Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, y su Obispo Auxiliar, Mons. Santiago Gómez Sierra.
A los sacerdotes, diáconos y seminaristas, miembros de la vida consagrada, asociaciones y hermandades y fieles todos de nuestra Archidiócesis.
Queridos hermanos y hermanas:
Recibid nuestro saludo cordial y fraterno en los inicios del nuevo curso pastoral. A todos os deseamos que hayáis podido descansar unos días para tomar fuerzas para el nuevo camino que se abre ante nuestros pies y reemprender así con ilusión renovada nuestras tareas apostólicas y evangelizadoras.
1. La misión de la Iglesia no se interrumpe, ni se sujeta a periodos académicos o estacionales. Tampoco se da tregua por vacaciones. En Dios vivimos siempre, nos movemos y existimos (Hech. 17, 28). Reanimar el encuentro personal y comunitario con Cristo, vivirlo de una manera consciente, libre y agradecida, y trabajar para que sean cada vez más los hombres y mujeres que puedan experimentar la alegría y la esperanza que brotan del encuentro con el Señor, es la vida de la Iglesia, su principal tarea y casi la única misión que ha recibido de su Señor. Os lo decimos con palabras de Benedicto XVI en la exhortación Verbum Domini sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia: “No hay prioridad más grande que ésta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (Cf. Jn. 10, 10)” (VD 2).
2. Como en años anteriores, a principio de curso, deseamos señalar a la comunidad diocesana unas prioridades pastorales. Invitamos a todos los cristianos de la Archidiócesis, especialmente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a los fieles laicos que tienen alguna responsabilidad en la vida pastoral, a asumirlas y a ponerlas en práctica con ilusión, empeño y generosidad. Os presentamos esta propuesta, respetando los carismas de cada uno, pero muy conscientes del valor de la comunión, que es siempre fuente de eficacia en la vida pastoral. Prestamos una especial atención a las urgencias que las orientaciones del Santo Padre señalan para toda la Iglesia. Abrir la Iglesia particular a la comunión de la Iglesia universal es un elemento esencial de nuestro servicio episcopal en la Iglesia de Sevilla.
3. Desde esta perspectiva de comunión hemos pedido a los Delegados Diocesanos sus programaciones para el curso pastoral 2011-2012, que se adjuntan a esta carta. Se ha tenido en cuenta nuestro Plan Pastoral Diocesano, “La Parroquia, casa de la Familia Cristiana”, la exhortación postsinodal, “Verbum Domini, sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”, y los Lineamenta (Líneas de reflexión) que son el punto de partida del próximo Sínodo de los Obispos que se celebrará en octubre de 2012 sobre el tema “La Nueva Evangelización para la transmisión de la Fe Cristiana”. Desde estas tres claves, la parroquia, la Palabra de Dios y la Nueva Evangelización, todas las comunidades y realidades eclesiales de la Iglesia de Dios que peregrina en Sevilla conseguiremos una fecunda armonización, que expresará bien a las claras la comunión que nos une y enriquece y que, sin duda, el Señor bendecirá con abundantes frutos de vida cristiana y de santidad.
4. En este escenario eclesial queremos proponeros cuatro prioridades o acentos para el nuevo curso pastoral. Deseamos que las acojáis como tareas en las que todos podemos cooperar, para las cuales las Delegaciones diocesanas nos ofrecen medios y recursos. Nos referimos a los jóvenes, la formación cristiana del laicado, la caridad con los pobres y la familia. Las tres primeras figuraban ya en la programación del curso pasado, junto con la centralidad de la Eucaristía, que aunque no figure de forma expresa en la literalidad del programa pastoral para este curso, debe seguir en la perspectiva y en el corazón de todos nuestros proyectos y quehaceres, pues el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor es el centro y culmen de toda la vida cristiana y el manantial de confiere eficacia a todos nuestros afanes apostólicos. Las tres prioridades citadas conservarán su vigencia en el nuevo curso, añadiéndole un acento nuevo, en este caso un tema mayor y de gran calado, la familia.
5. Es preciso seguir primando en nuestra Archidiócesis la pastoral juvenil. La Parroquia debe ser la casa de los jóvenes. Acabamos de clausurar la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 con la presencia del Papa. En los dos últimos años hemos realizado un ingente trabajo para preparar nuestra participación como Iglesia diocesana en los actos de Madrid y la acogida previa en la Archidiócesis de los jóvenes de otros países. Han sido muchos los sacerdotes y jóvenes que, con el impulso entusiasta y sobresaliente de la Delegación diocesana, se han implicado en la preparación de estos grandes acontecimientos eclesiales. La acogida de la Cruz y del Icono de la Virgen en las seis Vicarías en los primeros días de la pasada Cuaresma fue también una auténtica gracia de Dios. El número de jóvenes y sacerdotes que han participado en las inolvidables jornadas que hemos vivido en Madrid ha sido extraordinario. Han sido cuantiosas las energías derrochadas y, junto con algunas debilidades y pobrezas, han sido también muchas las potencialidades que han aflorado en estos meses de gracia para nuestra pastoral juvenil. No las podemos malbaratar. Hemos de aprovecharlas y encauzarlas, pues constituyen un germen vivísimo de esperanza, que debería desembocar en la formación de grupos juveniles parroquiales alentados y acompañados por los sacerdotes. De esta forma la siembra de las Jornadas Mundiales de la Juventud dará fruto abundante y la llamarada que se ha encendido en Madrid seguirá iluminando
nuestra pastoral juvenil.
6. El objetivo último debería ser que en todas y cada una de las parroquias de nuestra Archidiócesis, eficazmente coordinadas por la Delegación diocesana, y en los colegios y centros de la vida consagrada, se articule una pastoral juvenil recia y vigorosa, que busque la formación doctrinal de nuestros jóvenes, que les lleve al encuentro con el Señor, iniciándoles en la oración y en la amistad con Él, en la participación en los sacramentos, especialmente la penitencia y la Eucaristía, en la devoción a las Santísima Virgen, en el apostolado, en el amor a la Iglesia y en la experiencia de la generosidad, el descubrimiento del prójimo y el servicio desinteresado a los pobres. La experiencia, todavía corta, pero luminosa, del Adoremus de los jóvenes en la ciudad de Sevilla, que sería preciso extender a toda la Archidiócesis, nos dice que ésta es la pastoral de juventud que da frutos vocacionales, de conversión y de vida cristiana. Lo refrenda el recuerdo de uno de los momentos más inolvidables de la JMJ de Madrid: la adoración del Santísimo en Cuatro Vientos en la noche del 20 de agosto, en un clima de fervor y silencio impresionante y sobrecogedor.
7. Como más de una vez os hemos repetido, una parroquia sin jóvenes es una parroquia sin esperanza y sin futuro, del
mismo modo que una institución docente de la Iglesia, la Escuela Católica, si no tiene una clara proyección evangelizadora, olvida una parte esencial de su identidad más genuina, pues la Iglesia y cada una de sus instituciones tienen como misión casi exclusiva hacer presente a Jesucristo, anunciarlo, mostrarlo y darlo a todos. Todo lo demás, aunque sea importante, no deja de ser secundario. Parroquias y Escuelas Católicas deben sentirse urgidas a presentar a los jóvenes la propuesta explícita de una existencia vivida con Cristo, desde la Palabra y los Sacramentos, de la cual brotan siempre energías renovadas para trabajar en la propia conversión y, de forma incansable, en la tarea de construir un mundo mejor.
8. La palabra del Santo Padre y el hecho mismo de venir a reunirse con los jóvenes de todo el mundo mostrándoles a Jesucristo como camino, verdad y vida los hombres, siguiendo la estela y la inspiración profética del Beato Juan Pablo II al convocar las Jornadas Mundiales de la Juventud hace veinticinco años, nos está diciendo que hemos de dedicar tiempo y energías a este sector pastoral, pues nada necesitan nuestros jóvenes con más urgencia que a Jesucristo. El Santo Padre nos ha alentado a reavivar nuestro fervor misionero y evangelizador, para acercarnos a ellos y ofrecerles no sólo los valores mayoritariamente compartidos, sino sobre todo, a Jesucristo vivo en su Iglesia, pues como nos dejara escrito el Papa Pablo VI, “no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino y el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (EN 22). Os invitamos a releer las homilías y discursos del Papa en Madrid. Son un venero inagotable de estímulo pastoral para nuestro trabajo con los jóvenes. En ellos se subraya con gran nitidez el estilo y los contenidos fundamentales de nuestro quehacer en este sector pastoral. Os recuerdo las palabras que nos dirigió a los obispos y sacerdotes antes del rezo del Ángelus en Cuatro Vientos, alentándonos a “seguir cultivando la pastoral juvenil con entusiasmo y dedicación”.
9. La segunda prioridad en la que debemos seguir trabajando en este curso pastoral es la formación cristiana del laicado. La parroquia debe seguir siendo ámbito privilegiado para la formación de adultos. Contamos para ello con dos instrumentos magníficos: el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos. Ser Cristiano en el Corazón del Mundo, publicado por nuestra Conferencia Episcopal; y el Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Isidoro y San Leandro”, que iniciará sus tareas académicas en el próximo curso.
10. La experiencia puesta en marcha por la Delegación diocesana de Apostolado Seglar en los dos últimos años ha sido altamente positiva. Han sido muchos los laicos adultos que han participado en los cursos intensivos de formación de acompañantes en las parroquias, hermandades y cofradías y en otras instituciones eclesiales. Gracias a Dios, el Itinerario se está implantando ampliamente en toda la Archidiócesis. Apoyamos con calor esta iniciativa, pues para vivir gozosa y comprometidamente nuestra fe, y para anunciar a Jesucristo con obras y palabras necesitamos una sólida formación doctrinal, pues nadie da lo que no tiene.
11. Como anunciamos en su momento, en el próximo mes de septiembre iniciará su andadura el Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Isidoro y San Leandro”. Tenemos la fundada esperanza de que sean muchas las religiosas, religiosos no sacerdotes y laicos de las parroquias, hermandades y cofradías y grupos y movimientos apostólicos que se beneficien de esta enseñanza completa, orgánica y sistemática de la teología en estrecha comunión con la fe de la Iglesia. Podrán así capacitarse para dar razón de su fe y de su esperanza (1 Pe 3,15) y para dar testimonio de Jesucristo en la vida pública.
12. Un teólogo español ha escrito no hace mucho que “la Iglesia en España tiene atrofiado uno de sus pulmones, necesario para la respiración interior y acción exterior: los seglares”. Así es en realidad. Tenemos un déficit importante de pensamiento, palabra y presencia seglar. Es urgente subrayar que lo propio de la vocación laical es el empeño por pensar, orientar y actuar en los asuntos de este mundo desde la lógica del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, mostrando así que la fe vivida con hondura es capaz de alimentar los mejores esfuerzos en la edificación de una sociedad más humana, justa y fraterna, tal y como Dios la soñó. Esto no excluye sino que exige también que en la vida interna de la Iglesia, en todos los campos en que ella se realiza, crezca el protagonismo de los laicos asumiendo responsabilidades en los propios ámbitos eclesiales.
13. La tercera prioridad de nuestro programa pastoral para este curso sigue siendo el servicio a los pobres, sector éste en el que no podemos relajarnos. La parroquia debe seguir siendo hogar de caridad y fraternidad. La crisis económica persiste e incluso se incrementa. Es grande el dolor, el sufrimiento y la desesperanza de los pobres, los parados, los inmigrantes, los sin techo, y de cientos de familias que sufren las consecuencias de esta gravísima situación social, de la que no adivinamos el final. Conocemos los sentimientos de impotencia de los sacerdotes y voluntarios de Caritas ante la imposibilidad de remediar tantas necesidades. Por otra parte, en ocasiones, la dureza de la lucha por el puesto de trabajo hace aflorar comportamientos regidos por un individualismo egoísta, por una especie de darwinismo social, en el que rige la ley del más fuerte y el “sálvese quien pueda”.
14. En este contexto social, la caridad de Cristo nos apremia (2 Cor 5,14). Los cristianos no podemos sucumbir a ese estilo de comportamiento, que bien podríamos calificar de “cainita”, porque se despreocupa de la suerte del hermano que sufre y de quienes son víctimas inocentes de la injusticia y padecen tantas heridas físicas o morales. La Palabra de Dios nos encarga el cuidado de los huérfanos, las viudas, los pobres y extranjeros, pues no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien vemos (Cf. 1 Jn 4,20).
15. Conocemos bien el esfuerzo que están haciendo nuestras Caritas, los religiosos, las hermandades y otras muchas instituciones eclesiales. Invitamos a todos a mantenerlo y acrecentarlo con renovado tesón en las tristísimas circunstancias que estamos viviendo, pues como nos enseña el Papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas in Veritate, la caridad “da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (n. 2).
16. Cuando insistimos en el empeño por la caridad de todas nuestras comunidades diocesanas en la actual coyuntura de crisis económica severa, no olvidamos el riesgo que a todos nos acecha de que nuestras instituciones caritativas, si
no por acción, sí por omisión, se vayan progresivamente secularizando, convirtiéndose en ONGs como las demás. Dichas instituciones, Caritas, Manos Unidas y las obras sociales de los religiosos o de las hermandades, civilmente son ONGs, y justamente de las más prestigiosas, eficaces y austeras en sus gastos de organización. Pero estas instituciones eclesialmente son algo más, mucho más. La impronta propia y característica que configura su identidad desde dentro es “el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5).
17. Esta identidad, civilmente invisible e imperceptible para quien no tiene fe es, sin embargo, el alma del ejercicio de la caridad. Tal identidad deberá hacerse también socialmente visible todos los días en un estilo de obrar que sea tan novedoso y original que revele a ojos vistas que nuestro compromiso a favor del desarrollo, la justicia y el servicio a los pobres brota del amor salvador de Cristo, celebrado en la liturgia y experimentado cada día en el encuentro cálido con el Señor en la oración y en la participación en los sacramentos. Sólo así amaremos a los pobres como Dios los ama, con el mismo amor de Jesús. Hablando de los colaboradores de la Iglesia en el servicio de la caridad, dice el Papa Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est que “han de ser personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo. El criterio inspirador de su actuación debería ser lo que se dice en la segunda carta a los Corintios: «Nos apremia el amor de Cristo» (5, 14)” (n. 33). Con palabras equivalentes nos lo ha dicho el Papa el pasado 20 de agosto en su alocución a los jóvenes discapacitados acogidos en el Instituto San José de Madrid: “… desde que el Hijo de Dios quiso abrazar libremente el dolor y la muerte, la imagen de Dios se nos ofrece también en el rostro de quien padece. Esta especial predilección del Señor por el que sufre nos lleva a mirar al otro con ojos limpios, para darle, además de las cosas externas que precisa, la mirada de amor que necesita. Pero esto únicamente es posible realizarlo como fruto de un encuentro personal con Cristo”.
18. Como hemos avanzado anteriormente, en la programación para el curso pastoral 2011-2012, creemos necesario incluir un acento nuevo, la atención preferente a la familia. Nuestro Plan Pastoral Diocesano no olvida a esta institución básica en la vida de la sociedad y de la Iglesia. Su propio título, “La Parroquia, Casa de la Familia Cristiana”, es bien expresivo. En él se explicita claramente el objetivo a conseguir: robustecer en nuestras comunidades la conciencia de familia y ayudar a la familia para que sea efectivamente “el santuario doméstico de la Iglesia” (AA 11).
19. Para nadie es un secreto que el matrimonio y la familia están sumidos en una profunda crisis. La describe nuestro Plan Pastoral con absoluto realismo con estas palabras: “En esta coyuntura es preciso también caer en la cuenta de las amenazas que afectan al don sagrado de la vida en sus inicios y en su ocaso. A esto se une la aceptación acrítica del aborto y de la eutanasia, cuya legalización es considerada por muchos como un signo de progreso. No menos grave es la banalización del sexo, la separación entre el sexo y el amor, la gravísima crisis de la familia, la relativización del concepto mismo del matrimonio y la oleada creciente de rupturas matrimoniales que tan negativas repercusiones tienen en los hijos”.
20. Esta situación es en buena medida consecuencia de iniciativas legislativas que pretenden ampliar supuestos derechos de los ciudadanos. Son consecuencia además de programas educativos, que tratan de sustituir la formación ética y religiosa que ha dado sentido y esperanza a generaciones y generaciones de españoles, y que hoy se considera apriorísticamente como un cúmulo de errores y prejuicios. Se trata de imponer, en definitiva, una comprensión de la persona meramente horizontalista, sin asideros religiosos, sin referencias morales objetivas, a merced de la libertad de cada uno, que acaba haciendo de la persona esclava de sus inclinaciones instintivas y que termina en el más puro hedonismo.
21. ¡Qué lúcidas son las palabras del Papa Benedicto XVI en su carta a los Obispos de 10 de marzo de 2009! En ella nos dice que “el auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que viene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto”. Otro tanto nos ha dicho en su mensaje para las recientes Jornadas Mundiales de la Juventud: “Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría: sin el Creador la criatura se diluye”.
22. La actual crisis de la familia interpela y compromete seriamente a la Iglesia. En el discurso pronunciado por el Papa Benedicto XVI en la Vigilia del V Encuentro Mundial de las Familias de Valencia, en la noche del 8 de julio de 2006, nos dijo el Santo Padre que los desafíos de la sociedad actual, marcada por la dispersión que se genera sobre todo en el ámbito urbano, hacen necesario garantizar que las familias no están solas. Por ello, la Iglesia tiene la responsabilidad de ofrecer acompañamiento, estímulo y alimento espiritual que fortalezca la cohesión familiar, sobre todo en las pruebas o momentos críticos. En este sentido, animó el Papa a todas las instituciones eclesiales, Diócesis, parroquias y asociaciones, que trabajan en esta pastoral específica, a crear redes de apoyo y a ser mano cercana de la Iglesia para el crecimiento de la familia en la fe y el robustecimiento de la unidad del matrimonio.
23. Se refirió también el Papa a las crisis conyugales, que en sus fases más agudas tantas parejas viven con inmenso dolor y desesperanza, y que tantas veces terminan en separaciones y divorcios, que se han convertido, a juicio del Papa, en “una emergencia muy sentida”. Ante estas situaciones, tan frecuentes por desgracia en nuestros días, es preciso que la Iglesia acompañe a estos esposos, les ayude a reconstruir sus relaciones a través de personas que viven con gozo su vida matrimonial y que están dispuestas a compartir algo de su propia esperanza con quienes la han perdido.
24. Respondiendo a las recomendaciones del Papa y a una necesidad muy real, nuestra Archidiócesis, bajo la responsabilidad y dirección última de los Obispos, de los Delegados Diocesanos de Familia y Vida y de los consiliarios respectivos, ha creado en el pasado mes de marzo un Centro de Orientación Familiar (COF) en Dos Hermanas, y tiene el propósito de abrir otros Centros análogos en el curso pastoral que ahora comenzamos en otras ciudades de nuestro territorio diocesano, teniendo como base firme la antropología de Juan Pablo II y la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. En ellos, además de ofrecer conferencias y sesiones de formación, prestar servicios de asesoramiento en los campos de la
orientación, la terapia y la mediación familiar, la ayuda psicológica a los niños, el asesoramiento ginecológico, y el asesoramiento legal en los flancos canónico y civil, impulsaremos la formación de monitores para estos cuatro campos específicos: la pastoral familiar general en las parroquias, la formación de padres, el reconocimiento de la fertilidad de la pareja y la educación afectivo-sexual para adolescentes según el método TeenStar.
25. En el proyecto de una pastoral familiar integral estamos seguros de que contamos con las parroquias y los sacerdotes, con la escuela católica, a la que invitamos a acoger los cursos de educación afectivo-sexual, y con los movimientos que tienen como carisma propio la ayuda a los matrimonios y a las familias, entre los que cabe citar por su fuerte presencia y larga tradición en nuestra Archidiócesis, a los Equipos de Nuestra Señora. Juzgamos del máximo interés los cursos de formación de agentes de pastoral familiar y de monitores de cursillos prematrimoniales, que con la ayuda del Instituto Juan Pablo II para los Estudios del Matrimonio y de la Familia, proyecta organizar la Delegación Diocesana de Familia y Vida.
26. No olvidamos a los Movimientos Pro Vida, que nos recuerdan a todos que la dignidad sagrada de toda vida, desde su concepción hasta su ocaso natural, es innegociable. Gracias a su empeño y compromiso se salvan muchas vidas humanas y va resquebrajándose la aceptación social del aborto y la eutanasia, que muchos admiten como la cosa más natural del mundo y que es un signo evidente de que nuestra sociedad está enferma. Antes de concluir este apartado, no querríamos dejar de expresar que en el camino de renovación de la familia cristiana debe ocupar un lugar fundamental la Palabra de Dios. El reciente Sínodo ha formulado el deseo de que cada casa tenga su Biblia. Qué bueno sería que nuestras familias concluyeran la jornada leyendo unos fragmentos de los libros sagrados y orando juntos. En la Palabra de Dios encontrarán luz y fuerza para seguir siendo la escuela del más rico humanismo (GS 52), porque “la Palabra de Dios reafirma la bondad originaria del hombre creado como varón y mujer, y llamado al amor fiel, recíproco y fecundo” (VD 85).
27. Explicitadas ya las cuatro prioridades pastorales para el nuevo curso, no queremos concluir esta carta sin aludir a algunos otros acentos que deberán ser tenidos en cuenta en nuestra acción pastoral en el curso que ahora iniciamos. Nos referimos al conocimiento y veneración de la Palabra de Dios, la apertura del Seminario Menor, la promoción de las vocaciones y la ya cercana declaración de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia. Justamente se cumple ahora un año de la publicación de la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini. En ella, el Santo Padre invita a los católicos a crecer en el conocimiento de la Sagrada Escritura y en el amor y veneración de la que debe ser la fuente primera de nuestra oración y meditación y la inspiradora de nuestra vida cristiana. Puesto que "la Palabra de Dios está viva y se dirige a cada uno en el momento presente de nuestra vida" (VD 37), animamos a todos los fieles de la Archidiócesis a incrementar la lectura orante de la Biblia. Gracias a Dios, son ya muchos los grupos parroquiales y comunidades religiosas de nuestra Iglesia diocesana que se han iniciado en la Lectio Divina, un modo precioso de orar. Porque sus frutos son ubérrimos, invitamos a los sacerdotes, catequistas y demás responsables de la pastoral a extender y aprovechar este camino fecundo de encuentro con Dios. Para ello, en la programación diocesana se adjunta una sencilla guía metodológica. Al mismo tiempo, hemos creado un equipo que está a disposición de todos para ofrecer materiales, formación y acompañamiento a cuantos lo requieran.
28. Queremos manifestaros además el gozo y la esperanza que suscita en nosotros la apertura del Seminario Menor, que iniciará sus tareas en los primeros días de septiembre y que inauguraremos el día 24 en el complejo del monumento al Sagrado Corazón en San Juan de Aznalfarache. Bajo la guía de dos jóvenes sacerdotes, con la colaboración académica de dos colegios cercanos, Santa Teresa y Ntra. Sra. del Valle, emprenderá su andadura esta comunidad educativa singular que tiene como misión cultivar los gérmenes de vocacionales de los adolescentes y jóvenes que presentan indicios de vocación al sacerdocio diocesano secular. Confiamos al Señor, a su Madre bendita, Ntra. Sra. del Buen Aire, y a San Isidoro, titulares de nuestros Seminarios, esta institución naciente en la que tenemos cifradas grandes esperanzas.
29. Damos gracias a Dios por el trabajo realizado a lo largo del curso pasado por los formadores del Seminario Mayor, los seminaristas y por tantos sacerdotes que se han implicado eficazmente en la promoción de las vocaciones. De la siembra realizada cabe esperar frutos abundantes a corto plazo. Pero tampoco en este sector podemos relajarnos. La pastoral vocacional, en la que tiene un papel fundamental la oración al Dueño de la mies (Lc 10,2), compromete a toda la comunidad diocesana y es una dimensión permanente de la pastoral ordinaria. No es tarea exclusiva del Delegado del Obispo para este sector pastoral, sino un campo a cultivar por toda la comunidad cristiana (sacerdotes, consagrados, padres y madres de familia, educadores, catequistas, profesores de Religión, grupos y movimientos apostólicos, etc.). En todos los ámbitos de la pastoral diocesana debe estar presente la preocupación por las vocaciones: en la catequesis, en el apostolado seglar, en la pastoral familiar, en la pastoral juvenil de forma privilegiada, en la celebración litúrgica y en la oración personal, el compromiso y la acción caritativa. Por otra parte, la preocupación por las vocaciones debe abarcar a todas las vocaciones. No orientaríamos bien esta pastoral si sólo nos preocupáramos de buscar candidatos al sacerdocio diocesano secular y no nos preocupáramos del cultivo de la diversidad de vocaciones, ministerios y carismas: el compromiso laical y la vida matrimonial, la vida contemplativa y las diversas formas de vida consagrada masculina y femenina, volcadas en el servicio a los pobres, enfermos y ancianos, la educación cristiana de la juventud y la misión ad gentes. Todos estos carismas, suscitados por el Espíritu Santo, desde el común sustrato de la vocación bautismal, son una gran riqueza para la Iglesia y a todos nos corresponde su promoción y acompañamiento.
30. Conscientes de que la vocación se trasmite por contagio, en este caso un contagio saludable, señalamos un modo concreto de cultivar una pastoral vocacional fecunda: además de iniciar a los jóvenes en la oración, en el trato personal con Jesucristo y en la participación en los sacramentos, momentos privilegiados para escuchar la voz de Dios, hemos de acercar a nuestros adolescentes y jóvenes a los lugares en que hermanos y hermanas nuestros siguen a Jesucristo con alegría y fidelidad en las diferentes formas de vida consagrada, para que los conozcan y oren con ellos. Las nuevas generaciones tienen que conocer y tratar a las monjas de clausura, a los religiosos, religiosas y misioneros; tienen que conocer testimon
ios de consagración personales y concretos. En ese contacto, el joven o la joven se encuentra con otra persona de carne y hueso, que ha vivido y vive una experiencia similar, hecha de interrogantes y claroscuros, pero que ha dado un paso adelante. El testimonio de la decisión de otros es muy necesario para los jóvenes de hoy que suelen caracterizarse por la indecisión. Como escribiera el Papa Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones del año 2000, “nada es más sublime que un testimonio apasionado de la propia vocación. Quien vive con gozo este don y lo alimenta diariamente… sabrá derramar en el corazón de tantos jóvenes la semilla de la fiel adhesión a la llamada divina".
31. Queremos señalar, por fin, un camino fecundo en la realización concreta de la pastoral de las vocaciones: iniciar a los jóvenes en la experiencia de la generosidad y el servicio gratuito, en las visitas a enfermos y ancianos y en la atención a los marginados, tanto durante el curso, como especialmente en el verano en campamentos y campos de trabajo. De este modo, el ejercicio de la caridad cristiana desarrolla en ellos su capacidad de generosidad y es un ámbito privilegiado para escuchar la voz de Dios. Este es el caso de Moisés, que recibe la llamada del Dios cuando le punzan los dolores, el sufrimiento y los gritos de su pueblo (Ex 3,1-10). La mayoría de los jóvenes que hoy entran a los seminarios y noviciados han vivido experiencias fuertes de servicio a los pobres.
32. Reiniciamos las actividades pastorales en el nuevo curso. Permitidnos que hagamos una llamada apremiante a toda la comunidad diocesana a entregarse con alegría y esperanza al trabajo de la Nueva Evangelización. Este empeño demanda de nosotros fortalecer nuestra vida interior y nuestra comunión con el Señor, un nuevo fervor misionero y evangelizador, con el entusiasmo y la fuerza de los primeros evangelizadores, para estar a la altura de los desafíos que el contexto socio-cultural nos presenta.
33. En esta tarea contamos con un recurso que nunca debemos olvidar, los Santos, “Ellos nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayudan con su intercesión” (Prefacio II de los Santos). Ellos son los mejores hijos de la Iglesia. De entre ellos, evocamos en los pasajes finales de esta carta pastoral a San Juan de Ávila, Apóstol de Andalucía y patrono del Clero secular español. El pasado día 20 de agosto, en la Eucaristía celebrada para los seminaristas en la catedral de la Almudena de Madrid, el Santo Padre Benedicto XVI anunció que en los próximos meses procederá a declararlo Doctor de la Iglesia, título concedido a aquellos escritores eclesiásticos que han descollado por su doctrina ortodoxa, eximia y eminente, por su santidad de vida y por su contribución a la conformación del pensamiento cristiano.
34. San Juan de Ávila es uno de los grandes maestros de la espiritualidad sacerdotal y laical. Sus escritos, henchidos de sublime doctrina y honda experiencia de Dios, ayudaron a Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, San Juan de Dios y Fray Luis de Granada en el camino de la santidad. Por ello, es conocido como maestro de santos. Os invitamos a prepararnos para su doctorado acudiendo a sus escritos, a sus cartas innumerables y a su Tratado sobre el sacerdocio, que serán un excelente alimento espiritual para el nuevo curso pastoral. Os invitamos a leer también su “Audi, filia” donde traza las líneas esenciales de su doctrina espiritual. En estas páginas encontraremos todos, muy especialmente los sacerdotes, una ayuda decisiva para vivir fiel y santamente nuestro sacerdocio y para la renovación espiritual que tanto necesitamos todos los que estamos convocados a la Nueva Evangelización.
35. Como expresan los Lineamenta del próximo Sínodo, la coyuntura histórica que nos ha tocado vivir se caracteriza por los cambios profundos y acelerados, que enfrentan a los evangelizadores a nuevos desafíos. Hoy más que nunca, con el estilo de una Iglesia misionera, necesitamos vivir la comunión desde el reconocimiento espontáneo, sincero y sin restricciones mentales de los valores y carismas de los otros. Sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, consagrados y laicos, trabajando en las parroquias, en las instituciones diocesanas, en las obras educativas y asistenciales de los religiosos, nuevos movimientos o asociaciones, hemos de desterrar cualquier distancia, desconfianza, sospecha o descalificación mutua. Hoy es más urgente que nunca vivir la comunión desde la cercanía, la confianza mutua y la caridad, pues todos estamos consagrados y servimos al mismo y único Señor.
36. Él, que a través de su Espíritu, fecunda con la lluvia de su gracia nuestros mejores propósitos y proyectos, nos invita una vez más a echar las redes y a remar mar adentro confiando en su Palabra. En realidad, la razón más profunda de nuestra esperanza no es nuestro esfuerzo o nuestro voluntarismo. Es Cristo resucitado que nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). En su compañía iniciamos el nuevo curso pastoral con la esperanza y el ánimo que nos da su palabra: “¡mar adentro!” (Lc 5,4). Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13,8) (TMI 1).
A los pies de Nuestra Madre, la Virgen de los Reyes, ponemos todos nuestros anhelos y esperanzas. Que ella interceda por nosotros ante su Hijo y nos acompañe con su mirada maternal a lo largo de este curso. Para todos, nuestro saludo fraterno y nuestra bendición.
Sevilla, 1 de septiembre de 2011
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
+ Santiago Gómez Sierra
Obispo Auxiliar de Sevilla