«La salud, derecho de todos: ¡Actúa!»

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas: 

Manos Unidas, una de las instituciones más conocidas y prestigiosas de la Iglesia en España, celebra una vez más, en el segundo fin de semana de febrero, su Campaña Contra el Hambre, este año con el lema: “La salud, derecho de todos: Actúa». Con él, esta asociación católica para el desarrollo, formada por voluntarios, aprobada y erigida por la Conferencia Episcopal Española, trata de concienciarnos de que la salud, además de ser un derecho de toda persona, es clave esencial para el verdadero desarrollo de los pueblos. Efectivamente, la salud es un derecho humano fundamental. Así lo reconoce la Declaración Universal de los derechos del Hombre de 10 de diciembre de 1948 al afirmar que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial, la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios” (Art. 25,1). Por desgracia este ideal expresado por Naciones Unidas hace sesenta y cuatro años no se cumple en una parte importante de nuestro mundo, un 40 % del cual  no tiene acceso a los servicios básicos de salud, víctima del círculo vicioso de la pobreza, que genera hambre, malnutrición, enfermedades múltiples y alta mortalidad infantil, todo ello  unido a la falta de atención sanitaria. 

Como cristianos no podemos permanecer impasibles ante esta realidad. Hemos de verla con los ojos de Jesús, que «al ver a las gentes se compadecía de ellas» (Mt 9,36). Los Evangelios nos muestran el lugar central que ocupan los enfermos en la vida de Jesús. Son sus predilectos. Durante su vida pública el Señor les prodiga una singular atención, hasta el punto de que su ocupación principal es anunciar la buena nueva del Reino de Dios y curar toda enfermedad y dolencia (Mt 9,35). Y esto es también lo que encomienda a sus discípulos cuando los envía a anunciar el Evangelio y les da poder para expulsar demonios y curar enfermedades. El encargo que reciben los discípulos es taxativo y claro: «Id y anunciad que el Reino de los cielos está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos y expulsad demonios.» (Mt 10,7 y 8). El Señor cura a los enfermos y expulsa a los demonios como signo de la verdad de su mensaje y para revelar el amor y la misericordia de Dios.

Manos Unidas lleva 53 años luchando en nombre de la Iglesia contra el hambre, el analfabetismo, la falta de condiciones de salud y el subdesarrollo cultural de los países del Sur. Lo hace desde la luz del Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia, colaborando así a la Nueva Evangelización, que para ser auténtica y creíble, necesita el testimonio de nuestro amor fraterno y solidario. Desde raíces profundamente sobrenaturales, la fe y el amor a Jesucristo, que se identifica especialmente con nuestros hermanos más pobres, los socios y voluntarios de Manos Unidas financian y apoyan  proyectos en el campo de la sanidad, la agricultura, la promoción de la mujer y la formación de la población infantil y adulta, respondiendo a peticiones de grupos de los países del Sur. Se desarrolla así un verdadero diálogo entre las iniciativas de aquellas comunidades y la solidaridad generosa de los socios y voluntarios de Manos Unidas, que procuran que quienes reciben la ayuda sean los protagonistas de su propio desarrollo.

Lejos de mitigarse, el subdesarrollo de los países del Sur sigue creciendo. No bastan, pues, las lamentaciones ni el conformismo. El escándalo de salubridad y el hambre, que tiende a crecer, es inadmisible en un mundo que dispone de bienes, de conocimientos y de medios para eliminarlo. Nosotros podemos contribuir a cambiar este estado de cosas. El pasado 11 de enero, en un discurso dirigido a las autoridades del Ayuntamiento, la provincia de Roma y la región del Lacio afirmaba el Papa Benedicto XVI que «los desafíos actuales son múltiples y complejos. Será posible vencerlos sólo en la medida en que se refuerce la conciencia de que el destino de cada uno está ligado al de todos. Por eso, la acogida, la solidaridad… son valores fundamentales».  

Consciente de que como afirma el Papa en el citado discurso, sólo el  hombre es «capaz de dar una acogida incondicionada y un amor infinito», apelo a la generosidad de los fieles cristianos de la Archidiócesis y a todos los sevillanos de buena voluntad. Les pido que colaboren con Manos Unidas a favor de aquellos hermanos nuestros que carecen de lo más imprescindible para vivir con dignidad. Pido también a los sacerdotes que sigan prestando su más entusiasta colaboración a esta obra de la Iglesia, que lleva a cabo su labor con austeridad, transparencia y eficacia grandes, y a la que agradezco su esfuerzo y compromiso al servicio de los más necesitados de la tierra. Que Dios os lo pague a todos.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

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