Un 14 de noviembre, hace 613 años nació San Diego de San Nicolás del Puerto. El pasado 13 de noviembre, se celebró su festividad, que este año ha coincidido con el 550 aniversario de su muerte.
Por tal efeméride, se celebró en la parroquia de su localidad natal una Eucaristía presidida por el arzobispo de Sevilla, mons. Juan José Asenjo. En esta parroquia se conserva aún la pila bautismal donde el santo recibió el sacramento del Bautismo.
Además, en la recientemente consagrada parroquia que lleva su nombre, en Sevilla, se ha celebrado los días 10, 11 y 12 triduo en su honor, y en la jornada de ayer, función solemne, ambos presididos por su párroco, José Miguel Verdugo.
Siguiendo la humildad de San Francisco
Desde su infancia, San Diego fue ejemplo vivo de la humildad en la que había aprendido y crecido, ayudando a los pobres con la pequeña cantidad de dinero que ganaba. A los 30 años, ingresó en el convento franciscano de la observancia de Arrizafa, en Córdoba, y profesó como hermano lego realizando tareas muy humildes.
Más tarde, fue destinado a Fuerteventura, y tras unos años viaja a Roma para ganar el jubileo y asistir a la canonización de San Bernardino de Siena. Termina su viaje en Alcalá de Henares, donde trabaja como portero del convento de Santa María de Jesús.
El milagro de las rosas
Fue entonces cuando Dios, por medio de San Diego, obró uno de los más destacados milagros en vida del santo. Diego habitualmente cogía el pan de la despensa del convento para dárselo a los pobres. El guardián de la casa, informado de tal hecho, y después de recibir quejas de un religioso acerca de sus acciones, lo sorprendió mientras llevaba un gran bulto en la falda del hábito, y al interesarse por su contenido, en vez de panes sólo pudo ver rosas.
Unos años más tarde, fallecía en el mismo convento abrazado a una cruz, mientras pronunciaba la frase «dulce lignum, dulces clavos, dulcia ferens pondera», que quiere decir: «dulce madera, que sostienes tan dulces clavos y tan dulce peso».
San Diego fue canonizado en el año 1588 por el papa Sixto V, y la suya fue la única canonización realizada por la Iglesia Católica durante el siglo XVI. Es considerado patrón de los Hermanos legos franciscanos (no clérigos) por haber sido el primer hermano lego canonizado en la Orden.