Celebramos el 23 de noviembre, festividad de San Clemente, el aniversario de la entrada de San Fernando en nuestra ciudad acaecida el 23 de noviembre de 1248, presentamos hoy esta interesante y curiosa obra que nos muestra una aparición del obispo San Isidoro de Sevilla al Santo Rey, procedente de la colección del Palacio Arzobispal.
Es muy frecuente la iconografía de la aparición a San Fernando de la Virgen, que en numerosas ocasiones es representada como la Virgen de los Reyes, en el campamento militar instalado a las puertas de la ciudad almohade, para darle ánimos y fuerza en su empresa durante el asedio. Sin embargo, es más rara la representación que hoy nos ocupa, en la que es San Isidoro, como obispo hispalense santo y sabio, el que se aparece al Monarca, si bien ya la podemos encontrar formando parte de la decoración que la Hermandad Sacramental del Sagrario con motivo de la canonización de San Fernando en 1671 encarga a diversos artistas, entre los que se encuentra Murillo entre otros. Así, el pintor Pedro de Medina realiza para ornamentar el banco del retablo mayor dos escenas: el Sueño de San Fernando y la Aparición de San Isidoro a San Fernando. De la misma manera en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires se conserva un original boceto que muestra este mismo episodio, obra de Francisco de Goya, quien lo realiza entre 1799 y 180.
La pintura del Palacio Arzobispal de Sevilla, fechable hacia la segunda mitad del siglo XVII, fue atribuida en un primer momento a Valdés Leal, si bien posteriormente se ha descartado esta hipótesis, apuntándose en la actualidad la cercanía de esta obra con otros artistas de la misma época como Juan Simón Gutiérrez, por comparación de algunas pinturas de este pintor natural de Medina Sidonia.
Vemos en esta pintura en primer término al Santo Rey, vestido con calzas, gola y manto de armiño, es decir, no como un monarca del siglo XIII, si no como uno del siglo XVII, momento en que se fija su representación iconográfica tras su canonización. Está situado a la entrada de su tienda, en cuyo interior vislumbramos los atributos de su poder, la corona y el cetro, arrodillado con las manos unidas en gesto orante y con la mirada dirigida al cielo, donde sentado entre nubes aparece San Isidoro mirando hacia San Fernando. Mientras en su mano izquierda sostiene el báculo de obispo, con la derecha señala hacia abajo, en ademán de estar hablándole al Monarca.
En segundo plano el autor ha representado el paisaje de la hipotética ciudad almohade, de manera irreal y anacrónica, ya que la mezquita y su alminar parecen una iglesia cristiana con su campanario: es la idea que un pintor europeo del XVII podía tener de un templo musulmán. La escena se completa con varios soldados alrededor de las tiendas del campamento.
Antonio R. Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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