Raúl González asegura esta semana que Dios ha trabajado «más que nunca» durante el confinamiento.
Definitivamente, Dios nunca ha estado confinado. Incluso en el desconcierto de los primeros días de reclusión, Dios ha estado presente en cada uno de los momentos que hemos vivido en nuestra casa, nuestra pequeña iglesia doméstica. Si hubiese tenido alguna duda sobre si Dios nos ha abandonado o se ha tomado un respiro solo tendría que preguntarle a mis hijos y ellos mismos me darían la respuesta. Algo sencillo. “Sabemos más de Dios, creemos más en Dios, queremos más a Dios y tenemos más Fe en él”. Conclusión; Dios ha trabajado más que nunca.
Claro que no ha sido fácil. Los padres, muchas veces no lo ponemos fácil y nuestros hijos han seguido siendo niños. Confundidos por todo lo que les tocaba vivir pero niños al fin y al cabo. Mi familia no deja de darle gracias a Dios por todo lo bueno, por todo el mimo, por todo el cuidado que hemos recibido de su parte. No quiero pensar como hubiera sido todo si no hubiésemos estado cogidos de su mano.
“¿Pedrete, tú quien crees que es Dios? Que pregunta más tonta, Papa”. Así de simple y de natural te responde un niño que no necesita cuestionarse lo que vive, ni lo que siente. “Dios es Dios. Es el padre, el hijo y el espíritu santo”.
Recuerdo cuando el pasado verano estábamos en los campamentos de la de Delegación de familia y vida y nuestro obispo se acercó a felicitar a los padres de un niño de 5 años que, sin ningún complejo y con mucho sentido, respondía a todas las preguntas que les hacía. Ese niño era Pedrete y esa naturalidad se la da el estar rodeado de gente que vive en cristiano. Nuestras comunidades; El movimiento de cursillos de Cristiandad, nuestro grupo de matrimonios de los equipos de nuestra Señora, la parroquia, nuestra familia, les hacen sentir que Dios no es solo alguien que se encuentra en la Iglesia y que visitamos los domingos sino que es una parte fundamental en su día a día. Parte fundamental de su forma de actuar, de vivir como niños. “Papa, a Dios no le gustan los niños tristes”.
Ya comienza la nueva normalidad y volvemos poco a poco a nuestras vidas. Reuniones familiares, parroquia, movimiento. Por ello, nos despedimos pues esta será nuestra última vivencia escrita. Mi familia os pide que no os olvidéis de rezar por nosotros. Nuestra pequeña comunidad, nuestra pequeña iglesia doméstica os tiene siempre presente en nuestras oraciones. Dios nos ha bendecido con una Diócesis muy viva. Fomentémosla y disfrutemos de ello. Dios os bendiga a todos.