Para servir mejor a los pobres

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas:

El pasado mes de agosto he vuelto a leer la encíclica “Caritas in veritate”, teniendo en cuenta que una de las prioridades de nuestro Plan Pastoral Diocesano es el servicio esmerado a los pobres. Comparto con vosotros los frutos de mi lectura. El documento se sitúa en la línea de las grandes encíclicas sociales de los Papas del siglo XX. En Él, Benedicto XVI actualiza la Doctrina Social de la Iglesia, teniendo en cuenta los cambios producidos en el mundo en las dos últimas décadas, los acontecimientos acaecidos en el este de Europa en 1989, el fenómeno de la globalización, la revolución informática, el liberalismo económico creciente y la crisis económica actual.

El documento aborda el desarrollo humano integral y no sólo el económico. Por ello, trata del derecho a la vida y a la libertad religiosa, la ambigüedad del desarrollo tecnológico y la cuestión ecológica, concibiendo el medio ambiente no “como un depósito de recursos materiales”, sino como “palabra creada” confiada al ser humano “para el bien de todos”; y todo ello, desde la luz del Evangelio y desde la perspectiva de la caridad y la verdad. En este sentido afirma el Papa que la caridad es “la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia”.

Junto a la caridad, habla el Papa de abrir espacios a la experiencia del don y de la gratuidad, actitudes hoy poco frecuentes, “debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad”. Pero al mismo tiempo advierte que la caridad sin verdad se puede reducir a mero sentimiento. Con ello el Papa responde a esta cuestión: ¿Qué tipo de hombre queremos promover?, para afirmar a continuación que el desarrollo necesita puntos de referencia, en concreto la apertura a la transcendencia, pues es imposible el verdadero desarrollo sin Dios, dejando al ser humano sin respuesta a los más íntimos interrogantes sobre el sentido de la vida.

El Papa subraya que el desarrollo verdadero necesita de la verdad y de criterios orientadores, la justicia y el bien común. Cuando el “objetivo exclusivo” de la actividad económica es la eficiencia y el beneficio, olvidándose del bien común, se destruye riqueza y se crea pobreza. Otro tanto sucede cuando la actividad financiera se convierte en especulación, cuando los flujos migratorios no se gestionan adecuadamente y los recursos de la tierra se explotan abusivamente. Ante estos problemas, que generan desigualdades y nuevas pobrezas, el Papa reclama “una nueva síntesis humanista”, fundamentada en la fraternidad entre los hombres y los pueblos.

Reclama también respeto por el don sagrado de la vida, que “en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos”. Defiende igualmente el derecho a la libertad religiosa, pues la violencia y, sobre todo, el terrorismo fundamentalista frenan el desarrollo auténtico. Pide además la implantación de “una civilización de la economía”, de “formas de economía solidaria” y demanda de los responsables políticos y de quienes dirigen el mercado que sean “personas abiertas al don recíproco”, impriman una orientación personalista a la globalización, corrijan sus disfunciones y propicien políticas “que promuevan la centralidad de la familia”.

Insiste el Papa en que la economía necesita de la ética, “de una ética amiga de la persona”. Este principio debe dirigir los proyectos de desarrollo, la cooperación internacional y la acción de los organismos supranacionales. Denuncia el acaparamiento de los recursos energéticos por los estados y grupos de poder, que constituye “un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres”, y pide que se avance en la investigación de energías alternativas. El Papa parte en todas estas propuestas de la convicción de que la humanidad es “una sola familia” y afirma que la religión cristiana puede contribuir al desarrollo “solo si Dios encuentra un puesto también en la esfera pública”. Al mismo tiempo invita a los estados a destinar mayores recursos al desarrollo. No olvida el fenómeno de las migraciones y subraya que el emigrante “posee derechos que deben ser respetados por todos y en toda situación”.

En el capítulo final el Papa trata de los avances de la técnica en nuestros días, que deben estar regulados por la responsabilidad moral, sobre todo en el campo de la bioética. En este sentido afirma que “la razón sin la fe está destinada a perderse en la ilusión de la propia omnipotencia”. Concluye afirmando que el desarrollo “tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de oración… de amor y de perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida del prójimo, de justicia y de paz”.

Concluyo esta breve síntesis de la encíclica invitando a su lectura y estudio, especialmente a los voluntarios y responsables de Caritas. Nos servirá de aliento para salir al paso de las necesidades de tantos hermanos nuestros que están sufriendo las consecuencias de la crisis económica.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

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