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«Rezo para conocer la voluntad de Dios»

Entrevista al sacerdote diocesano Juan Manuel Ortíz Palomo, nacido en 1972 en Antequera y ordenado en 2003.

¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?

Intentar ser coherente con lo que uno es y cree.

¿A vivir se aprende?

Sí, cada día. Un día sin aprender algo termina por ser un día perdido.

¿Y a ser sacerdote?

Por supuesto que sí se aprende a ser cura. Es una gracia tan grande que no la podemos abarcar de golpe con la ordenación; necesitamos ir adentrándonos poco a poco en ese mar de amor que Dios nos regala en el ministerio.

¿Crees que sabes vivir?

Al menos es lo que intento hacer a diario.

¿Has sufrido alguna crisis vital?

Sí, es algo que la condición humana trae consigo.

¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?

Gracias a Dios, siempre hay buenos amigos y amigas que además de escucharte te ofrecen su ayuda para salir del bache y ponerte de nuevo en camino.

¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?

¿Gran aportación? No creo que sea para tanto. Humildemente pienso que mi trabajo, mi servicio en las diversas tareas que se me han encomendado, esa es mi aportación.

¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra Iglesia local hoy?

Darse cuenta de todos los cambios que, casi sin darnos cuenta, estamos viviendo; reflexionar si de verdad todos los cristianos de Málaga (laicos y ministros) nos estamos preparando para vivir y evangelizar en los nuevos tiempos que ya están llegando.

¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?

Como confesor, intento ser un instrumento de la misericordia de Dios, y aspiro a tener la misma mala memoria que Él tiene, también con mis pecados.

¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?

Me importa mucho la familia (no sólo por tema de estudio, pienso que el futuro de la Iglesia sigue estando en ella), y en concreto mis familias, la de sangre y la de fe. Y no me importan nada las habladurías, la crítica «no constructiva». A palabras necias, lo mejor es oídos sordos y buena cara.

¿Quién es Jesucristo para ti?

Mi razón de vivir y de seguir adelante cada día.

¿Quién dice la gente que eres tú?

No lo sé. Nunca lo he preguntado ni me lo he preguntado. Una vez me dieron un consejo que intento tener presente en mi vida: que los halagos no te hagan creerte mejor que nadie, ni las críticas te hundan. Con eso me sobra, al menos hasta ahora.

¿Te gusta complicarte la vida?

No especialmente. Pero hoy ser cura es ya vivir una vida complicada, pues en el fondo ya no vives para ti, tu vida está expropiada, para Dios y para los hermanos. Y eso, con todas las consecuencias.

¿Cómo te gustaría morir?

Como me gusta vivir, con mi conciencia en paz con Dios y con los hermanos.

¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?

Que no tenga prisas y que discierna bien si de verdad es una llamada del Señor. Y que si es así, que se fíe de Él, que apueste de verdad toda su vida al Señor y a su Evangelio.

¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal?

Si ve que es lo que Dios le está pidiendo en su vida y si cree que va a ser feliz en esa vida a la que cree que Dios lo llama.

¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?

Sin duda. Jesucristo lo repite una y otra vez, y su palabra es verdad. Igual somos nosotros los que nos perdemos en muchas tonterías, que al final, nos impiden disfrutar de esa felicidad.

¿Qué te preguntas?

Ahora, con el trabajo académico, me pregunto si este esfuerzo le podrá ayudar a alguien a ser más feliz en su vida de familia.

¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos?

Aún es pronto para decirlo con rotundidad, pero humildemente creo que sí, que la vida es maestra, así, con mayúsculas, y va sacando, gracias a Dios, lo mejor de nosotros mismos, al menos en mi caso. Pero espero seguir mejorando mucho, si Dios lo permite, claro.

¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?

La impotencia ante el sufrimiento injusto de algunos hermanos y hermanas cuando no puedo hacer nada o casi nada por remediarlo.

¿Dónde encuentras la felicidad?

En la vida cotidiana.

¿Rezas para tener éxito?

No lo he hecho nunca. Rezo para intentar conocer la voluntad de Dios, que eso sí me parece que es el mayor de los éxitos que podemos alcanzar.

¿Te preocupa cómo vive la gente?

Sí, me preocupa cómo viven, pero sobre todo, cómo sufren tantos hermanos en sus vidas. Yo creo que la Buena Noticia es para todos, y sin embargo, son muchos los que viven «como si Dios no existiera», la peor de las actitudes. Y eso, como pastor, me duele.

¿Eres un sacerdote dócil?

Nunca me he tenido por rebelde, no es mi carácter. Aunque no soy una persona de decir hoy «blanco» y mañana «negro», no llevo bien los engaños y la superficialidad que a veces nos rodea.

¿Qué es para ti el tiempo?

Una oportunidad que Dios nos da para vivir desde Él.

¿De qué te arrepientes o tienes remordimientos?

De no haber hecho algunas cosas en las parroquias donde he estado sirviendo, esperando a que la gente se implicase un poco más, y cuando lo hacían, era yo el que se iba a otro destino.

¿Cuál consideras la virtud más sobrevalorada?

No sé, cualquier virtud, por definición es buena, digna de ser imitada por quien la conoce…

¿Cuál es tu viaje favorito?

Si alguna vez me pierdo, búsquenme en las calles de Florencia, no tengo miedo a enfermar del «síndrome de Stendhal».

¿Pequeños placeres?

Un rato con mis sobrinos, un café o una cerveza con los amigos, un paseo junto a mi cámara de fotos. Y cómo no, el chocolate (ríe).

Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?

Sí, en alguna ocasión ha sido una experiencia dura, aunque gracias a Dios muy pasajera. Y cuando me tocó abrazarlo, pude ponerlo en sus manos, pues al final, la tarea es suya.

¿Un olor que recuerdes?

Al lado de la casa de mis padres había una panadería, y aún recuerdo con nostalgia despertarme por la mañana los sábados, que no había colegio, con el olor del pan recién horneado.

¿Un perfume que te cautive?

El de la tierra mojada: huele a limpio, a vida, a esperanza.

¿Tu flor favorita?

El nardo.

¿La palabra más hermosa del diccionario?

Gracias.

¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero?

Un gran número de amigos, que gracias a la fe, se han convertido en mis hermanos en el seguimiento de Cristo.

A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?

Sin duda, sí.

Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?

Que me parece que está viviendo una vida distinta de la mía. Es verdad que la vida no es un chiste, pero cada día es una maravilla del amor de Dios.

Rafael J. Pérez Pallarés

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