Hoy la Iglesia celebra la 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Desde el Concilio Vaticano II, esta Jornada ha sido una oportunidad para reflexionar sobre el don inmenso de la comunicación en todas sus formas, y para tomar conciencia de la responsabilidad que implica su ejercicio, especialmente en una época como la nuestra, marcada por una revolución digital permanente, por la inmediatez de la información y por la necesidad urgente de verdad, esperanza y encuentro. Este año celebramos esta Jornada con un especial tono de gratitud y continuidad. El mensaje que el difunto papa Francisco dejó preparado antes de su partida para el Señor sigue siendo una luz y una guía. Y en estas primeras semanas del pontificado del papa León XIV, hemos recibido con profundo interés sus primeras palabras a los medios de comunicación tras su elección.
El pasado 12 de mayo, unos días después del Cónclave que lo eligió como Obispo de Roma, el papa León XIV convocó a los profesionales de los medios de comunicación para un primer encuentro. El mundo entero había seguido atentamente el proceso de elección del nuevo Papa, y no pocos lo hicieron a través de sus dispositivos móviles o pantallas. Consciente de ello, el Papa quiso, en su primer discurso a los comunicadores, expresar su gratitud y subrayar algunos aspectos. Su discurso fue una llamada a la esperanza y la responsabilidad. Reconoció la dificultad de esta labor, pero también destacó su importancia para la construcción de un mundo más justo y fraterno. El Santo Padre agradeció su servicio a la verdad, y los animó a ser constructores de puentes y promotores del diálogo, a ser luz de esperanza e instrumento eficaz para la transformación social.
Estas orientaciones del Santo Padre resuenan con fuerza en nuestra realidad diocesana. Vivimos un tiempo apasionante para la comunicación, pero también lleno de desafíos. Como Iglesia, estamos llamados a estar presentes allí donde las personas se informan, se relacionan, se expresan: en los periódicos, en la radio, en la televisión, y también en las redes sociales, en los entornos digitales, en los canales de comunicación inmediata. Desde hace años, nuestra Archidiócesis ha venido dando pasos importantes en este sentido con el fortalecimiento de la Delegación de Medios, la renovación de nuestras plataformas digitales, la formación de nuestros agentes de pastoral en competencias comunicativas, y la apuesta por un lenguaje eclesial más cercano, testimonial y transparente.
Pero aún queda mucho camino por recorrer. Por eso os invito a todos a avanzar en el compromiso por una comunicación verdaderamente evangélica. Que nuestras parroquias, hermandades, movimientos y comunidades sean también escuelas de comunicación cristiana: que sepamos hablar con respeto, escuchar con paciencia, corregir con caridad, compartir con alegría. Que no cedamos a la tentación del juicio apresurado, del rumor infundado o de la descalificación anónima. El Evangelio no se difunde con agresividad, sino con testimonio; no se impone, sino que se propone. Vivimos tiempos de soledad, de polarización ideológica, de desinformación, de manipulación. Por eso, necesitamos volver a poner en el centro el rostro humano, la relación, el encuentro. Es preciso fomentar una comunicación que sea capaz de consolar, de formar, de humanizar. Comunicar, en definitiva, como Jesús: con verdad y ternura, con firmeza y compasión, con sabiduría y cercanía.
Acabo estas líneas poniendo bajo la protección de María santísima a todos los comunicadores, periodistas y profesionales de la comunicación. Ella, que guardaba y meditaba todo en su corazón, es modelo de una comunicación que nace del silencio fecundo, del discernimiento interior, del servicio a la verdad. Que su voz nos enseñe a hablar como discípulos, a callar cuando conviene, a escuchar siempre, a mirar con misericordia, a comunicar con el corazón. Y a todos los que trabajáis en los medios, en las redes, en los gabinetes de comunicación, en las parroquias y comunidades, en la catequesis, en la formación o en la cultura: gracias. Gracias por vuestra entrega, por vuestro esfuerzo y por vuestra pasión. La Iglesia y el mundo os necesitan.
+José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla