A la vuelta de Tierra Santa

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, escrita el 31 de julio de 2011.

Queridos hermanos y hermanas:

Escribo estas líneas recién llegado a Sevilla, una vez concluida la Peregrinación Diocesana a Tierra Santa, en la que han participado conmigo nueve sacerdotes y 130 fieles. No exagero si os digo que nuestra peregrinación ha sido magnífica, tanto desde el punto de vista organizativo, como desde la perspectiva pastoral. Felicito por ello al Delegado Diocesano de Peregrinaciones, D. Miguel Ángel Bernal, y a los sacerdotes que han colaborado con él en su desarrollo. La nuestra ha sido una auténtica peregrinación, con sentido penitencial, tras las huellas de Jesús, en los mismos lugares en los que se desarrollaron los acontecimientos redentores, su encarnación, nacimiento y vida oculta; en los mismos ambientes en que predicó su mensaje, realizó los milagros, eligió a los Apóstoles, instituyó su Iglesia y donde tuvo lugar la epopeya de nuestra salvación, su pasión, muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo.

A la calidad humana de todos los participantes, que ha ayudado al desenvolvimiento normal de un grupo tan numeroso, traducida en actitudes de servicio, ayuda y alegría compartida, se ha unido la claridad de los objetivos espirituales que todos perseguíamos. Como cabría esperar, hemos rezado mucho, han sido numerosas las confesiones, hemos escuchado la palabra de Jesús en el mismo ambiente en que fue pronunciada, nos ha sobrecogido la sencillez de la casa de María, en la que tuvo lugar el prodigio de la Encarnación, y la pobreza de la cueva de Belén; hemos sentido los pasos del Señor sobre las aguas del lago de Galilea, testigo de los momentos estelares de la vida pública de Jesús, y hemos renovado nuestros compromisos bautismales, matrimoniales o sacerdotales, respectivamente en el río Jordán, en Caná de Galilea y en el Cenáculo. Personalmente recuerdo con particular emoción esta última ceremonia, la celebración de la Santa Misa en Nazaret, en Belén y en el Santo Sepulcro, el largo rato en que pudimos rezar con sosiego en el Calvario, y la Hora Santa en Getsemaní, cálida y fervorosa, preparada por los sacerdotes y concluida con una procesión eucarística en el claustro del Huerto de los Olivos.

Entre los peregrinos se encontraban personas de edad avanzada, que nos han dado a todos un testimonio ejemplar de piedad, aguante y espíritu de sacrificio. Estoy seguro de que nuestra peregrinación ha sido para todos un autentico acontecimiento de gracia, que nos ha ayudado a renovar nuestra fe, a fortalecer nuestra esperanza, a acrecentar nuestro amor al Señor y a nuestros hermanos, y a refrescar nuestra vida cristiana dejando una huella indeleble en nuestro espíritu.

Si antes de partir pedíamos oraciones por los frutos sobrenaturales de nuestra peregrinación, a la vuelta os podemos asegurar que, en justa correspondencia, todos los peregrinos hemos llevado la Diócesis en el corazón. Han sido numerosas las ocasiones en las que explícitamente hemos encomendado al Señor a nuestros sacerdotes, seminaristas, consagrados y laicos, pidiendo al Señor para todos el don de la fidelidad a nuestras respectivas vocaciones.

No pudimos ser recibidos por el Patriarca Latino de Jerusalén, como suele ser habitual, pues se encontraba practicando los Ejercicios Espirituales. Por ello, no pudimos expresar el afecto y la solidaridad de nuestra Archidiócesis con la Iglesia Madre de Jerusalén.

Pero lo hemos hecho de otras muchas formas. Hemos conocido de primera mano las dificultades que sufren los cristianos de Tierra Santa. Ellos, en medio de dos fuertes mayorías, judíos y musulmanes, son las primeras víctimas de la crisis política y económica de Palestina. En Belén, por ejemplo, el paro afecta al setenta por ciento de los cristianos árabes. De ahí, su fortísima emigración en los últimos años y la necesidad de que todos los católicos ayudemos a esta Iglesia venerable, pues sería una tragedia que en un futuro no lejano no quedaran cristianos en Palestina que colaboren con los Padres Franciscanos en su admirable tarea de custodiar los Santos Lugares.

La generosidad de los peregrinos sevillanos se patentizo en las colectas de las celebraciones eucarísticas. De esta forma hemos respondido al llamamiento del Papa Benedicto XVI, que no hace mucho nos recordaba a todos la urgencia de ayudar a la “antigua y siempre joven porción de la Iglesia que vive en Tierra Santa”, a través de la colecta “Pro Santos Lugares”, establecida por el Papa Martín V en 1421, confirmada por los todos los Romanos Pontífices posteriores, y que tiene lugar cada Viernes Santo mientras adoramos la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

Termino mi carta semanal, la última del curso pastoral, agradeciendo a todos los peregrinos la confianza que depositaron en la Delegación Diocesana y el testimonio conmovedor de su fe. A ellos y a todos los fieles de la Diócesis les deseo unas felices y cristianas vacaciones, sin olvidar a los que no podrán tenerlas, por los que rezamos y a los que debemos seguir manifestando nuestra solidaridad concreta, generosa y efectiva.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla  

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