Comenzamos las misiones populares en la Archidiócesis

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas:

Dedico esta carta semanal a las Misiones Populares que han comenzado ya en tres parroquias de nuestra Archidiócesis y que se inician en estos días en otras trece. Las Misiones Populares, de tanta tradición y solera en la pastoral de la Iglesia, no han perdido vigencia ni valor. Hoy, en el marco de la Nueva Evangelización, pueden ser instrumentos muy valiosos para despertarnos de la modorra espiritual en que muchos católicos nos hayamos sumidos, poco conscientes de la grandeza de nuestra vocación, con escaso compromiso cristiano y práctica religiosa y un menguado entusiasmo apostólico.

Las Misiones Populares históricamente han tenido como finalidad remover los cimientos religiosos de nuestras comunidades, renovar la vida cristiana de sus miembros a través de una conversión sincera y animar a la comunidad cristiana para que asuma su compromiso evangelizador, especialmente con los más alejados. Las Misiones Populares han sido también camino privilegiado para ayudar a los fieles a pasar de una fe sociológica y cultural a una fe personal, profunda y vivencial. Las Misiones hoy tratan de suscitar una fuerte experiencia de Dios, desde la participación consciente en los sacramentos, la oración, y la formación religiosa básica. Todo ello permite al cristiano el encuentro personal con Cristo y con su Iglesia y el fortalecimiento de su compromiso cristiano. En suma, la Misión ha de ayudar a nuestros cristianos a «redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe», como nos decía el Papa Benedicto XVI en el «motu proprio» Porta Fidei por el que convocaba el Año de la Fe.

Las Misiones Populares hoy se diferencian bastante de las que muchos conocimos de niños hace cuatro o cinco décadas. Actualmente están estructuradas en tres momentos bien diferenciados. El primero es la etapa de preparación o pre-misión, que conlleva el análisis profundo de la realidad parroquial en sus dimensiones social, económica, cultural, religiosa y eclesial. Después es preciso dedicar un tiempo a la formación del equipo que prepara la misión utilizando materiales bien elaborados y manejados por monitores expertos. Para ello, es preciso abordar temas como la naturaleza y la misión salvadora de la Iglesia, la parroquia como hogar que nos ofrece los dones de la salvación, la evangelización, la misión y el compromiso de los laicos, etc. También existen momentos de oración, de modo que el equipo tenga una fuerte experiencia de reflexión y oración personal y comunitaria.

La segunda etapa es la celebración de la misión propiamente dicha. Es un tiempo fuerte e intenso. Dura quince días, en los que se proclama con fuerza y alegría el mensaje de Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, que vivifica, ilumina y transforma la existencia de los hombres, llamándolos a su seguimiento mediante la conversión radical de la vida en el seno de la comunidad. En la primera semana se realizan actos masivos en la iglesia, en los que se anuncia la Palabra, para después meditarla en un marco de encuentro profundo con Dios en la oración y con los hermanos. Otros actos pueden ser el rosario de la aurora, oración de la mañana, los encuentros con jóvenes, niños, abuelos, matrimonios, pequeños cursos bíblicos, etc.

En la segunda semana, la celebración de la misión continúa en casas de familias, formando pequeñas comunidades o asambleas familiares. Son reuniones de vecinos que dialogan y reflexionan sobre temas de la vida, iluminados por la fe, tomando como centro la Palabra de Dios (cfr. Hch 2,42-47). El objetivo de estas asambleas es formar comunidades vivas que dinamicen al vida parroquial, que trabajen los temas claves de la vida cristiana: Jesucristo, la Iglesia, los sacramentos, la oración, etc., y que incentiven el espíritu misionero.

El colofón es la post-misión. Las pequeñas comunidades siguen reuniéndose cada quince días para formarse y alentarse en el seguimiento de Jesús bajo la guía del Espíritu Santo, que es quien imprime unidad a la pequeña comunidad, fortalece la fraternidad e impulsa al apostolado y a la misión.

En mi carta pastoral de comienzo de curso de septiembre de 2012 manifestaba mi apoyo entusiasta a «… la iniciativa de la Vicaría Episcopal para la Nueva Evangelización de constituir un equipo diocesano de Misiones Populares…, que luego de la oportuna preparación, pueda acudir a las parroquias que demanden sus servicios». Un año después reitero mi apoyo más explicito a las Misiones Populares que están comenzando y a todas las que seguirán en los próximos años. Dios quiera que contribuyan a la dinamización de nuestras parroquias y sean muchos los alejados que vuelvan a Dios y muchos también los que renueven su vida cristiana imprimiéndole un nuevo sentido y un mayor compromiso apostólico. Dios quiera que sean para todos un acontecimiento de gracia y una verdadera Pascua, es decir, un paso del Señor junto a nuestras vidas para renovarlas, convertirlas y recrearlas. A todos pido que encomendemos al Señor esta intención.

Recibid mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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