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Una multitudinaria Eucaristía clausura el año diocesano de la Misión

Han pasado diez meses. Casi un año, desde aquel 13 de enero, en el que la Diócesis del Santo Reino comenzó un camino misionero. Se inició primero la preparación, después la formación de los agentes pastorales en las parroquias, le siguieron las visitas a las casas, las Eucaristías en las calles y plazas… Y todo ello cumpliendo con el mandato pascual de llevar el mensaje del Evangelio a todos: los creyentes y los alejados.
Si la Misión se inauguró con la celebración de una solemne Eucaristía, en la Catedral de Baeza, la conclusión también fue una magna Misa en la que participaron más de 8.000 personas llegadas desde todos los puntos de la geografía diocesana.
Las puertas de la Feria de la Fe se cerraban, a la vez que se invitaban a los visitantes a dirigirse a la Explanada de la Fiesta: el pabellón semicubierto de la Institución Ferial con más de 7.000 metros cuadrados. Allí se celebró la Santa Misa, presidida por el Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro y concelebrada por un centenar de sacerdotes diocesanos. Una celebración eucarística que contó con el servicio de altar de los seminaristas, así como por un gran número de monaguillos del Secretariado diocesano e Monaguillos.
La Coral Virgen de Linarejos, bajo la dirección musical de Rafael Funes, solemnizó con sus cantos a un auditorio emocionado por los momentos vividos, a lo largo de la jornada, en la Feria de la Fe.
Después de la proclamación del Evangelio, por el diácono permanente, D. Andrés Borrego, correspondiente al domingo de la vigésimo novena semana del tiempo ordinario, en el fin de semana del DOMUND, el Obispo pronunció su homilía.

Homilía
El Prelado jiennense comenzó sus palabras haciendo referencia al pasaje evangélico. En concreto, quiso subrayar la importancia y la fuerza de la perseverancia en la oración. “Orar es creer que Dios es un don de amor que no tiene fin. Orar es confirmar que el kerygma está gravado a fuego en nuestro corazón y que, por eso, nuestra vida es siempre misión”, expresó Don Amadeo, para referirse, a continuación, a la Feria de la Fe. “Hoy nos ha reunido La Feria de la Fe para decir que, en el pasado, en el presente y en el futuro, hemos sido y seremos un pueblo en misión”.
Sus palabras quisieron transmitir el entusiasmo de saberse parte de la Iglesia, pero sin que junto a ese sentimiento anidaran otros de superioridad o vanidad, por lo que Don Amadeo explicó que, “Todos esos dones nos han sido dados para que seamos en el mundo un pueblo servidor, samaritano, que da gratuitamente cuanto ha recibido y, por supuesto, lo da a manos llenas sin excluir jamás a nadie de esos bienes. Aunque tengamos razones más que suficientes para considerarnos unos privilegiados, nunca un hijo de la Iglesia puede andar por el mundo con aires de superioridad y considerándose más y mejor que los demás. Eso contradice el corazón mismo Jesucristo y de su Evangelio”.
Durante su homilía, el Obispo de Jaén tuvo presente a “los descartados por la sociedad”, a los migrantes, a los que sufren, a los enfermos… y hacerlo siempre como lo hizo Cristo, desde el amor y la acogida. “Hemos mirado a los niños, a los que no han podido y a los que sí han podido nacer, porque son el más preciado tesoro del mundo, a los que la Iglesia quiere ofrecerles educación y fe; para los mayores queremos la dignidad y el respeto que se merecen por todo lo que han y no queremos que nadie altere su camino hasta su muerte natural; a los enfermos los hemos mirado con la entrañable compasión de Jesús; a las familias en sus muchas situaciones, ilusiones, gozos, pero también en sus dificultades y problemas; a los jóvenes los hemos visto con la predilección que siempre tienen para el Iglesia sus empeños y luchas por fraguarse un futuro, pero también hemos mirado con tristeza sus vacíos, desencantos y fracasos”.
Entre las ofrendas que llevaron hasta el altar, y junto al Pan y el Vino, dejaron una caja con las oraciones que los visitantes de la Feria habían escrito.
La colecta que se recaudó fue destinada a la campaña del Domund.
Antes de finalizar la celebración con la bendición del Santo Rostro y con un canto a la Virgen de la Cabeza, el Obispo hizo el envío misionero de los miles de fieles congregados, en el que remarcó que es ahora cuando comienza la Misión, haciendo de cada parroquia una misión y de cada cristiano un misionero.

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