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Una caridad que evangeliza

Artículo de Francisco Javier Castillero Jiménez, técnico del Programa de Cooperación Internacional y del Área de Administración de Cáritas Málaga.

«El dinero debe servir y no gobernar», señala con rotundidad Francisco en su Carta programática Evangelii gaudium (n. 58). La economía juega un papel imprescindible en muchas de las actividades de las instituciones de caridad de nuestra Iglesia y por tanto se necesita de unos planteamientos acordes con una ética inspirada en los valores cristianos, y orientada por la Doctrina Social de la Iglesia. Hay que rechazar el «todo vale».

Hay que saber discernir la solidaridad y el compromiso generoso del posible egoísmo y de intereses ocultos, conscientes o inconscientes, de quienes ofrecen su ayuda. En estos tiempos difíciles, en los que se multiplicarán las necesidades, es posible que nos ofrezcan recursos de origen no bien identificado y con diversas segundas intenciones. Será vital hacer una reflexión apropiada y compartida ante cualquier decisión encaminada a recabar fondos y facilitar las ayudas.

El modo de captar los recursos y de realizar las acciones ha de ser coherente a la identidad y misión de la institución que lo gestiona. No podemos caer en el pragmatismo de «el fin justifica los medios». En ocasiones, el medio puede coartar la libertad de la organización, minando su identidad: nunca puede perderse la esencia del amor de Dios que se desborda hacia los más pobres, por la caridad de sus hijos.

En este sentido los recursos propios han de ser el motor principal en el sustento de las acciones a realizar por las instituciones de la Iglesia. Para ello, será necesario potenciar la sensibilización del pueblo en general, y de las comunidades cristianas en concreto, y establecer planes que permitan financiarse a corto, medio y largo plazo. En esta «nueva normalidad», los recursos on line, son imprescindibles para agilizar una buena financiación: un TPV virtual para donativos, las transferencias inmediatas Bizum a través de móviles, crowdfunding, etc.

Los recursos que en ocasiones llegan del sector público o instituciones privadas deben ser considerados en concepto de complementariedad, nunca de dependencia, y en un escenario de igualdad de oportunidades para todos los que recurren a ellos.

El testimonio de la Iglesia en favor de los últimos y no atendidos no solo se define en el compromiso institucional de la ayuda prestada sino, también, en el modo de captar los recursos y ponerlos al servicio de las personas.

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