Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla ante el curso pastoral 2013-14.
A los sacerdotes, diáconos y seminaristas, miembros de la vida consagrada, movimientos, asociaciones, hermandades y fieles todos de la Archidiócesis.
Queridos hermanos y hermanas:
Todas las semanas me dirijo a vosotros abordando distintos temas, con el fin de confirmaros en la fe y acompañar el camino de la Iglesia en Sevilla. Ahora, al retomar los trabajos del Evangelio después del verano, deseo compartir con vosotros algunas orientaciones e iniciativas que van a encauzar la pastoral de la Archidiócesis en el nuevo curso pastoral que iniciamos contando con vuestra colaboración. En las palabras dirigidas por el Señor a los setenta y dos discípulos cuando les envía a evangelizar, «¡Poneos en camino!» (Lc 10,3a), encontramos la exhortación más entrañable y autorizada para iniciar con amor, gratitud y responsabilidad nuestras tareas en el campo de la evangelización en esta nueva oportunidad que el Señor nos ofrece de seguirle y servirle en su Iglesia.
Toda tarea eclesial exige una fuerte espiritualidad, un convencimiento interior, que impulsa la acción, la interpreta y la fortalece ante las dificultades. La primera certeza de la que debemos partir siempre es la primacía de la gracia de Dios. El agente principal de la evangelización es el Espíritu Santo. Desde esta convicción la liturgia nos invita a pedir: «Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin». Con esta súplica iniciamos nuestros trabajos pastorales en esta nueva etapa.
La gracia de Dios pide nuestra colaboración y nuestro compromiso personal. El obrero de la viña del Señor sabe que su vida no queda al margen de su trabajo. La santidad personal constituye una dimensión decisiva en el camino de la Nueva Evangelización, tanto para el evangelizador como para el bien de los evangelizados. La Nueva Evangelización, tarea prioritaria para la Iglesia en esta hora, exige nuestra conversión personal y comunitaria. Así nos lo hace presente el Papa Francisco: «Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida (…). La incoherencia de los fieles y de los pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre su palabra y su forma de vida, socava la credibilidad de la Iglesia». (Papa Francisco, Homilía en S. Pablo Extramuros, 14, 4, 2013).
Siendo esto así, al comienzo del curso pastoral hemos de planificar muy bien nuestras actividades pastorales, procurando no dejar nada a la improvisación, pero es también necesario rehacer nuestro plan de vida personal y comunitaria, y poner en la agenda los medios y tiempos que necesitamos para mantener ardiente el amor al Señor. Tiempos de oración personal, Eucaristía, sacramento de la reconciliación, lectura espiritual y examen de conciencia, rezo del santo Rosario, retiros y Ejercicios espirituales, previstos en nuestra agenda, según el estado de vida y la vocación de cada uno, no serán tiempo perdido o restado al trabajo pastoral, sino muy al contrario, serán garantía de fecundidad y manantial de coraje y alegría para afrontar sin desánimo la dureza del camino.
Invito particularmente a los sacerdotes a que lean y estudien personalmente y en grupo en las reuniones arciprestales el documento de la Congregación para el Clero titulado Directorio para el Ministerio y Vida de los Presbíteros, en su nueva edición del 11 de febrero de 2013, que se diferencia del anterior, publicado en 1994, en que incorpora el rico magisterio de Benedicto XVI sobre el sacerdocio. Será una forma eficaz de acoger la invitación que el Concilio Vaticano II nos hiciera a los sacerdotes en un párrafo que tiene una validez perenne: «Este Sacrosanto Concilio, para lograr los fines que se propone, exhorta vehementemente a todos los sacerdotes a que empleando los medios recomendados por la Iglesia, se esfuercen por alcanzar una santidad cada vez mayor» (PO 12).
6. Emprendemos una nueva etapa pastoral como Iglesia particular, percibiéndonos como la Familia de Dios que vive en Sevilla. Este rasgo definitorio de nuestra identidad nos recuerda que la comunión eclesial es el elemento constitutivo de la vida cristiana personal y comunitaria y un aspecto decisivo en nuestra tarea evangelizadora. El libro de los Hechos nos dice que en la Iglesia de los comienzos «el grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32a). Éste es el espejo en el que debemos mirarnos. La comunión es don de Dios, pero exige también nuestro esfuerzo, mediante el diálogo y la cooperación entre todos los miembros de la Iglesia diocesana, parroquias, comunidades de vida consagrada, movimientos, asociaciones y hermandades, comunidades educativas, las familias y cada fiel cristiano en particular. Cuando lleguen a vuestras manos estos objetivos y acciones para el curso que comenzamos, consideradlos y sentidlos desde esta perspectiva de la comunión. Todos no podemos estar en todo, pero todo me pertenece y todo es un don para mí.
7. Para vivir la comunión necesitamos estar vigilantes, porque lo propio del Buen Espíritu es unir y del Malo, dividir. Las palabras del Papa Francisco llamando a la fraternidad son sinceras, humildes y realistas: «Muchas veces me he encontrado con comunidades, con seminaristas, con religiosos, o con comunidades diocesanas donde las jaculatorias más comunes son las murmuraciones. ¡Es terrible! Se despellejan unos a otros… Y este es nuestro mundo clerical, religioso… Disculpadme, pero es común: celos, envidias, hablar mal del otro. No sólo hablar mal de los superiores, ¡esto es clásico! (…) Pero quiero deciros que es muy común, muy común. Pero es un infierno esa comunidad. Esto no está bien. Y por eso es importante la relación de amistad y de fraternidad (…) Detrás de las murmuraciones, debajo de las murmuraciones hay envidias, celos, ambiciones. Pensad en esto (…) Esto es importante: ¡fraternidad! Pero dime, ¿hablarías mal de tu mamá, de tu papá, de tus hermanos? Jamás. ¿Y por qué lo haces en la vida consagrada, en el seminario, en la vida presbiteral? Solamente esto: pensad, pensad. ¡Fraternidad! ¡Amor fraterno!» (Papa Francisco, Encuentro con los seminaristas, novicios y novicias, 6, 7, 2013).
8. Afrontamos el trabajo pastoral del nuevo curso con la conciencia de que vivimos inmersos en una coyuntura y en una sociedad que necesitan más que en etapas anteriores una Nueva Evangelización. Ello nos emplaza a esforzarnos por llegar a quienes están alejados de Dios y de la comunidad cristiana, con el fin de que se encuentren con el Señor de manera nueva y profunda y la fe pueda iluminar plenamente sus vidas. Así lo expresa el Papa Francisco en su primera encíclica «Lumen Fidei», catequesis amplia sobre la virtud de la fe: «La nueva lógica de la fe está centrada en Cristo. La fe en Cristo nos salva porque en Él la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde dentro, que obra en nosotros y con nosotros (…) Cristo ha bajado a la tierra y ha resucitado de entre los muertos; con su encarnación y resurrección, el Hijo de Dios ha abrazado todo el camino del hombre y habita en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo. La fe sabe que Dios se ha hecho muy cercano a nosotros, que Cristo se nos ha dado como un gran don que nos transforma interiormente, que habita en nosotros, y así nos da la luz que ilumina el origen y el final de la vida, el arco completo del camino humano.» (LF 20).
9. Todo nuestro programa pastoral, todas las acciones eclesiales en las que unos y otros estamos implicados, inequívocamente deben estar encaminados a favorecer el encuentro vivo y personal con Cristo, suscitando en toda persona una adhesión generosa al Señor y una disposición a aceptar su llamada a ser testigo del Evangelio. El Papa insiste una y otra vez en este movimie
nto misionero que debemos emprender en esta hora en la que todos estamos convocados a la Nueva Evangelización, en la que debemos «aprender a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia; ir nosotros los primeros hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo hacia los más alejados, los más olvidados, los que necesitan más comprensión, consuelo, ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico en amor!» (Papa Francisco, Audiencia General del 27, 3, 2013).
10. Cuando insistimos en orientar la acción evangelizadora a facilitar el encuentro con Cristo no estamos pensando en un cristianismo vuelto de espaldas a la realidad del mundo. No es posible pensar hoy la Nueva Evangelización sin un compromiso serio a favor de la vida y de la justicia y sin un empeño responsable por un cambio de las situaciones que generan pobreza y exclusión. La nueva encíclica insiste en que la fe ayuda a trabajar por el bien común: «Precisamente por su conexión con el amor (cf Gál 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. (…) Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar. La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común.» (L.F. 51). La Iglesia en Sevilla, compartiendo el sufrimiento de tantas personas y familias en la prolongada crisis económica que padecemos, sabe que sirviendo y promoviendo la vida cristiana auténtica de los bautizados y ofreciendo el Evangelio a los que no creen, está humanizando la sociedad, iluminando su andadura y ofreciendo energías y recursos para una convivencia más justa y solidaria. Por otra parte, hoy más que nunca la Iglesia, a través de una tupida red de instituciones, se esfuerza cada día en salir al paso de las más urgentes necesidades de los pobres, de los que sufren las consecuencias de este auténtico drama social.
11. Creer y evangelizar es el objetivo que persigue el Año de la Fe y la razón de ser más genuina de la Iglesia. La transmisión de la fe a las nuevas generaciones es, por tanto, una de las preocupaciones fundamentales de la evangelización. Las conclusiones finales del Sínodo de los Obispos de octubre de 2012 manifiestan que la iniciación cristiana es un elemento crucial en la Nueva Evangelización y el medio a través del cual la Iglesia, como una madre, cuida y hace crecer a sus hijos y se regenera a sí misma. Por ello, ha propuesto que la catequesis de infancia y juventud, que en muchos casos se ha convertido en una mera preparación a los sacramentos, sea repensada según una perspectiva catecumenal, de manera que se transforme en una auténtica iniciación a la vida cristiana a través de los sacramentos (cf. Directorio General de Catequesis, 91; Proposición 38).
12. Acogiendo estas orientaciones sobre la iniciación cristiana y preocupados por abrir caminos que verdaderamente desemboquen en una vida cristiana adulta, hemos elaborado un proyecto de Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana, que en los próximos meses será estudiado en las parroquias, arciprestazgos, colegios católicos y demás ámbitos diocesanos que trabajan en las catequesis de bautismo, confirmación y primera comunión. Enriquecido con las aportaciones de todos, esperamos poder promulgarlo a lo largo del curso pastoral. Por otra parte, el reciente documento de la Conferencia Episcopal Española, titulado Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en las transmisión de la fe, publicado el pasado mes de febrero, nos ayudará a buscar la cooperación entre estos tres ámbitos y para mejorar los instrumentos que tenemos en la Iglesia diocesana para la educación en la vida cristiana de las nuevas generaciones. En este orden de cosas, cabe anunciar también la publicación de un nuevo Catecismo, en este caso para los chicos de entre 11 y 14 años que se prepararan para la confirmación. Aprobado por la Asamblea Plenaria de nuestra Conferencia en el pasado mes de abril, lleva por título Testigos del Señor y es de esperar que podamos contar con él antes de fin de año, una vez obtenida la recognitio por parte de la Santa Sede. A todos os invito a recibirlo con calor, pues es muy grande el bien que puede hacer a nuestros adolescentes.
13. En el curso pastoral 2013-14 completaremos la celebración del Año de la Fe. La carta encíclica Lumen Fidei que el Papa Francisco nos ha regalado como primicia de su servicio a la Iglesia, nos ayudará a seguir profundizando en esta virtud teologal, haciéndola objeto de reflexión y estudio personal y comunitario. Me consta que en muchas parroquias y comunidades cristianas desde el comienzo del Año de la Fe se ha venido haciendo un estudio de los artículos del Credo, unas veces en forma de conferencias y otras como catequesis de grupo. A todos os agradezco éstas y tantas otras iniciativas que esta efemérides ha suscitado. Es muy importante conocer bien nuestra identidad cristiana, expresada con toda pureza y verdad en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sin embargo, no es menos necesario buscar el ámbito eclesial comunitario para poder ayudar y ser ayudados en la vida de fe. Formación cristiana y vida comunitaria eclesial son dos necesidades urgentes para todos los bautizados, que las parroquias, como cualquier otra realidad eclesial, tienen que ofrecer a los laicos de nuestra Archidiócesis.
14. Los Padres del último Sínodo nos han recordado que no cabe hablar de Nueva Evangelización allí donde la catequesis de adultos brille por su ausencia o esté fragmentada, debilitada o desatendida (cf. Proposición final nº 28). Por ello, finalizado el Año de la Fe, os indico la conveniencia de volver a poner en el primer plano de la vida diocesana el Itinerario de Formación de Adultos de la Conferencia Episcopal Española. Son muchos los grupos que lo han seguido trabajando a lo largo del curso pastoral que acaba de terminar. Otros que lo estaban siguiendo, en el Año de la Fe han utilizado las catequesis sobre el Credo por medio de conferencias u otras formas de catequesis. A todos les invito a volver a este valioso instrumento, al tiempo que pido a la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar y a los párrocos que sigan creando nuevos grupos de formación de laicos adultos, hoy tan urgente y necesaria en la Iglesia.
15. Otro proyecto diocesano que se pone en marcha en el presente curso son las Misiones Populares Parroquiales, que he encomendado a la Vicaría para la Nueva Evangelización, y que se irán llevando a cabo en las parroquias que lo soliciten. Comenzamos en este mes de septiembre con dieciséis. Cabe esperar que las Misiones Populares renovadas sean, como lo han sido en el pasado, un camino de conversión, de gracia y de renovación profunda de nuestras comunidades parroquiales. Estoy seguro de que serán ocasión para que muchos hermanos que se han distanciado de la vida de la Iglesia recobren su familiaridad con ella. Estoy seguro también de que ayudarán grandemente a los colaboradores en las tareas parroquiales, los propios sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos, a renovar su vida cristiana personal, su propia experiencia de fe y su vigor evangelizador porque la fe se fortalece dándola.
16. Nuestro Plan Pastoral Diocesano 2009-2013 «La Parroquia, Casa de la Familia Cristiana» nos proponía el siguiente objetivo central: «Revitalizar la Parroquia, cada una de nuestras parroquias y todas ellas, como casas de la Familia Cristiana, para que crezcan como comunidad evangelizada y evangelizadora». Se trata en definitiva de configurar la parroquia como comunidad misionera. El reciente
Sínodo ha pedido a las parroquias que busquen los modos y maneras de volcarse con mayor énfasis a la evangelización. La parroquia debe animar a sus miembros a convertirse en agentes de la Nueva Evangelización, dando testimonio a través de sus palabras y de sus vidas. El Sínodo alienta las visitas parroquiales a las familias como camino de renovación parroquial, ya que a veces se considera la parroquia únicamente como sede de actos importantes, cuando no como un centro turístico (Cf. Proposición 44). También las asociaciones, movimientos y demás realidades eclesiales, incluidas las hermandades, deben revestirse de este marchamo evangelizador, que es el mejor antídoto contra el ensimismamiento y la parálisis que esteriliza (Cf. Proposición 26). Se trata en definitiva de introducir a nuestras parroquias en una verdadera atmósfera de conversión pastoral, que renueve las estructuras pastorales, pasando de una estrategia de mantenimiento a una actitud pastoral auténticamente misionera (Cf. Proposición 22).
17. En la misma dirección que el Sínodo apunta el Papa Francisco: «Abrir las puertas de nuestro corazón, de nuestra vida, de nuestras parroquias -¡qué pena, tantas parroquias cerradas!-, de los movimientos, de las asociaciones para «salir» al encuentro de los demás, acercarnos para llevar la luz y la alegría de nuestra fe. ¡Salir siempre! Y ello con amor y con la ternura de Dios, con respeto y paciencia, sabiendo que nosotros ponemos nuestras manos, nuestros pies, nuestro corazón, pero después es Dios quien los guía y quien fecunda toda acción nuestra.» (Papa Francisco, Audiencia General -27-3-2013). El mismo Santo Padre, en carta a los Obispos argentinos, insiste en la misma idea con estas palabras: «Que toda la pastoral sea en clave misionera. Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro.» (16, 4, 2013). Concluyo esta sección pidiendo a todos vuestra colaboración para que, sin prisa pero sin pausa, este movimiento misionero vaya llegando a todas y a cada una de las parroquias de nuestra Archidiócesis.
18. El próximo mes de octubre un servidor y el señor Obispo auxiliar comenzaremos la Visita Pastoral. Sus fines fundamentales son la revitalización de las comunidades cristianas, el impulso a la pastoral de la santidad, el incremento de la comunión eclesial y la reanimación de las energías de los agentes de la pastoral parroquial, agradeciéndoles, felicitándoles, animándoles y estimulándoles, en orden a una acción apostólica más intensa (Cfr. Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, Apostolorum succesores, 220). Después de nuestro paso por las parroquias que nos reciben en Visita Pastoral querríamos que las comunidades cristianas quedaran confirmadas en la fe, alentadas en su esperanza, unidas en la caridad, edificadas y robustecidas en las raíces sobrenaturales de la vida cristiana, y estimuladas en su compromiso apostólico y evangelizador. Esto es lo decisivo. La frase del Señor en el Evangelio de San Juan, «Para que tengan vida» (Jn 10,10), es la mejor síntesis de los objetivos y fines más genuinos de la Visita Pastoral. En este curso visitaremos las parroquias de los arciprestazgos de San Pablo en Sevilla, Castilleja de la Cuesta y Alcalá de Guadaira. Las parroquias implicadas y todos los diocesanos pedid por los frutos de gracia de la Visita Pastoral.
19. Al mismo tiempo que llevamos a cabo estas iniciativas, seguiremos trabajando en los cuatro sectores en los que venimos insistiendo en los últimos años: la formación del laicado, a la que ya me he referido anteriormente, la pastoral juvenil, la pastoral de la familia y de la vida y la pastoral de la caridad. Todavía están frescas en nuestra retina las imágenes de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro con la presencia del Papa. Por nuestra parte, los Obispos que servimos a la Iglesia en Andalucía, en los mismos días, en la aldea del Rocío, nos hemos unido al Santo Padre, junto con más de cinco mil jóvenes, con una presencia muy significativa de jóvenes sevillanos, en una experiencia preciosa de comunión eclesial, oración, deseos de formación, fraternidad, respeto y alegría sincera. El encuentro del Rocío y el contacto cercano con este grupo de jóvenes cristianos magníficos, nos ha hecho evocar a esa otra juventud desnortada, sin rumbo y sin esperanza, que sin saberlo buscan razones para vivir y respuestas a múltiples interrogantes que sólo Cristo puede satisfacer. Todo ello ha vuelto a poner ante nuestros ojos la urgencia de la evangelización de los jóvenes. En este sentido ha sido muy esperanzadora la presencia numerosa de sacerdotes sevillanos que han acompañado a sus jóvenes. Aquí está en parte el secreto de la pastoral juvenil: sacerdotes y religiosos, también laicos, pero sobre todo sacerdotes, comprometidos en la tarea de anunciar a Jesucristo a los jóvenes, capaces de acompañarles y alentarles en esta tarea difícil pero preciosa de ayudar a los jóvenes a centrar su vida en Jesucristo y a encender su espíritu apostólico para convertirlos en evangelizadores de sus amigos y compañeros. Por ello, pido a todos los implicados en la pastoral redoblar los esfuerzos en una tarea hermosísima que bien merece la pena.
20. De modo análogo, la pastoral de la familia y de la vida es un tema mayor en las prioridades pastorales de la Archidiócesis. En el Directorio de Pastoral Familiar de la Iglesia en España tenemos una guía sugerente para orientar esta pastoral en las parroquias y comunidades cristianas. La familia cristiana como iglesia doméstica es el primer agente en la transmisión del don de la vida y del amor, de la fe y de los valores del Evangelio en la formación de la persona. En la Nueva Evangelización toda la Iglesia debe apoyar a los matrimonios y a las familias. En este sentido, junto a los cuatro Centros de Orientación Familiar (COF) que ya están funcionando, Dos Hermanas, Tomares, Triana y Osuna, en las próximas semanas inauguraremos un nuevo Centro de Orientación Familiar en la parroquia de San Sebastián en Sevilla. Todos ellos constituyen ya una red vigorosa de ayuda a los matrimonios y a las familias en dificultades que necesitan una asistencia más especializada de la que la parroquia puede ofrecer. Es mucho el bien que se está haciendo de un modo discreto y eficaz desde los COF diocesanos, que cuentan con el apoyo explícito de los Obispos.
21. Dentro de este mismo sector pastoral, en las próximas semanas inauguraremos el llamado «Proyecto Raquel», que quiere ser la respuesta de la Iglesia para ayudar a las personas heridas por casos de aborto. Es una iniciativa surgida en los Estados Unidos para la sanación y reconciliación de la mujer que ha abortado, ayudándole a comprender la verdad y gravedad de lo ocurrido, a alcanzar el perdón y la reconciliación con Dios y reconciliarse con el hijo abortado confiándoselo a Dios y reconstruyendo su propia vida poniendo en el centro al Señor. La Delegación de Familia y Vida informará del proyecto, al que podrán recurrir las personas gravemente heridas por la vida que ellas mismas han destruido. En las próximas semanas aparecerá una carta semanal mía dedicada a este tema doloroso.
22. Recientemente hemos conocido proyectos educativos europeos de educación sexual de niños y jóvenes que, desde la perspectiva de la moral cristiana, son absolutamente inaceptables, y que, de llevarse a cabo, tendrán consecuencias devastadoras en la conformación de la personalidad de nuestros jóvenes. Consciente de la gravedad del tema, apelo a la responsabilidad de las familias cristianas, de la escuela católica, de los profesores cristianos y de cualquier ámbito eclesial relacionado con los adolescentes y jóvenes, para que se comprometan efectivamente en una educación sexual conforme a la verdad de la moral cristiana, que es tanto como decir de la verdad del hombre de la que con tanta profusión nos hablara el Beato Juan Pablo II. El método de educación afectivo-sexual conocido como Teen-Star, que ofrece
nuestra Delegación Diocesana de Familia y Vida, es un instrumento magnifico para ello. Habría que procurar que ni uno solo de los Colegios católicos de nuestra Archidiócesis dejara de impartir este método en un momento determinado de la adolescencia. Sería un magnífico servicio a su alumnos y alumnas, que también las parroquias deberían pensar cómo ofrecer.
23. En los inicios del nuevo curso pastoral seguimos inmersos por desgracia en la terrible crisis económica que nos aqueja y que no parece tener final. A todo ello se suman las noticias que convulsionan a la opinión pública sobre faltas en la moralidad pública y la insolidaridad egoísta que la acompaña, que a todos nos hace sufrir. En este contexto, la Iglesia presta una doble ayuda: Por una parte se empeña por redescubrir y ofrecer a los hombres la Buena Noticia del Evangelio. Solo con eso ya está contribuyendo a la edificación de la ciudad terrena, en la que sea posible convivir en la verdad, la justicia y la paz; porque como acaba de recordarnos el Papa Francisco, «por su conexión con el amor (cf Gál 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. (…) La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo» (LF, 51).
24. Pero además, la Iglesia en Sevilla está enfrentando la crisis a través de nuestra Cáritas diocesana y las Cáritas parroquiales, que junto a las iniciativas de todo tipo de las Hermandades y de la Vida Consagrada están siendo instrumentos extraordinariamente eficaces en el servicio a los pobres y a los empobrecidos. De este modo la Iglesia aparece para muchas personas de buena voluntad, incluso no creyentes, como la servidora de la humanidad, que como el Buen Samaritano se baja de su cabalgadura para curar y servir a tantos hermanos que sufren tantas heridas físicas y morales y a los que la crisis va dejando en las periferias de nuestra sociedad. Por ello, invito a los fieles y a todas las instituciones eclesiales a no bajar la guardia y a seguir apostando en esta coyuntura tristísima y siempre por la caridad y el servicio, convencidos de la verdad de las palabras de Jesús: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35).
25. Finalmente, la crisis nos tiene que ayudar a todos a descubrir la perversión del sistema de vida propiciado por el liberalismo sin entrañas, germen de injusticias y de dolor y sufrimiento sin cuento para tantas familias en estos momentos. A estas alturas de la crisis tenemos ya muchos datos para pensar que en el origen de tantos males está también la irreligión, la inmoralidad, la corrupción, la ruptura de nuestras tradiciones morales y religiosas, el olvido de la Ley de Dios, el consumismo desenfrenado y la adoración de los ídolos. Dios quiera que recapacitemos y reconozcamos que no podemos seguir viviendo con tanto atolondramiento y que las normas morales de la Iglesia, lejos de encadenarnos, son camino de verdadera libertad. La crisis, en suma, debe ser una buena ocasión para crecer, para iniciar un camino de conversión y de autenticidad, un camino de seriedad, responsabilidad y austeridad.
26. Que la Santísima Virgen, celebrada en nuestra Archidiócesis con tantas advocaciones entrañables a lo largo del año litúrgico, nos ayude a ponernos en camino en los inicios del curso pastoral. Que ella acompañe y sostenga con su intercesión maternal los trabajos del Evangelio a los que todos estamos convocados. Poniéndoos en las manos maternales de Nuestra Señora, a todos os deseo un curso pastoral lleno de alegría en el Señor y de frutos apostólicos.
Contad con mi abrazo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla