Adviento: tiempo de esperanza

Este domingo iniciamos un nuevo año litúrgico con el tiempo del Adviento, en el que la Iglesia nos invita a disponernos, con un corazón vigilante y alegre, a la venida del Señor. No es solo la preparación inmediata para la Navidad, es también una llamada a reavivar la esperanza, a despertar la fe adormecida, a renovar la caridad y a disponernos a la conversión. Recordamos la primera venida del Hijo de Dios al mundo y, al mismo tiempo, esperamos su segunda venida al fin de los tiempos con actitud de vigilancia, de esperanza y compromiso. La liturgia de este primer domingo de Adviento nos exhorta con fuerza: «Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (Mt 24,42). Esta llamada a la vigilancia no tiene un tono de miedo, sino de amor; es la vigilancia del que espera a alguien muy amado, del que cuida su corazón para que no se enfríe, del que no se deja atrapar por la rutina o por la indiferencia. El Adviento es un tiempo para abrir de par en par las puertas al Señor que viene, para acoger su gracia y para prepararnos a recibirlo con un corazón humilde y disponible.

Este año, la llegada del Adviento coincide con un acontecimiento muy significativo para nuestra Iglesia diocesana: el Encuentro Diocesano de la Esperanza con el lema ‘Reavivar la esperanza’, que celebrábamos ayer en el marco del Año Jubilar de la Esperanza. Ha sido un día de gracia, de encuentro, de comunión y de misión, en el que tantos fieles laicos de nuestras parroquias, hermandades, movimientos, asociaciones y realidades eclesiales han compartido oración, reflexión, testimonio y celebración. Doy gracias a Dios por la participación, por la alegría vivida y por el compromiso expresado en tantos testimonios. El Encuentro ha sido una manifestación hermosa de la llamada a vivir la esperanza en medio del mundo, a ser luz en las realidades concretas de la familia, la cultura, el trabajo, la vida social y la misión evangelizadora.

Nos acercamos a la meta del Jubileo. El próximo 28 de diciembre celebraremos en la Catedral la clausura del Año Jubilar de la Esperanza 2025. Doy gracias al Señor por los innumerables frutos de gracia que este año ha derramado sobre nuestra Iglesia diocesana, y pido a todos los fieles que vivamos con renovado fervor este tiempo de Adviento. La esperanza cristiana no es un sentimiento vago o ingenuo; es una virtud teologal que nace del encuentro vivo con Cristo. Quien tiene esperanza vive de otra manera, porque ha recibido una vida nueva. Que este Adviento sea, para todos, una respuesta confiada a esa vida nueva que el Señor nos ofrece.

El Adviento nos llama a preparar el corazón. La liturgia nos recuerda la voz de Juan el Bautista: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Mt 3,3). Es una invitación a examinar nuestra vida a la luz del Evangelio, a identificar aquello que necesita ser sanado, perdonado, purificado o renovado; es una llamada a la conversión personal y comunitaria. En un mundo marcado por la incertidumbre, por conflictos, por tensiones sociales y culturales, por la pobreza y la violencia, los cristianos estamos llamados a ofrecer un testimonio claro de esperanza. No podemos caer en la resignación ni en el desánimo. El Señor viene: viene a nuestro encuentro en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en la oración, en los pobres, en los acontecimientos de cada día. Su venida transforma nuestra vida si la acogemos con fe.

Con María Santísima, modelo de escucha, de fe y de esperanza, iniciamos el camino hacia la Navidad. Ella nos enseña a preparar nuestro corazón con humildad, confianza y disponibilidad. Que su intercesión acompañe a toda la familia diocesana. Que este Adviento sea un tiempo de gracia, de silencio interior, de oración sincera y de esperanza firme. Caminemos juntos hacia la Navidad y hacia la clausura del Jubileo, sabiendo que el Señor viene para colmar nuestra vida con su luz. Él es nuestra esperanza, nuestro gozo y nuestra paz.

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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