Array

Ver y oír bien en la santa Misa facilita el poder participar

Necesario para todos es ver el desarrollo de los ritos y poder oír las oraciones, lecturas, plegarias y cantos. Ver y oír ya es participar.

El Misal prescribe así el lugar de los fieles en la nave de la iglesia:

“Dispónganse los lugares para los fieles con el conveniente cuidado, de tal forma que puedan participar debidamente, siguiendo con su mirada y de corazón, las sagradas celebraciones… Procúrese que los fieles no sólo puedan ver al sacerdote, al diácono y a los lectores, sino que también puedan oírlos cómodamente, empleando los instrumentos técnicos de hoy” (IGMR 311).

Referente al “oír”, se ha instalado megafonía en todos los templos que por su tamaño la requieren. Sólo es cuestión de atinar y calibrar con el volumen, ni atronador ni demasiado bajo. Los micrófonos hay que ajustarlos también a la altura del lector; deben ser discretos en tamaño y diseño, especialmente el del altar: “dispónganse de manera discreta aquello que quizás sea necesario para amplificar la voz del sacerdote” (IGMR 306).

Respecto al “ver”, recordemos cómo los presbiterios se construyen elevados, con varios escalones, para permitir una mejor visibilidad y el ambón, como su nombre en griego significa, es un lugar elevado adonde sube el lector y el diácono para ser bien vistos y oídos por todos. Este dato de arquitectura en la historia sigue siendo orientador hoy para nosotros: el presbiterio debe estar elevado, con varios escalones, para que todos podamos ver fácilmente el desarrollo de los ritos. Es el espacio para la acción sagrada, donde sacerdote, diácono y acólitos deben moverse con comodidad y espacio, y que los fieles fácilmente puedan seguir el desarrollo de la liturgia. Cuanto más bajo sea el presbiterio, más difícilmente se podrá ver desde todas partes de la iglesia.

La altura del presbiterio debe ir en consonancia con la longitud y tamaño de todo el templo para poder ver bien el desarrollo de la liturgia. Recuerda que el presbiterio es lugar sagrado, no un escenario, y que hay que subir, elevarse, hasta Dios, una ascensión espiritual: pensemos cómo Moisés subió hasta el Horeb, o Cristo subió al monte Tabor. Subir al altar es ejercicio del alma ascendiendo hasta Dios.

Ver y oír bien en la santa Misa facilita el poder participar de veras, con comodidad, interiorizando, y sin molestias, sin que nadie ni nada nos estorbe la visión ni el sonido.

¿Sabías que el obispo (sólo el obispo) puede bendecir al pueblo con el Evangeliario?

Cuando finaliza la proclamación del Evangelio, el diácono (o si no lo hay, el sacerdote concelebrante) lleva el libro al obispo para que éste lo bese (o lo besa él mismo) con su breve oración secreta. En las celebraciones más solemnes, si se ve oportuno, el obispo imparte la bendición al pueblo con el Evangeliario trazando la señal de la cruz (cf. OGMR 175).

Contenido relacionado

Rute celebra los cultos de la Virgen del Carmen

Monseñor Jesús Fernández presidirá la misa conmemorativa del VII aniversario de...

Lecturas del Domingo XV del Tiempo Ordinario (ciclo C)

Primera Lectura Lectura del libro del Deuteronomio 30, 10-14 El mandamiento está muy...

El joven que respondió a su vocación sacerdotal estando de Erasmus

Kacper Krzysztof Klusek será ordenado sacerdote este sábado, a las 11:00...

Enlaces de interés

ODISUR
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.