Celebramos hoy el cuarto domingo de Adviento. Encendemos las cuatro velas de la corona de Adviento, que simbolizan la esperanza, la paz, la alegría y el amor, el camino que vamos recorriendo en nuestra preparación al nacimiento de Jesús. Dentro de cuatro días celebraremos la Navidad. Seamos conscientes de este misterio: Dios mismo, por amor a cada uno de nosotros y por amor a este mundo, tan cruel a veces sobre todo con los pequeños y los pobres, se ha hecho hombre, se ha hecho uno de nosotros.
Os propongo que celebremos la Navidad con sentido, con profundidad, con intensidad. Sobre todo, que nadie apague en su alma los brotes de la fe, de la esperanza y del amor efectivo y compartido. Lejos de nosotros un corazón como el de Ebenezer Scrooge, el viejo avaro y gruñón que describe en su Cuento de Navidad Charles Dickens. El novelista inglés más grande de la época victoriana fue también el cantor de la Navidad y de su espíritu. Son múltiples las ocasiones en que, en un capítulo de una novela o en un cuento breve, evoca la emoción que produce dicha fiesta en el ambiente y en el corazón de los hombres, y lo hace con calidad poética y, a la vez, una elevada sensibilidad humana y cristiana.
Navidad implicaba para él la capacidad de sentir un cierto calor humano, una especial capacidad de sintonizar con las cosas y las personas sencillas y humildes, y su reproche y su ironía por lo pomposo y superficial. Para sintonizar con la Navidad hace falta tener espíritu franciscano, y no es casualidad que fuera Francisco de Asís el inventor genial de la tradición del Belén hogareño, de tanto arraigo en los países de nuestro entorno cultural. Es importante que cuidemos nuestras tradiciones, que son expresión de nuestra identidad cultural y de nuestra fe cristiana. También nos ayudan a entender la Navidad la poesía y la música. El poeta expresa emociones y sensaciones profundas a través de la palabra, y lo mismo hace el músico a través de sus composiciones, por eso nuestros poetas y músicos han expresado y cantado la Navidad. Y por supuesto, quienes mejor han comunicado la esencia de la Navidad han sido los santos.
«Noche de Paz» (Stille Nacht), es universalmente reconocido como el villancico más famoso y difundido del mundo, traducido a más de 300 idiomas, cantado en innumerables géneros y reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial. Su letra original fue escrita en alemán en 1816 por el sacerdote austriaco Joseph Mohr y la música por el maestro de escuela y organista austriaco Franz Xaver Gruber, e interpretada por primera vez en Obendorf (Austria). Durante la Primera Guerra Mundial, este villancico fue cantado simultáneamente en inglés y en alemán durante la tregua de Navidad de 1914, como vínculo de hermandad, al ser el único conocido por los soldados de ambos frentes. Su letra, tan sencilla como profunda, habla de “noche de paz”, “noche de amor”, “noche de luz”, porque ha nacido Jesús. Navidad es, en medio de la noche de este mundo, un estallido de luz, de paz, un estallido de amor, porque el Hijo eterno de Dios se ha encarnado y ha nacido.
Celebramos que el Eterno entró en el tiempo, el Infinito entró en el espacio, el omnipotente se hizo un Niño que dependía de sus padres, y nos llama a hacer posible el encuentro con él. Este es el misterio que celebramos en Navidad. Celebramos que nos ha nacido el Salvador, que nos ofrece la posibilidad de reconocerlo, de acogerlo y adorarlo, como hicieron los pastores y los magos en Belén, que nos llama a abrir el corazón para que él nazca también en nuestra vida y la llene de paz, de amor y de luz, y la transforme totalmente. Abramos sin miedo el corazón y el entendimiento a Cristo, que viene a salvarnos. Santa y Feliz Navidad.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla

