Miércoles de la IX semana del tiempo ordinario

Palabras del Arzobispo.

El evangelio de este miércoles de la IX semana del tiempo ordinario nos habla de la trampa que tienden a Jesús los saduceos a propósito de la resurrección de los muertos. Este grupo, que tenía alguna relevancia en Israel, negaba la resurrección de la carne y la vida eterna, posición que, si hacemos caso a las estadísticas, comparten también hoy muchos que se consideran católicos, en torno a un 25-30%, porcentaje que en el caso de los jóvenes llega hasta el 45%. Efectivamente, en Occidente y en España es evidente el desvanecimiento de la esperanza en el mundo futuro. Son muchos los que creen que no existe el más allá, que no existe premio o castigo después de la muerte. Todo termina con la muerte.

Así se explican tantas conductas inmorales, amorales y corruptas. Si el hombre es un ser para la muerte, como afirman los existencialistas, carece de sentido el esfuerzo moral, el remar contra corriente y respetar la ley santa de Dios. Lo único que merece la pena, en consecuencia, es reverdecer el viejo ideal de los epicúreos: Comamos y bebamos que mañana moriremos.

Por ello, la Iglesia no debe cansarse de predicar las verdades finales de nuestra vida, los novísimos que aprendimos en el catecismo, la muerte, el juicio, el infierno, como separación de Dios por toda la eternidad, y la gloria y el encuentro definitivo con el Señor, con la santísima Virgen y con los santos. A todos mis oyentes les invito a renovar nuestra fe en este artículo capital del Credo apostólico: Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna, autentico manantial de esperanza para nuestra vida.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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