Homilía en la Función Principal de la Hermandad de Pasión

Iglesia Colegial de El Salvador

Lecturas: Jonás 3, 1-5.10; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20

Saludos. Archicofradía del Santísimo Sacramento y Pontificia y Real de Nazarenos de Ntro. Padre Jesús de la Pasión y Nuestra Madre y Señora de la Merced.

Jesús da comienzo a su actividad de proclamación del Evangelio y también comienza a crear un grupo de discípulos que serán llamados y enviados a continuar su misión. Con él ha llegado el Reino de Dios, en su persona se inaugura, él trae la salvación al ser humano. La condición indispensable para entrar a formar parte del Reino, para recibir la salvación de Dios es la conversión, convertirse y creer.

La conversión es un cambio radical que se produce en la persona como consecuencia del encuentro con Cristo. No consiste en esforzarse un poco más de lo habitual en la práctica de la vida cristiana, ni tampoco en realizar algunos esfuerzos con la finalidad de moderar el temperamento. No es cuestión de perder un poco menos de tiempo en la televisión o en internet, ni significa aumentar un poco la oración o los donativos a los necesitados. Eso puede quedarse al final en meros retoques en la fachada, arreglos de imagen, pero del todo insuficientes. La conversión consiste en afrontar y llevar a término con decisión la reforma total del edificio, la reforma profunda de la vida.

Hay que empezar venciendo una tentación inicial consistente en pensar que es una utopía inalcanzable, un imposible. En realidad, no es tan difícil. Se trata más de dejarse cambiar que de esforzarse por cambiar desde una actitud voluntarista. Cambiar la ruta, la meta de la vida para que el eje vertebrador sea Cristo, para que él sea el centro al que subordinamos todos los demás valores: familia, trabajo, aficiones, etc. Un cambio radical de mentalidad y de corazón. Este cambio llega porque Cristo nos fascina, nos atrae, nos enamora.

Cristo sale al encuentro de todo ser humano y se presenta como Camino, Verdad y Vida, para saciar su sed de felicidad, para llenar de sentido su existencia. Por eso hemos de propiciar el encuentro profundo con Cristo, la experiencia de fe que revolucionará la vida y la comprometerá hasta el fondo, la vivencia transformadora a partir de la cual se inicia una relación de intimidad con El y una vida radicalmente nueva. La vocación de los cuatro primeros discípulos es un ejemplo de la respuesta del hombre que se convierte a Dios.

El que llama es Dios. Toda vocación es un don de Dios y se fundamenta en la elección gratuita y precedente de parte del Padre. Y toda vocación cristiana siempre tiene lugar en la Iglesia y mediante ella. Esto se manifiesta de un modo particular en los que Cristo invita a dejarlo todo para seguirle compartiendo vida y misión. La vocación al sacerdocio ministerial comienza por un encuentro con el Señor, que llama a dejarlo todo y seguirle, que quiere que su llamamiento se prolongue en una vida de amistad con él y de misión que compromete toda la existencia. Como Simón, Andrés, Santiago y Juan.

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Nos encomendamos a nuestra Madre y Señora de la Merced.

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