Celebramos el Día del Seminario 2025, en el marco del Año Jubilar. A partir del lema «Sembradores de Esperanza», quiero invitaros a reflexionar sobre la importancia de las vocaciones sacerdotales en la vida de la Iglesia, y a uniros a esta causa sobre todo con vuestra oración y apoyo. El seminario es el lugar donde los jóvenes, llamados por Dios, se preparan para ser «sembradores de esperanza» en un mundo que tanto la necesita. En un tiempo marcado por la incertidumbre, la soledad y la falta de sentido, los sacerdotes son instrumentos de la luz de Cristo, portadores de su amor y mensajeros de su salvación. Ellos, con su ministerio, siembran esperanza en los corazones de los fieles, acompañándolos en los momentos de alegría y de dolor, de luz y de oscuridad, guiándolos hacia el encuentro con el Señor.
Este año, el lema «Sembradores de Esperanza» nos recuerda que la vocación sacerdotal es un don de Dios para toda la Iglesia. Los sacerdotes son aquellos que nos ayudan a descubrir el rostro misericordioso de Dios, los que nos guían en el camino de la fe, nos animan en las dificultades y nos muestran el horizonte de la eternidad. Por eso, es fundamental que, como comunidad diocesana, apoyemos su formación con generosidad y compromiso, porque la formación de los seminaristas, queridos hermanos, es una responsabilidad de todos. El seminario no es solo una institución, sino la casa donde se forjan los futuros pastores de nuestra Iglesia. Allí, los jóvenes reciben una formación humana, intelectual, espiritual y pastoral que los prepara para servir a Dios y a su pueblo con entrega y amor.
Cada aportación es una semilla de esperanza que contribuye a la formación de quienes serán los sacerdotes del mañana. Vuestra generosidad es un signo de vuestro amor a la Iglesia y de vuestro compromiso con la evangelización. Recordad las palabras de Jesús: «Dad y se os dará» (Lc 6, 38). Vuestra contribución no solo sostiene el seminario, sino que también os hace partícipes de la misión de la Iglesia. Pero, además de la ayuda material, es mucho más importante que elevéis vuestras oraciones por los seminaristas, por sus formadores y por las vocaciones sacerdotales. La oración es el alma de toda obra de la Iglesia. Sin ella, nuestros esfuerzos serían vanos. Rezad para que estos jóvenes sean fieles a su vocación y se preparen con alegría y entrega para el servicio del Reino. Rezad también por las familias, para que sean semilleros de vocaciones y transmitan a sus hijos el amor a Cristo y a la Iglesia.
En este año jubilar, en el que estamos llamados a renovar nuestra fe y a abrirnos a la misericordia de Dios, os invito a ser «sembradores de esperanza» en vuestras comunidades. Cada uno de vosotros, desde vuestro estado de vida, está llamado a ser testigo del amor de Dios y a anunciar su Reino, porque todos, como bautizados, tenemos la misión de ser luz del mundo y sal de la tierra. Queridos hermanos y hermanas, el Día del Seminario es una ocasión propicia para agradecer a Dios el don de las vocaciones sacerdotales y renovar nuestro compromiso con la formación de los futuros sacerdotes. Os animo a participar activamente en las actividades organizadas en vuestras parroquias y comunidades con motivo de este día. Que este sea un tiempo de gracia en el que, unidos como Iglesia, demos gracias a Dios por los seminaristas y apoyemos su formación con generosidad.
Finalmente, quiero dirigirme de manera especial a los jóvenes que están discerniendo su vocación. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de escuchar la voz de Dios que os llama a seguirlo de cerca. El Señor necesita de vosotros para ser «sembradores de esperanza» en un mundo que tanto la necesita. Si sentís en vuestro corazón el deseo de entregar vuestra vida al servicio de Dios y de los demás, no lo dudéis. La Iglesia os necesita, y vuestra respuesta generosa será una fuente de bendición para todos. Que la Virgen María, Madre de los sacerdotes y modelo de entrega a la voluntad de Dios, nos acompañe en este camino.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla