‘La Iglesia en la encrucijada de dos pontificados’

Texto íntegro de la intervención del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo, que ha pronunciado esta mañana en el Nueva Economía Forum de Sevilla.

1. Comienzo mi intervención agradeciendo la presentación que acaba de hacer D. Fernando Seco, que me acompaña en mi comparecencia ante ustedes, honrando la amistad y el afecto que nos une. Agradezco la presencia del Sr. Obispo auxiliar, del Sr. Alcalde, del Presidente Manuel Chaves, de la Subdelegada del Gobierno, del Sr. Presidente de la Audiencia y autoridades, de los sacerdotes, informadores y de todos ustedes, que han tenido la deferencia de venir a escucharme. Agradezco, sobre todo, a D. José Luís Rodríguez, Presidente de Nueva Economía Fórum, su invitación a hacerme presente en este estrado. Admiro su perseverancia evangélica ante mi escasa inclinación a comparecer en un lugar desconocido y poco habitual para un Obispo. Al final, como el personaje del Evangelio, que llama y llama a la puerta del amigo hasta que éste le abre, también él ha logrado traerme a este foro, dejando por unos momentos el ambón o el púlpito para subir a esta tribuna.

2. Aparte de D. José Luís, me ha convencido San Pablo, que en su segunda carta a su discípulo Timoteo le dice que proclame la palabra, que insista a tiempo y a destiempo, y que exhorte con toda magnanimidad y doctrina (2 Tim 2,4). Efectivamente, en el marco de la Nueva Evangelización, los hombres de Iglesia hemos de aprovechar cualquier circunstancia que se nos brinde, oportuna o inoportuna, para anunciar a Jesucristo como camino, verdad y vida de los hombres, como fuente de humanización y de sentido y como fuente de esperanza para el mundo.

3. Como es obvio, no vengo a este Foro a hablar de temas económicos, pues no me considero acreditado para ello. Pero si puede ser interesante que reflexione en voz alta sobre los grandes acontecimientos eclesiales acaecidos en las últimas semanas, para brindar algunas claves de interpretación y esbozar una prospectiva de futuro para quienes se mueven en el campo de la economía, al que la Iglesia trata de iluminar con su Doctrina Social. Por ello, he titulado mi ponencia La Iglesia en la encrucijada de dos pontificados. Todavía recuerdo conmovido la sensación de orfandad y la pena que se adueñó de mi ánimo en la mañana del 11 de febrero cuando se confirmó la noticia insólita de la renuncia del Papa Benedicto XVI al ministerio de Supremo Pastor. Personalmente me sentía seguro con su luminoso y riquísimo magisterio y con su cercanía paternal que varias veces pude experimentar. En esa jornada reflexioné largamente sobre el esplendor del servicio de este Papa grande, pastor, músico y teólogo, tal vez el más importante teólogo del siglo XX y de la primera mitad del XXI. Pensaba en su amor a la Iglesia y en su convicción de que es el Señor quien la gobierna. De ahí su humildad y su libertad de espíritu para optar por el ocultamiento y la plegaria, una forma magnífica de servir al pueblo de Dios, ahorrándole la agonía de un periodo indefinido en el que difícilmente hubiera podido mantener el impulso necesario en el gobierno de la Iglesia.

4. En estos días en que tantos se han sentido conmovidos por la renuncia del Papa, he recordado muchas veces la alegría con que acogimos su elección el 19 de abril de 2005. Recuerdo con emoción las palabras de quien se presentaba ante nosotros como un sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor, como un débil siervo de Dios, que ha de asumir un cometido inaudito que supera toda capacidad humana. Frente a no pocas apreciaciones precipitadas y ligeras como se escucharon entonces, una personalidad de esta tierra, no creyente pero con una especial sensibilidad para conocer la verdad y hondura de las personas, me confesó en aquellos días: los católicos no podéis dudar de que estáis en buenas manos.

5. En estas semanas he recordado sus luminosas encíclicas, el riquísimo acervo de sus catequesis y homilías, de tanta profundidad doctrinal y belleza literaria; su servicio a la santidad de la Iglesia y del sacerdocio con decisiones llenas de valentía; su trabajo incansable a favor del ecumenismo y de la restauración de la unidad en el seno de la Iglesia; su servicio a la verdad revelada, protegiendo la fe del pueblo sencillo de adulteraciones o ambigüedades; y todo ello en medio de las grandes dificultades y tormentas que han rodeado su gobierno pastoral.

6. A lo largo de su pontificado, Benedicto XVI ha ido haciendo un análisis extraordinariamente lúcido del mundo actual, un mundo autosuficiente y orgulloso de sus avances técnicos, un mundo que ha alumbrado una antropología sin Dios y sin Cristo, considerando al hombre como el centro y medida de todas las cosas, entronizándole falsamente en el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que crea a Dios, sino Dios quien crea al hombre. Para una parte notable de la cultura moderna, la sumisión a Dios entraña una alienación intolerable. Por ello, la cultura occidental, ensimismada y cerrada a la trascendencia, en buena medida ha renunciado a la adoración y reconocimiento de la soberanía de Dios y, como consecuencia, ha perdido el sentido de los valores permanentes y fundantes.

7. En estos años de fuerte ofensiva laicista, el Papa Benedicto nos ha predicado lo esencial: la primacía de Dios, que sólo Dios es Dios, que Dios no puede ser sustituido por sucedáneos. Nos ha dicho además que la búsqueda de Dios, al que se puede llegar también a través de la razón, es el único camino de felicidad y plenitud. Nos ha recordado reiteradamente que si Dios es la fuente de la vida, eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría, [pues] sin el Creador la criatura se diluye. Nos ha dicho también que la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un infierno, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza.

8. No pocos han subrayado en estas semanas el cristocentrismo del Magisterio del Papa Benedicto, que rompiendo tradiciones seculares, ha publicado en tres volúmenes, escritos a lo largo de estos años, una biografía de Jesús, que ha sido juzgada como un hito en la cristología de la edad contemporánea. Sus páginas rezuman rigor, sabiduría y oficio teológico sobresaliente y, sobre todo, amor ardiente a Jesucristo, razón de la vida del Papa, cuyo ministerio se inauguraba con estas palabras emblemáticas: «¡No tengáis miedo de Cristo!… Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno». Él nos dijo también en la inauguración de la Asamblea del CELAM en Aparecida (Brasil) que «sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro».

9. El pasado 13 de marzo, a la caída de la tarde, en un cónclave excepcionalmente corto, los cardenales elegían un nuevo Padre y Pastor de los católicos, el Papa Francisco, rompiendo los pronósticos de los más agudos vaticanistas, demostrando así que el protagonista del cónclave es el Espíritu Santo. A lo largo de las últimas semanas, la biografía del Papa se nos ha ido haciendo familiar. Hemos conocido sus orígenes sencillos, sus estudios de ingeniería química, su ingreso en la Compañía de Jesús, su humildad, bondad y austeridad; su excelente preparación intelectual, su recia vida interior, su amor a Jesucristo y a los pobres, y su entrega a la Iglesia, primero dentro de la Compañía de Jesús como Provincial de Argentina, y después como Arzobispo de Buenos Aires y Presidente de la Conferencia Episcopal. La elección del nombre de Francisco y sus primeros gestos nos han permitido entrever un pontificado perfumado de aromas evangélicos, que nos reclama a todos la vuelta a lo esencial, la vuelta a Jesucristo y su Evangelio en esta hora de la Iglesia y del mundo, «magnífica y dramática, magnífica y atormentada» al mismo tiempo, como la calificara
el Concilio Vaticano II.

10. Es un hecho que los primeros pasos y gestos del Papa Francisco han suscitado una catarata de simpatía y de expectativas en la Iglesia y fuera de ella. Andrea Tornielli, experto vaticanista, y Massimo Introvigne, eminente sociólogo italiano, han hablado del «efecto Francisco». Sin desmentir estos juicios, yo quisiera trazar una prospectiva de lo que puede ser este pontificado. De entrada, quiero decir que no cabe esperar un giro copernicano en el campo doctrinal y moral, porque la Iglesia es sólo deudora, custodia e intérprete de la doctrina de su Señor.

11. En estos días se han publicado florilegios de textos del Cardenal Bergoglio, en los que se desgrana su pensamiento sobre los más variados temas: misión de la Iglesia, espiritualidad, cuestiones sociales, aborto, matrimonio, ecología, etc., todos ellos expresados en un lenguaje muy actual y atractivo, pero profundamente enraizado en la más genuina tradición católica. Por ello, es seguro que en una época de marcado relativismo ideológico, consciente de su misión de confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,32), el Papa Francisco, en comunión estrecha con la doctrina perenne de la Iglesia, sentirá la necesidad de iluminar con su Magisterio los más variados temas del dogma y de la moral, sirviendo así a la fe del pueblo sencillo.

12. Quince días después de su elección, un cardenal latinoamericano, amigo del cardenal Bergoglio y con el que yo también he tenido alguna relación, me decía que las dos claves que explican la personalidad y la trayectoria pastoral del nuevo Papa son Jesucristo y los pobres, afirmación que corrobora un viejo profesor del Papa, el jesuita argentino Juan Carlos Scannone en una reciente entrevista en Zenit. Personalmente he llegado a la misma conclusión leyendo numerosos textos del Arzobispo de Buenos Aires. Jesucristo efectivamente es la razón de ser, la clave de bóveda de la existencia del Papa Francisco. Yo mismo fui testigo de su oración mañanera y de su hondura espiritual en los magníficos Ejercicios Espirituales que nos dio a los Obispos españoles en Pozuelo de Alarcón en enero de 2006. Su amor a Jesucristo, cultivado en la oración, sigue siendo el venero fecundo de toda su vida y actividad. En su amor a Jesucristo y en su honda experiencia de Dios, sustenta el Papa Francisco la fe profunda que se trasluce en sus palabras y en sus gestos, las palabras y los gestos de un místico y, por lo mismo, de un hombre verdad, que predica lo que cree y que vive lo que enseña.

13. Creo no equivocarme afirmando que el anuncio de Jesucristo a nuestro mundo en el marco de la Nueva Evangelización va ser la piedra miliar del pontificado del Papa Francisco, que acaba de reclamar a sus hermanos Obispos argentinos, reunidos en Asamblea Plenaria en Buenos Aires, una iglesia misionera, que salga a las periferias y a las encrucijadas de los caminos. En un texto escrito el pasado día 16 de abril, lleno de simpatía y de afecto fraterno, en el que se excusa de no poder asistir, por razones obvias a su asamblea, les dice lo siguiente: Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencia; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma… Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar.

14. Este texto tan fresco y personal nos descubre que el Papa Francisco no es un místico desencarnado, sino un hombre abierto a los gozos, las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, particularmente de los pobres y de los que sufren, como la Iglesia que quería el Vaticano II (GS 1). Desde el pilar firmísimo de su amor a Jesucristo y la contemplación de su rostro, el Papa Francisco descubre cada día el semblante divino del hombre. De ahí su servicio incondicional al ser humano y a su irrenunciable dignidad, defendida en estos años contra viento y marea como arzobispo de Buenos Aires en las peculiares circunstancias políticas que imperan en Argentina, con el coraje que brota del amor de Dios. Desde profundas raíces teologales, con la elocuencia de las obras y de su vida sencilla y austera, y con su magisterio episcopal en el campo social, el cardenal Bergoglio se ha acercado a los pobres, poniéndose de su parte y en su lugar. No deja de ser sintomático que el Papa Francisco pidiera a su familia que no viniera a la ceremonia de inauguración de su pontificado, indicándoles que entregaran el dinero del viaje a los pobres, y que su único invitado personal, situado en la primera fila de los lugares reservados a su familia, haya sido un cartonero de Buenos Aires llamado Sergio Sánchez, gesto éste que vale por toda una homilía del Papa Francisco, que en sus años de Arzobispo de Buenos Aires se ha acercado también a los jóvenes sin futuro y sin esperanza; a los presos, a las familias, proclamando el evangelio del matrimonio y de la familia; a los trabajadores, defendiendo la primacía del trabajo sobre el capital y el beneficio; y a los inmigrantes, instando a favorecer su acogida e integración.

15. Como el Buen Samaritano, se ha abajado hasta la postración de los pueblos de América Latina, crucificados por la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la violencia y el atropello generalizado de los derechos humanos, reclamando una ayuda efectiva de los países ricos para que puedan emprender su propio desarrollo. El cardenal Bergoglio ha defendido valientemente la dignidad sagrada de la persona humana, imagen de Dios, sus derechos inalienables, la dignidad de toda vida, desde su concepción hasta su ocaso natural, y la causa de la paz en el mundo, obra de la justicia y fruto del diálogo y la colaboración entre los pueblos, considerando la guerra como el supremo fracaso de la humanidad. Estas coordenadas de la trayectoria pastoral del cardenal Bergoglio nos permiten adivinar algunas de las ideas-fuerza de su servicio de Supremo Pastor.

16. No dudo de que en el pontificado del Papa Francisco el diálogo interreligioso y el ecumenismo va a tener una relevancia especial, convencido de la profunda verdad que encierran las palabras de Concilio Vaticano II, que él ha citado en muchas ocasiones, cuando afirma que la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (LG 1). Por ello, no es extraña su amistad personal con líderes judíos y musulmanes, como lo revela el libro titulado Sobre el cielo y la tierra, en el que se recogen las conversaciones de Bergoglio con su gran amigo el rabino de Buenos Aires Abraham Skorka. Tampoco es extraña la presencia de dichos líderes en la Misa de inauguración de su pontificado el 19 de marzo, ni que su primera carta como pontífice haya sido dirigida al Gran Rabino de Roma, o que en las últimas semanas haya recibido la visita de altos responsables de la Iglesia Ortodoxa y de las Iglesias luteranas, todo lo cual es un buen augurio, que abre nuevas perspectivas al diálogo interreligioso y al ecumenismo, en el que yo tengo el pálpito de que el Papa Francisco nos va a dar más de una sorpresa, lo cual no deja de ser alentador en un mundo tendente cada vez más al individualismo y a la fragmentación.

17. Personalmente estoy convencido de que el pontificado del Papa Francisco va a tener una tonalidad claramente reformadora. Es verdad que los gestos aislados significan poco, pero la catarata de gestos de las últimas semanas en el atuendo, la liturgia y la forma de relacionarse con la gente… no es algo casual. Como tampoco lo es la elección del nombre de Francisco, que él mismo nos ha dicho que evoca al santo de Asís,
el santo más parecido a Jesús a juicio de los historiadores de la espiritualidad cristiana, el santo más grande de toda la Edad Media, el evangelio químicamente puro. Francisco inicia su vida religiosa en los inicios del siglo XIII, en el pontificado de Inocencio III, culmen de la teocracia pontificia y del poder temporal de los Papas. Una noche de 1209 Inocencio III tiene un sueño: la iglesia de Letrán, la iglesia del Papa, se resquebraja, mientras un frailecillo la sostiene con sus espaldas. Es Francisco que ha oído de labios del Señor esta frase: Ve, Francisco, y repara mi casa que se desmorona. Unos días después el Papa recibe a Francisco y ve en él al frailecillo de la visión, poniendo las manos sobre su cabeza y bendiciendo sus propósitos de reformar la Iglesia volviendo a Jesucristo y a las buenas esencias del Evangelio, a la belleza, la simplicidad, la sencillez y la pobreza de cristianismo primitivo.

18. Que los propósitos reformadores del Papa no son una quimera lo demuestra la determinación excepcionalmente temprana y valiente que acaba de tomar. El pasado 13 de abril, día en que se cumplía un mes de su elección, el Papa Francisco, acogiendo una sugerencia surgida en las congregaciones generales precedentes al cónclave, ha constituido un grupo de ocho cardenales y un obispo de los cinco continentes para aconsejarle, en un claro ejercicio de la colegialidad, en el gobierno de la Iglesia universal y para estudiar la reforma de la Curia romana, que con toda seguridad afectará directa o indirectamente a otros niveles del gobierno y del pastoreo de la Iglesia universal.

19. El tema de la pobreza va a ser un tema recurrente en el pontificado del Papa Francisco, que sin duda va a suponer un impulso fuerte al desarrollo armónico de la Doctrina Social de la Iglesia. La pobreza junto con la misericordia son ya dos temas muy presentes en sus homilías y discursos, que si no tienen la hondura teológica de los textos de Benedicto XVI, sí tienen la frescura y la sencillez del lenguaje de Jesús, susceptible de ser acogido y entendido por toda clase de personas. En el encuentro que tuvo con los informadores que cubrieron la sede vacante y la elección del nuevo Papa el pasado 16 de marzo, tres días después de la fumata blanca, explicó las razones por las que eligió el nombre de Francisco, al que calificó como el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación, para añadir a continuación: ¡Ah, cómo quisiera una iglesia pobre y para los pobres! Personalmente intuyo un ejercicio del ministerio primacial de un claro carácter colegial y revestido de una gran austeridad y simplicidad, alejado de barroquismos en vestimentas, tratamientos, usos y costumbres, con tonalidades menos palaciegas y mundanas. Intuyo también que la reforma que viene nos va afectar a todos, a la Curia, al Colegio cardenalicio y al ministerio episcopal. Intuyo también que dicha reforma no va a afectar al núcleo fundamental de la liturgia, aunque tal vez se simplifiquen algunos aspectos, sin perder el carácter mistérico de la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana.

20. El Papa Francisco viene de un Continente estigmatizado por la pobreza, donde apenas existen las clases medias, sino una clase alta minoritaria y poderosísima y legiones de pobres en el plano económico y cultural, a los que él se ha referido con estas palabras: El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas –incluso de niños– junto con la miseria material y moral son moneda corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. No es extraño, pues, que en este caldo de cultivo haya surgido la Teología de la Liberación, que el Magisterio de la Iglesia ha rechazado como método de análisis de la realidad y como fórmula pastoral para la acción de la Iglesia en América Latina.

21. Reconociendo la buena voluntad de muchos de los padres de esta teología, la Iglesia ha expresado paladinamente que ella no tiene necesidad de pedir prestado a otras ideologías ni el lenguaje, ni sus métodos de análisis o de acción, pues le basta el rico venero del Evangelio. En este sentido son terminantes las posiciones del P. Bergoglio en los años setenta y ochenta, en su periodo de Provincial de la Compañía de Jesús en Argentina. Lo son también sus pronunciamientos ante el dolor y el sufrimiento de los pobres en sus años de Cardenal y Arzobispo de Buenos Aires, que poco tienen que envidiar a las afirmaciones llenas de celo por la justicia de los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V, que con tanto vigor anatematizan a quienes abandonan, se despreocupan o abusan de los pobres. Todos estos temas, a los que podríamos añadir la construcción de la paz, fruto de la justicia y del diálogo entre los pueblos; el deber moral y religioso de cuidar de la creación; la concepción del poder político o religioso como un servicio; la misión del Papa como pontífice, que tiende puentes entre los pueblos y entre las diversas religiones… son temas que el Papa lleva en el corazón y que han aflorado en la homilía de inauguración de su pontificado y en el discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano del pasado 22 de marzo.

22. En estos momentos, -y ya termino- en que nuestra Iglesia está haciendo un esfuerzo supremo para servir a los pobres y a las víctimas de la crisis, la elección del Papa Francisco es un kairós, un signo y una llamada apremiante a todos nosotros para que la Iglesia refuerce con toda nitidez ante el mundo su papel de sierva y servidora, que no se busca a sí misma y que solo pretende ser samaritana de la humanidad, que ve el sufrimiento del hombre tendido al borde del camino, se apiada de él, se baja de su cabalgadura y se arrodilla para curarle sus heridas físicas o morales. Yo quiero adivinar que este va a ser el leiv motiv del pontificado del Papa Francisco, el Papa que el Señor nos envía, el Papa que necesitamos en esta hora, que está siendo ya para la Iglesia y para el mundo una bocanada de aire fresco y un germen vivísimo de esperanza. Como los israelitas a la vuelta de Babilonia, también nosotros escuchamos de labios del profeta en esta hora estas confortadoras palabras: «Mirad que hago algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43,19).

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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