Homilía en la Misa de Acción de Gracias por la elección del Papa Francisco

Homilía de Mons. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, en la Misa de Acción de Gracias por la elección del Papa Francisco.

Domingo, 17 de marzo de 2013

Sevilla, Catedral, 17, III, 2013

Lecturas del V Domingo de Cuaresma (A)

1. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres». Estas palabras del salmo 125, que el pueblo de Israel cantaba a la vuelta del destierro y que la liturgia sitúa en este domingo V de Cuaresma, resumen con exactitud nuestros sentimientos en esta Eucaristía, en la que damos gracias a Dios por la extraordinaria experiencia eclesial que los católicos acabamos de vivir en las últimas semanas. Los hijos de la Iglesia, como una gran familia, acompañados por el respeto de millones de creyentes y no creyentes de todo el mundo, hemos despedido al querido Santo Padre Benedicto XVI en el final de su pontificado, agradeciéndole su entrega, su luminoso y bienhechor Magisterio, su humildad, libertad de espíritu y amor a la Iglesia.

2. Con su decisión de renunciar al ministerio petrino para vivir una vida de ocultación y de plegaria, nos ha legado la más preciosa de sus encíclicas sobre la primacía de la gracia, la necesidad de la interioridad y de la experiencia de Dios en medio del oleaje de la vida diaria. Él nos dijo en una ocasión citando a San Bernardo, que el frenesí de las ocupaciones absorbentes y el activismo llevan a la dureza de corazón, son sufrimiento para el espíritu, pérdida de la inteligencia y dispersión en la vida espiritual. Así sucederá si no reconocemos la primacía de la gracia, con la certeza de que la comunión vital con el Señor es el secreto venero de nuestro apostolado, de nuestra fraternidad y de nuestro servicio a los pobres.

3. Después de la despedida del Papa Benedicto XVI, en la que participó una representación muy digna de nuestra Archidiócesis, la Iglesia entera se convirtió en un gigantesco Cenáculo, en el que pastores y fieles, como los Apóstoles, con el aliento de María en las vísperas de Pentecostés, pedíamos para el Colegio Cardenalicio la luz del Espíritu, para descubrir al ungido por la fuerza de lo alto, el Papa según el corazón de Dios que la Iglesia y el mundo necesitan en estos momentos. De este modo, unidos por los lazos invisibles de la comunión de los santos, todos participamos de algún modo en la asamblea cardenalicia. Y Dios que no abandona a su Iglesia, a la caída de la tarde del miércoles 13 de marzo, después de un cónclave excepcionalmente corto, nos concedía un nuevo Padre y Pastor, el Papa Francisco, cuya figura fue recibida con gran alegría y esperanza por los hijos de la Iglesia.

4. En los cuatro últimos días, la biografía del nuevo Papa se nos ha ido haciendo familiar. Hemos conocido sus orígenes sencillos, sus estudios de ingeniería química, su ingreso en la Compañía de Jesús, su humildad, bondad y austeridad; su excelente preparación intelectual, su recia vida interior, su amor a Jesucristo y a los pobres, y su entrega a la Iglesia, primero en el interior de la Compañía de Jesús y después como Arzobispo de Buenos Aires y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. La elección del nombre de Francisco y sus primeros gestos nos han permitido entrever un pontificado perfumado de aromas evangélicos, que nos reclama a todos la vuelta a lo esencial, la vuelta a Jesucristo y su Evangelio.

5. No podemos dudar de que es el Espíritu Santo quien lo ha elegido, gracias a la elección responsable y libre de los cardenales y a la oración insistente de la Iglesia. Porque es Dios quien nos lo envía, es justo que en esta tarde, la Iglesia en Sevilla, sus sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos, con las autoridades que nos han querido acompañar, y los Obispos, en la iglesia catedral, madre de las iglesias de la Archidiócesis, demos gracias a Dios, autor de todo bien, por el don precioso que ha regalado a su Iglesia en el Papa Francisco. En verdad que «el Señor ha estado grande con nosotros». Por ello, «estamos alegres» (Sal 125,3) y bendecimos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef 1,3).

6. La doctrina sobre el ministerio de Pedro en la Iglesia pertenece al núcleo de la fe más genuinamente católica. A lo largo de su vida pública, Jesús delinea la arquitectura constitucional de su Iglesia instituyendo el colegio de los Doce, al que sucede el Colegio episcopal, poniendo a Pedro como piedra fundamental y principio de unidad, firmeza y estabilidad del edificio de la Iglesia (Mt 16,17-19). Al mismo tiempo, le encomienda la misión de atar y desatar, de enseñar con autoridad, de regir y santificar al nuevo Pueblo de Dios y confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,31-32). Para ello, le concede el carisma de la infalibilidad. Como sucesor de Pedro, el Papa no sólo es Obispo de Roma, sino también Obispo de toda la Iglesia. Es Vicario de Cristo, signo de la presencia continuada de Jesús en el mundo, «el dulce Cristo en la tierra», como le llamara Santa Catalina de Siena.

7. Por ello, le acogemos como al que viene en nombre del Señor (Lc 19,38). El libro de los Hechos nos enseña que ya la Iglesia de los comienzos vivía la comunión con Pedro, orando constantemente por él, sobre todo en tiempo de tribulación, cuando Pedro estaba en la cárcel y amenazado de muerte. Esta ha sido siempre la actitud de la Iglesia con el Sucesor de Pedro. Es la actitud que os pido a todos en este momento: vivir la comunión con el Santo Padre, el Papa Francisco. Esta comunión nace de nuestra fe en Jesucristo que vela por su Iglesia enviándole pastores según su corazón, para los que nos pide la misma obediencia de fe que a Él mismo.

8. Cuanto más viva y profunda sea nuestra comunión con Jesucristo, al que Pedro confiesa como el Cristo, el Hijo de Dios vivo, cuanto más nos identifiquemos con la fe de Pedro, reconociendo a Jesucristo como el Mesías, el Ungido por Dios, nuestro Dios y Señor, el Pastor de nuestras almas y el Señor de nuestras vidas, más fácil nos resultará acoger al Vicario que Él nos envía para que lo haga presente y actúe en su nombre. Mostrémonos disponibles para acoger su doctrina, interna, cordial y obsequiosamente, con obediencia sobrenatural, sabiendo que acogiendo las enseñanzas del Papa, acogemos las enseñanzas de Cristo a quien representa. De ahí nuestro afecto entrañable y filial, de ahí nuestra devoción y amor al Papa, algo que pertenece a la entraña más original de la fe católica.

9. Todos los sentimientos y actitudes que albergamos en los comienzos del Pontificado del Papa Francisco han de encontrar su marco más adecuado en la oración; oración de acción de gracias al Señor que vela por su Iglesia y que, con toda seguridad, nos regala el Papa que necesitamos; oración de súplica para quien nos pide ayuda en su debilidad; oración de petición para que el Señor lo ilumine y fortalezca con los dones de su Espíritu y encuentre en nosotros «un pueblo bien dispuesto». En esta tarde encomendamos a todos los hijos e hijas de la Iglesia y pedimos al Señor que el hecho extraordinario que estamos viviendo en este final de la Cuaresma sea para todos nosotros un verdadero acontecimiento de gracia, que convierta nuestros corazones, como nos ha pedido el Señor en el evangelio, no con la justicia falaz de los fariseos, sino con las armas de la sinceridad y de la verdad. Sólo así será posible el conocimiento de Cristo, el encuentro con Él y el existir en Él, lo único que importa porque todo lo demás es pérdida, como nos ha dicho San Pablo. Os lo digo con las palabras dirigidas a los Cardenales por el Papa Francisco en la Misa Pro Ecclesia el pasado jueves día 14: «Yo quisiera que todos tengamos el valor… de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor que se derramó en la Cruz; y de confesar la única glo
ria: a Cristo crucificado. Así, [caminando, edificando y confesando] la Iglesia irá hacia delante».

10. Termino ya rememorando de nuevo los días de gracia que acabamos de vivir y que tanto han alentado nuestra esperanza. Por más que nos dibujen con sombras y nos aturdan con estadísticas, la Iglesia está viva y tiene futuro porque cuenta con la asistencia eficaz del Espíritu, que prometiera Jesús. Cuenta con la verdad del Evangelio que, como todo lo auténtico, nunca se desvanece ni consume. En los inicios de este pontificado, yo os invito a reavivar la esperanza, la esperanza que no defrauda (Rom 5,5), que tiene como fundamento a Jesucristo, que «es el mismo ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8). Por ello, como dijera el Papa el pasado viernes a los Cardenales, no debe haber entre nosotros lugar para el pesimismo, para esa amargura que el diablo nos ofrece cada día. No debe haber espacio para el pesimismo o el desaliento… si entre nosotros existe la voluntad de servir al Evangelio con renovado amor, ayudando a la Iglesia a transformarse más en Cristo y con Cristo.

11. Que el Señor acoja nuestra plegaria de acción de gracias por el regalo con el que ha bendecido a su pueblo. Ayudemos al Papa con nuestro afecto y nuestra oración, con nuestra adhesión a Cristo y con nuestro amor a la Iglesia. Dirigimos nuestra oración cálida y filial a la Santísima Virgen para que acompañe y proteja siempre al Papa Francisco, que ha sido constituido por Jesucristo como Pontífice, Maestro supremo de la fe de la Iglesia y Pastor y Obispo de nuestras almas. Así sea.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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