncia que el subdesarrollo no es un simple retraso técnico, sino una injusticia institucionalizada (cf. n. 30). La riqueza acumulada, fruto a menudo de procesos históricos de explotación, contrasta escandalosamente con la miseria de regiones enteras de nuestro mundo. Por eso el desarrollo –entendido como promoción integral de la persona y de los pueblos– es “el nuevo nombre de la paz” (n. 76). San Juan Pablo II retoma esta enseñanza en la encíclica Sollicitudo Rei Socialis (1987), vinculando directamente el problema de la deuda con los mecanismos de dominación estructural. Las estructuras económicas que perpetúan la miseria no son moralmente neutras. Por el contrario, constituyen un auténtico “pecado social” (cf. exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 16).

Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in Veritate (2009), advirtió que la lógica de maximización del beneficio y del cortoplacismo financiero ha dejado de lado la centralidad de la persona: “El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común” (n. 71). Asimismo, en sus mensajes a las reuniones del G-8, pidió expresamente la cancelación de la deuda de los países más pobres, como condición mínima para restituir la esperanza a pueblos enteros. El papa Francisco elevó el tono de esta denuncia en sus intervenciones. En la encíclica Fratelli Tutti (2020) declaró con contundencia que la política no debe someterse a la economía, y esta no debe someterse al paradigma eficientista de la tecnocracia. La deuda, cuando destruye vidas humanas, cuando impide el desarrollo sostenible y condena a la miseria a millones, no puede justificarse. El Papa no duda en afirmar que “esta economía mata” (cf. exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 53) y que es necesario convertir las relaciones internacionales desde la lógica de la gratuidad, del don y del perdón de las deudas.

Ante este panorama, la Iglesia no propone soluciones técnicas. Su voz se alza como una llamada a la conversión del corazón. La transformación de las estructuras empieza por la transformación de las conciencias, y esta conversión es esencialmente personal, pero también cultural y espiritual. Por eso la participación de la Iglesia en la IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo ha estado precedida por una Vigilia de Oración para dejar que la Palabra de Dios atraviese nuestras seguridades y nos impulse a un nuevo estilo de vida. La oración implica escuchar el clamor de los pobres ya que la oración cristiana es siempre intercesora, compasiva y nos impulsa a la acción. Los cristianos estamos llamados a involucrarnos activamente en el diseño de políticas económicas, en movimientos ciudadanos, en iniciativas que promuevan una “conversión de las finanzas” en clave de fraternidad, buscando esa paz “desarmada y desarmante” a la que el papa León XIV se refirió en sus primeras palabras como pontífice.

El cántico del Magníficat (cf. Lc 1,46-55), es el manifiesto más profundo de la inversión evangélica de las estructuras de poder. En la oración confiada a María, Nuestra Señora de los Reyes, la comunidad eclesial que camina en Sevilla encuentra la fuerza para denunciar con voz profética, para anunciar y para actuar. A Ella le encomendamos en este año jubilar los frutos de la IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo.

+José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

Contenido relacionado

Homilía en la acción de gracias por la reapertura de la mina de Aznalcóllar

Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses. Misa de Acción de...

Enlaces de interés

ODISUR
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.