Alocución del Arzobispo de Sevilla en la toma de posesión de D. Demetrio Fernández como Obispo de Córdoba, en la Santa Iglesia Catedral, el pasado 20 de marzo.
1. Después de saludar fraternalmente al Excelentísimo señor Nuncio Apostólico, al señor Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal, a los señores Arzobispos y Obispos, a los sacerdotes, seminaristas, consagrados y laicos, saludo con especial afecto a mi querido hermano D. Demetrio, el nuevo pastor de nuestra Diócesis. En los instantes finales de mi servicio a Córdoba, te doy la más cordial bienvenida a esta Iglesia de historia venerable, tempranamente evangelizada, fecundada por la sangre de los mártires de las épocas romana y mozárabe y que en los siglos posteriores, especialmente en el siglo XX, ha seguido dando admirables frutos de santidad.
2. Te precede, querido hermano, un catálogo esplendoroso de grandes Obispos, que han dejado en Córdoba una estela impresionante de obras de evangelización, de caridad y de servicio. Te recibe una Iglesia de profundas raíces cristianas, cuyo exponente más elocuente es su riquísimo patrimonio artístico y su pujante religiosidad popular, que encierra, sin duda, formidables potencialidades evangelizadoras. Te reciben los sacerdotes diocesanos, buenos, entregados y generosos, que esperan que les acompañes como padre, y que serán, con toda certeza, tu gozo y tu corona.
3. Te acogen también con los brazos abiertos los seminaristas, un auténtico regalo del Señor, que en las últimas décadas ha bendecido a nuestra Diócesis con abundantes vocaciones al ministerio sacerdotal, que han rejuvenecido el presbiterio diocesano. Te reciben los miembros de la vida consagrada, de los que puedes esperar una colaboración amplia y generosa en todos los sectores de la vida pastoral. Te reciben los miembros de los veintitrés monasterios de contemplativos, dispuestos a sostener tus iniciativas apostólicas con su plegaria y con la ofrenda de su vida escondida con Cristo en Dios. Te reciben, por fin, una legión de laicos cristianos incondicionales, dispuestos siempre a anunciar a Jesucristo y a hacerlo presente en la vida pública.
4. Los encontrarás en el personal de la Curia Diocesana, trabajando generosamente en las parroquias, en el Movimiento de Cursillos, en la Acción Católica en todas sus ramas, en el Camino Neocatecumenal, en las nuevas realidades eclesiales, en la Adoración Nocturna, en los Equipos de Nuestra Señora, en la pastoral de la familia y de la vida, en la pastoral juvenil y universitaria, en la pastoral de la salud y de la cárcel, en los voluntariados de Caritas y Manos Unidas, en las Hermandades y Cofradías y en muchos otros grupos que deben ser para ti un motivo firme de esperanza. Ellos, con los sacerdotes y consagrados, constituyen desde hoy tu nueva familia en la fe. Quiérelos como ellos se merecen. Los cordobeses son sencillos, leales y entrañables. Todos ellos esperan tu palabra, tus orientaciones e iniciativas pastorales, para seguirlas con entusiasmo. Camina delante de ellos, como el Buen Pastor. Merecen que les entregues todas tus energías, tus capacidades, tu tiempo en exclusiva, tu vida entera. Sírveles con el corazón y el estilo de Jesucristo, Buen Pastor, que no vino a ser servido sino a servir.
5. Te encomiendo especialmente algunos proyectos que yo no he podido concluir, sobre todo el Museo Diocesano, que mostrará las raíces cristinas de Córdoba, y la Biblioteca. En los próximos meses vas a tener el privilegio de inaugurar la parroquia de Ntra. Sra. de Consolación y la nueva Casa Sacerdotal, que nuestros sacerdotes ancianos y enfermos tanto necesitan y merecen. Tendrás también el honor de clausurar el Proceso Diocesano de Beatificación de 132 mártires del siglo XX, iniciado el pasado 16 de enero, después de cuatro años de trabajo preparatorio. Desde el curso pasado, la Diócesis está empeñada en aplicar el Plan Diocesano de Pastoral para el cuatrienio 2009-2012, centrado en la Eucaristía, “centro y culmen de la vida cristiana”, en su celebración cada vez más digna, en la potenciación de la adoración y el culto de la Eucaristía fuera de la Misa; y en el reverso de la moneda, el servicio cada vez más eficaz y entregado a los pobres, en una Diócesis como la nuestra duramente castigada por la crisis económica y el paro.
6. Antes de terminar, permíteme, querido hermano, que dé gracias a Dios por el don del todo especial que ha supuesto para mí presidir en la caridad durante casi seis años y medio esta querida Iglesia de Córdoba que, junto con su pastor, estará siempre en mi corazón y en mi plegaria. Todos te encomendamos en esta mañana a la intercesión de los Santos Acisclo y Victoria, patronos de la diócesis, del Arcángel San Rafael, custodio de esta ciudad, de todos los mártires cordobeses, de San Eulogio, el Beato Álvaro de Córdoba, San Francisco Solano, San Juan Bautista de la Concepción, Santa Rafaela María, la Beata Victoria Díez y de los Mártires del siglo XX ya beatificados, especialmente Bartolomé Blanco y Teresa Cejudo. Te encomendamos a la intercesión de los santos pastores Juan de Ávila, apóstol de Andalucía, y el Cura de Ars, San Juan María Vianney. Te encomendamos, sobre todo, a la protección de la Virgen en el misterio de la Asunción, titular de esta catedral, y de la Fuensanta, patrona de Córdoba. Que ellos y Ella te ayuden a conservar y acrecentar el rico y secular legado que recibes y llenen de fecundidad tu ministerio para gloria de Dios.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla