San Pedro y san Pablo

Celebramos hoy con gozo y solemnidad la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, testigos insignes de la fe y mártires del Evangelio. Esta solemnidad tiene una especial significación este año, pues es la primera vez que la Iglesia universal la celebra bajo la guía del nuevo Sucesor de Pedro, el papa León XIV, elegido tras la muerte del Papa Francisco, de feliz memoria. En su primera homilía, el domingo 18 de mayo de 2025, el nuevo Romano Pontífice se presentó con humildad como “un hermano que quiere hacerse siervo de la fe y de la alegría” de sus hermanos, y reafirmó con vigor las claves del ministerio petrino: el amor, la unidad, el servicio, la caridad.

El Sucesor de Pedro tiene la misión de confirmar en la fe a los hermanos. Jesús dice a Pedro en la noche de la pasión: «Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22,32). Esta es la primera gran tarea del Papa: ser roca de firmeza en medio de las tormentas, voz profética que no cede ante los vaivenes del mundo, testigo fiel de la verdad del Evangelio. En segundo lugar, apacentar a los corderos y ovejas, tal como Cristo resucitado confía a Pedro: «Apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas» (Jn 21,15-17). Esta tarea no es de dominio ni poder, sino de servicio hasta dar la vida. El Papa es el primer servidor de la Iglesia, no su dueño.

Otra misión del Romano Pontífice es presidir en la caridad a la Iglesia universal. La Iglesia no se funda sobre estructuras humanas, sino sobre la caridad de Cristo, que se manifiesta en la comunión eclesial. Esta dimensión caritativa tiene una profunda resonancia en nuestros días, donde tantas personas buscan orientación y esperanza. Por último, el sucesor de Pedro ha de ser principio y fundamento de unidad. En palabras del Concilio Vaticano II, es «el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad, tanto de los obispos como de la multitud de los fieles» (Lumen gentium, 23). Su magisterio, su intercesión y su presencia visible mantienen unida a la Iglesia extendida por toda la tierra.

El Papa León XIV en su homilía del inicio del ministerio nos ofreció un programa claro y evangélico. Se definió como “un hermano que quiere hacerse siervo de vuestra fe y de vuestra alegría”, y propuso un pontificado centrado en dos pilares: amor y unidad. Así lo expresó: “Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro”. Con admirable claridad explicó que Pedro es capaz de apacentar sólo si ha sido tocado por el amor de Cristo. De ahí que a Pedro se le exija “amar aún más” (cf. Jn 21,15ss), amar con amor oblativo, con amor que se da sin medida, con amor que conduce a la cruz. La autoridad de Pedro, dijo el Papa, se basa en la caridad de Cristo, no en el poder.

Más aún, insistió en que Pedro no puede ser un “jefe” o “líder solitario”, sino un servidor que camina con el pueblo de Dios. El Sucesor de Pedro ha de vivir la comunión con todos los fieles, siendo signo de la unidad que viene del Espíritu Santo. En un mundo herido por el odio, la violencia, los prejuicios y las desigualdades, León XIV exhortó a la Iglesia a ser “pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad”, abierta al mundo, evangelizadora, misionera. Reclamó que no nos encerremos en nosotros mismos, sino que vivamos la catolicidad con espíritu abierto, dialogante y compasivo, buscando siempre el bien común.

Cuando tuve ocasión de saludarlo el pasado 21 de mayo, al finalizar su primera audiencia general, le trasladé la comunión, fidelidad, oración y cariño de toda la familia diocesana de Sevilla. Pidamos al Señor que le conceda sabiduría, fortaleza y ternura para confirmar en la fe a los hermanos, para apacentar con caridad, para presidir con humildad, y para custodiar la unidad de la Iglesia universal. Que María Santísima, Madre de la Iglesia sostenga al Santo Padre y a toda la Iglesia, para que, en medio de los desafíos de nuestro tiempo, seamos fieles discípulos de Cristo, testigos alegres del Evangelio, y artesanos de la unidad y de la paz.

+José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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